jueves, 21 de mayo de 2009

Opinión

Chusco, mediocre y de mal gusto

Por L. Jiménez
Han bastado unas encuestas de signo negativo para que los políticos españoles, de uno y otro signo, saquen a pasear lo peor de lo que guardan en sus bagajes. La campaña para las elecciones europeas, que arranca en estas horas, se ha traducido en mensajes chuscos, mediocres y de mal gusto. Y hasta ahora se lleva la palma un vídeo puesto en circulación por el zapaterismo.
Ni siquiera están de acuerdo con el tono de ese mensaje publicitario un elevado número de militantes del partido del gobierno. Algunos dicen que ha llegado a molestar al mismísimo Felipe González, que ha puesto su agenda a disposición de la campaña de las europeas, sin esperarse nada como esto.
Han dejado en mantillas al célebre “doberman” de años atrás. Sobre todo porque, salvo contadas excepciones, en las filas de sus rivales del PP pocos apoyan las tesis caricaturizadas en el vídeo socialista.
¡Mal tienen que haber visto las cosas en las encuestas para desempolvar este discurso más propio de los tiempos previos a la guerra civil que a los albores del siglo XXI! Quizá por esta razón merecen el fracaso en las urnas que anticipan los sondeos.
Porque lo que ponen en evidencia actuaciones como ésta es la mediocridad de sus autores y, más aún, de quienes lo aceptan para que ese mensaje de odio llegue a los hogares españoles a través de la televisión. Por eso, deberían recibir como respuesta el desprecio de los españoles.
Es cierto que desde la derecha han desempolvado también el tono siniestro y despreciable de su antiguo jefe de filas, José María Aznar. Pero es que los españoles no queremos ni aznarismo, ni zapaterismo (reparen en que no se habla en estas líneas de conservadurismo o socialismo) si cualquiera de esas actitudes (no merecen el título de corrientes) nos retrotrae a unos tiempos felizmente superados en la memoria de los ciudadanos.
El recurso a insultar, ofender, manipular o ridiculizar al adversario es demasiado fácil como para que sea aceptado por las gentes de bien. Las diferencias ideológicas –que deben existir y son respetables- no son excusa para echar mano a tanta bajeza.
Ni son detestables los votantes de derecha, ni lo son los de izquierda. Simplemente eligen lo que más les gusta y en consecuencia ejercen su libertad. Para ese viaje, las alforjas de esos mensajes podridos están de más.
Cabe preguntarse, como hacía días atrás el portavoz del catalanismo moderado en el Parlamento, a dónde ha ido a parar ese talante del que tanto alardeaba Rodríguez Zapatero. Ese mensaje de odio es incompatible con tanta palabrería hueca de diálogo y tolerancia.
Desde posiciones de izquierda razonable y razonada, alguien ha escrito que “era lógico que el continuo deterioro del capital humano en el partido desde la partida de Felipe González trajera consigo una pauperización de los mensajes”. Desde esta tribuna coincidimos con esa apreciación, porque la concordia entre españoles no puede ser puesta más en entredicho por banderías o electoralismo.
¡Qué gran diferencia entre ese vídeo y los que pudimos admirar en la campaña de Barack Obama con su ya universal “Yes we can” (Sí, podemos)! Ese si era un mensaje limpio, simple, de ruptura con lo que era el pasado y sin caer en la villanía.
De ese tipo de propaganda y no de la del primitivismo ideológico es de lo que tendrían que aprender los estrategas de los políticos españoles. En lo de Obama hay honestidad intelectual y talante, auténtico talante y no intenciones. Porque los españoles, por más que se hayan creído Zapatero y Aznar, no queremos regresar al ambiente de los años treinta, sino al de los setenta y la Transición. O lo que es igual, el consenso y el entendimiento. Más en estos tiempos de gravísima crisis.
Aún están ahí, como monumentos a aquella etapa admirable, figuras de la estatura de Suárez, González, Carrillo, Pujol o el propio Fraga. Personajes brillantes todos ellos y no evidentes mediocres como los que padecemos ahora.
¡A ver cuándo comprenden que la gente está hasta el gorro de que le suelten monsergas sobre las bondades o maldades de la derecha o la izquierda! Sobre todo, porque cada día, una y otra, más parecen los mismos perros con distintos collares.