miércoles, 27 de mayo de 2009

Personajes de la Historia de Escalona

Don Juan Manuel, el hijo más destacado de Escalona

Por J. Frisuelos
Don Juan Manuel, de los personajes nacidos en Escalona es, sin lugar a duda, el más destacado de todos. Fue uno de los políticos y guerreros más importantes de su tiempo, inmerso en la mayor parte de las intrigas de la Edad Media. Como miembro de la familia real, maniobró para obtener poder y privilegios y vio colmadas muchas de sus ambiciones al casar a dos de sus hijas, con otros tantos reyes: Pedro I de Portugal (doña Constanza Manuel) y Enrique II de Castilla (doña Juana Manuel) .
No fue infante, como pretende una iconografía errada y poco culta, que ha llevado a rotular de ese modo a la Plaza Mayor de Escalona. Ni siquiera fue príncipe, aunque la suya fuese una vida principesca. Pero su descendencia sí que gobernó los dos reinos ibéricos.
Fue nieto del rey San Fernando y sobrino de Alfonso X el Sabio e hizo honor a la trascendencia de ambos personajes con su afición a las letras, que le convirtieron en el prosista más destacado de las letras castellanas del siglo XIV y hasta en un “padre” de la moderna prosa en nuestra lengua. Fue, un auténtico hombre del Renacimiento.
Como hijo del infante don Manuel de Castilla y de Suabia, señor de Escalona, formó parte de la primera línea de la nobleza castellana de su tiempo. Era, al fin y al cabo, sobrino carnal del rey Sabio. Su padre fue efectivamente infante de Castilla, pero ese título no pasa a los hijos.
Su ambición y ese entronque con la realeza le llevó a verse mezclado, no siempre en términos encomiables, en muchos de los acontecimientos de la época. Algunas fuentes no dudan en calificarle de intrigante.
Don Juan Manuel, vástago del influyente linaje de los Manuel, del que se jactó con frecuencia, era hijo de una princesa italiana Beatriz de Saboya, segunda esposa de don Manuel.
Nacido en el Castillo de Escalona, el 5 de mayo de 1282, quedó huérfano a muy temprana edad, pero recibió la cuidada educación propia de su estirpe y la tradición cultural de su familia, que combinaba lo físico (la preparación para el uso de las armas) con lo intelectual.
De su padre heredó el cargo de Adelantado Mayor del reino de Murcia y muchos señoríos en tierras de Castilla y Valencia, todo lo cual puso en sus manos gran poder político y social: él mismo decía que podía atravesar Castilla, desde Navarra a Granada, pernoctando cada noche en una villa o castillo de su propiedad.
La vida de don Juan Manuel discurrió a lo largo de cuatro reinados y fue una constante lucha. Típico señor feudal, participó en los principales acontecimientos de una época caracterizada por una constante inestabilidad política que derivó en frecuentes guerras civiles, en las que no vaciló en enfrentarse a sus reyes ni en aliarse con el más fuerte según su conveniencia personal; luchó contra los moros, pero cuando era de su interés, también se alió con ellos en contra de los cristianos, intentando, por todos los medios a su alcance, acrecentar su influencia, poder y riqueza.
Además, don Juan Manuel prontó se involucró en las luchas dinásticas entre Castilla y Aragón que planteó el incumplimiento del testamento de Alfonso X el Sabio tras la prematura muerte de don Alfonso de la Cerda, designado heredero al trono de Castilla por el Rey Sabio, en las que defendió la causa de don Sancho, segundo hijo del rey y pretendiente a la corona contra los designios de su padre.
La influencia de Don Juan Manuel se vio acrecentada durante el reinado de Alfonso XI el Justiciero, en cuya minoría de edad ocupó, con el infante don Pedro, la corregencia de Castilla (1319), cargo que le permitió intervenir muy activamente en aquel ambiente de maquinaciones que caracterizó a la política castellana de la época. Tuvo que abandonar el cargo en 1325 con motivo de la mayoría de edad del monarca, quien prescindió de don Juan Manuel en las tareas del reino a causa de la exagerada crueldad con que había procedido contra sus enemigos durante la corregencia.
En 1327 formó a la cabeza, junto con don Felipe, Juan el Tuerto y don Tello de Molina, de las banderías contra este monarca, quien, en 1329, se ve obligado a pactar con él la reconciliación a cambio de reconocerle todos los privilegios que don Juan Manuel exigía. Pero en 1335, la negativa a prestarle su apoyo en el cerco de Gibraltar fue sobrado motivo para que la enemistad se interpusiese de nuevo entre ambos, hasta que en 1337, tras muchas vicisitudes, quedaron definitivamente reconciliados.
En una más de sus actitudes contradictorias, su condición de cristiano le llevó, en plena Reconquista, a tomar parte en la llamada “política del Estrecho”. Así, cuando se reconcilió con Alfonso XI, don Juan Manuel marchó a su lado en socorro de Tarifa, sitiada por los musulmanes, apoyados en esta ocasión por los benimerines, que fueron derrotados en la batalla del río Salado (1340), quedando liberada la plaza del asedio; poco después, en 1343, participó también en una nueva victoria sobre esta alianza en la batalla del río Palmones, que propició la toma de Algeciras (1344).
Don Juan Manuel fue un gran amante del saber y uno de los hombres más cultos de su época, fuertemente influido por su condición de hijo de una princesa italiana. Lamentablemente, en su ajetreada vida, pocas veces consiguió el sosiego y el tiempo necesarios para la creación literaria.
Su actividad en el campo de las letras ocupó fundamentalmente los años finales de su vida, si bien amó siempre la literatura y le dedicó su atención.
Don Juan Manuel tuvo exacta conciencia de la magnitud e importancia de su esfuerzo, de ahí su celo por evitar que los textos por él escritos pudieran sufrir alguna alteración a manos de copistas o por el paso del tiempo, a cuyo fin depositó sus originales en el monasterio de Peñafiel, para que, en caso de duda, pudieran ser consultados.
Don Juan Manuel admiró a su tío el Rey Sabio, cuya labor literaria elogiaba, y del que fue digno continuador del empeño por crear la prosa literaria castellana, pero, a diferencia de su tío, lo hace de modo enteramente original. Los rasgos que diferencian a ambos personajes son tres:
a) Las obras compuestas en la corte alfonsí eran, en gran medida, fruto de un trabajo colectivo, aunque fuesen corregidas directamente por el monarca. Por el contrario, don Juan Manuel escribe personalmente las suyas. Poseen, por tanto, mayor unidad lingüística y estilística.
b) La mayor parte de la producción literaria del rey Alfonso consiste en traducciones de obras latinas, árabes, indias y hebreas anteriores. Don Juan Manuel no las traduce: se inspira en ellas, elaborando lo que lee y expresándolo a su modo. Y, muy frecuentemente, piensa por su cuenta y aduce sus propias experiencias.
c) Si la corte de Alfonso X tradujo y compuso preferentemente libros sobre Astronomía, Historia y Derecho, don Juan Manuel se siente especialmente atraído por problemas morales, y quiere formar caracteres recios. Es, ante todo, un educador.
De todos estos rasgos, el segundo es fundamental. Las obras de don Juan Manuel son los primeros textos pensados y elaborados por una mente castellana, sin la guía de un modelo que se traduce o se refunde.
Don Juan Manuel es uno de estos hombres contradictorios de sí mismos, pues entre su vida y sus obras hay oposición enorme. Parece como si hubiese tenido una doble personalidad: la que actuó en sociedad y la que escribió, porque su modo de pensar es tan distinto de su manera de obrar, que realmente son dos inteligencias y dos tendencias distintas.
Si desde muy joven, se muestra como persona orgullosa, cortesano intrigante, político turbulento y hombre de guerra fundamentalmente, a medida que avanzan los años, su actitud moral se aproxima a lo que preconiza en sus obras.
Apartado ya de la política activa y retirado en su castillo de Garcimuñoz, en Cuenca, vive sus últimos años entregado al repaso y cuidado de su obra, cuando le sobreviene la muerte el 13 de junio de 1348. Su cadáver fue enterrado en el monasterio de los frailes predicadores de Peñafiel, a cuya fundación él mismo había contribuido.
Por desgracia, el códice con sus manuscritos, que tan celosamente había depositado allí don Juan Manuel, se ha perdido ―como también se perdieron sus restos― a causa de un incendio que sufrió el monasterio, y sólo a medianas copias de otras procedencias debemos el que hoy podamos conocer los escritos de este insigne prosista medieval; con todo, algunas de sus obras se han perdido definitivamente.
Prueba de su admiración por el Rey Sabio es su incursión en la historiografía (y política) con la Crónica abreviada, resumen de la Primera Crónica General de Alfonso X, que Don Juan Manuel redacta hacia 1324, en la que incluso trata de imitar el estilo breve y conciso de su tío.
Sus otras obras, con desigual valor literario, están escritas en prosa, y casi todas poseen un carácter didáctico o moral. Así ocurre con el Libro del caballero y del escudero (1326), en el cual, el primero aconseja al segundo acerca de la caballería y lo instruye en Teología, Astronomía, etc., el Libro de los estados, (entre 1327 y 1332), que es algo más que un tratado de educación de príncipes, pues en él, la observación de los diversos “estados” de la vida —incluso de la miseria y la muerte— desengaña de toda ilusión mundana y propone una actitud de profundo ascetismo religioso, y el Libro de los castigos, también conocido con el título de Libro infinido, escrito entre 1342 y 1344 para adoctrinar a su hijo y gran ejemplo de la literatura didáctica principesca, tan importante en la época.
Don Juan Manuel es autor también del Libro de la caballería, que no se conserva, pero que debió redactar antes de 1325, y del que se tienen noticias porque aparece varias veces citado en el Libro de los estados, y del que ofrece algunos extractos de dos de sus capítulos; el Libro de la caza (después de 1337); el Tratado de las armas (1342), de carácter autobiográfico, escrito para glorificación de sí mismo y de su familia mediante la explicación de sus armas y atributos heráldicos, y el Tratado de la Asunción de la Virgen (poco después de 1342), de carácter religioso, en el que defiende la asunción de la Virgen en cuerpo y alma al Cielo.
Pero la obra capital de Don Juan Manuel es la titulada Libro de los ejemplos del conde Lucanor y de Patronio, más conocida como El Conde Lucanor, escrita entre 1325 y 1335, que no sólo es la mejor expresión de sus cualidades narrativas, sino también donde se hace más evidente la intención de didáctica moral con que el autor escribe sus obras.