¿Pero quién pone orden aquí?
De un tiempo a esta parte venimos siendo testigos ( y en ocasiones víctimas) del terrible desorden que comienza a imperar en distintas facetas de la vida ciudadana de Escalona. Un desorden que viene acompañado de falta de soluciones.
La Villa empieza a recordar a aquellos pueblos del “Far West” en los que, según las películas legendarias del género, imperaba la ley del más fuerte. O la del más atrevido. E incluso la del más chulo. Pero raramente la del más trabajador o el más honrado. Y jamás la del más humilde y educado.
Lo que parece estar en horas bajas es la verdadera ley, la que emana de nuestros estamentos políticos nacionales y a la que debiera hacerse reinar si es que se pretende hablar de auténtica democracia.
Sería prolijo hacer una relación de las leyes que se incumplen –y más aún de las que se violan flagrantemente- sin que nadie lo impide en calles, plazas y rincones de una localidad que no llega a tres mil quinientos habitantes censados.
Acabamos de asistir en estos días de comienzos de mayo a una serie de violaciones de las leyes que incluyen serios destrozos por la tea incendiaria a nuestro entorno natural y hasta a las propiedades de las personas, por individuos anti sistema que, salvo noticia en contra de última hora, siguen campando por sus respetos y en condiciones de hacer otra vez de las suyas.
Los incendios de distinto porte que alguno o algunos han sembrado por doquier en Escalona debieran merecer unas medidas más enérgicas desde la Casa Consistorial. Que pregunten su opinión a los dueños del Mirador, a los hortelanos afectados por las llamaradas en la chopera o a los propietarios de la dehesa parcialmente arrasada en Atajacadenas.
No podemos olvidar, una vez más, la salvajada que supone disparar a las cigüeñas, aves a las que se protege en los países civilizados. También en el nuestro, aunque no en Escalona. Los efectos de la barbarie son claramente visibles desde la Alcaldía. Pero claro, para ver hay que querer mirar.
Y a la vista de todo esto es preciso preguntarse unas cuantas cosas:
¿Es Escalona un lugar más seguro que, pongamos por caso, hace un año? ¿Es un lugar mejor para vivir? ¿Tenemos unas calles mejor arregladas e iluminadas? ¿Se ocupa alguien de que no se circule a velocidad excesiva por las estrechas calles con el consiguiente peligro para los vecinos? ¿Hay menos comercio de drogas? ¿Qué pasa con el ruido?
¿En que ha mejorado la cosa? ¿Acaso debamos sentirnos más a gusto porque han asfaltado dos balconcillos de la carretera, una explanada y porque estén poniendo bonito lo que verán quienes pasan por la carretera? ¿Y qué pasa con la gente que no está en la carretera? ¿Están mejor los vecinos del pueblo después de que se pasen por la piedra casi 100 millones de las antiguas pesetas?
¿Están mejor cuidados los ancianos de la residencia? ¿Tiene la juventud mejores lugares de esparcimiento? ¿Está el medio ambiente a salvo de las agresiones? ¿Cómo vemos fluir el río cada día? ¿Qué se ha hecho para que las aguas recuperen su aspecto de antaño, puro y cristalino? ¿Quién se ocupa de que los caminos históricos y las vías pecuarias no sufran agresiones de todo género?
Pero sobre todas las cosas hay que preguntar ¿Cómo están nuestros vecinos parados? ¿Quién les ayuda de verdad? ¿Quién echa lumbre por las sienes para sacarse de la manga nuevas actividades, distintas del lúgubre ladrillo, para sembrar en Escalona una nueva economía? ¿Cómo se apañan nuestros pensionistas? En resumen ¿Quién se ocupa de los que más ayuda precisan?
Son preguntas fáciles. Sin complicaciones, pero que nacen de las cosas que a muchos vecinos de Escalona les suponen preocupación o molestia. Y para las que nadie parece dispuesto a dar respuestas. Sobre todo aquellos que deberían explicar ante el pueblo por qué están las cosas como están.
Lo que los ciudadanos esperan de sus políticos no es que parezcan ser eficaces, sino que lo sean de veras. No es que parezcan ser honrados, sino que lo sean en todo momento. No es que parezcan ser ecuánimes, sino que actúen con eficacia e imparcialidad en pro de la comunidad en conjunto y de sus miembros en particular.
Como hemos repetido desde esta tribuna en más de una ocasión, no deseamos una Escalona dividida en dos por unas ideas políticas. Preferimos un pueblo hecho una piña en lucha por su porvenir. Y luego, cuando llegue la hora que cada cual vote lo que más le guste.
La democracia, la verdadera democracia, no es sólo votar cada 4 años. Sino hacer que impere la Ley con mayúscula las 24 horas del día. Y esa es la que quieren todos. Nuestros socios ingleses, que llevan siglos entendiendo de democracia, la resumen en dos palabras: Ley y Orden. Y ni una, ni otra, parecen estar en boga por estas tierras.