Día del Trabajo
La celebración del Día del Trabajo tiene hoy más significado que otros años. Sobre todo porque falta ese mismo trabajo y con ello arrastra sus secuelas de necesidad a multitud de hogares. También muy cerca de nosotros.
Es en jornadas como la de hoy cuando los trabajadores, los más humildes, los más necesitados, deben preguntarse si sus dirigentes de todos los estamentos están a la altura de lo que se espera de ellos. Son días para la reflexión y no sólo para sacar a pasear banderas y eslóganes.
En los días que han precedido a este Primero de Mayo de 2009, desde el Gobierno de la nación y el de la Región, se repite que habrá trabajo para todos y también ayudas para quienes no lo tienen y agotan sus prestaciones.
No hay motivos para dudar de que quienes eso prometen, es eso lo que desean. Pero si hay motivos para hacerlo de quienes están por debajo de ellos. Mal que nos pese, no es eso lo que vemos y conocemos cerca de nosotros.
Hay muchos vecinos de Escalona que agotan las prestaciones de desempleo, sin un nuevo trabajo y sin que el Municipio –a través de sus gestores- parezca interesado en echarles una mano. Fíjense bien que decimos vecinos y no oriundos de Escalona. Son todos uno.
No son estas horas de hacer distingos entre quienes nacieron en la Villa o se han instalado en ella. Por supuesto, hablamos también de los inmigrantes. Ni son horas para la xenofobia, ni muchos menos para el sectarismo y el amiguismo, del que por desgracia tenemos demasiada constancia.
La transparencia no es, precisamente, la virtud más extendida estos días en la sede de las antiguas escuelas. Parece que hay quien desea rentabilizar la necesidad de los otros para asegurar votos en próximas citas electorales.
Mal asunto. Es una especie de neo caciquismo como el de antaño, que creíamos condenado al baúl de la historia. Y además se hace con dinero de todos los españoles.
Es hora de pensar en términos bien distintos. Es tiempo de pensar en Escalona en su conjunto y en su gente como un todo. Sin mirar a quién da sus sufragios cada cuatro años éste o aquel. O quién es más o menos simpático. Condenar a la necesidad a algunos, es sembrar una mala simiente. Y antes o después se cosechará su fruto.
La situación que vivimos es de auténtica emergencia. Y es en esas circunstancias en las que mejor se calibra a los políticos y su estatura. La crisis, la grave recesión, obliga a hacer más y mejor, a multiplicarse para llegar a todos los rincones dónde se necesita la ayuda. Pero no parece que así suceda por estos pagos.
Hay indicios de que se veta a determinados vecinos a la hora de echarles una mano con el dinero de todos. Algún edil descontento con esas prácticas, así lo ha manifestado al amparo del anonimato a los interesados. El equipo municipal no es una piña, por más que quieran aparentarlo.
Es en esta hora cuando es preciso recordar más que nunca, que quién ostenta el poder lo hace en nombre de todos y para todos. Y cuando olvida esa circunstancia, pierde cualquier crédito para todos. La dejación de esa responsabilidad es el peor cáncer para la política y un incumplimiento de contrato para con la ciudadanía.
Y por eso supone la auténtica razón de que cada vez sean más los ciudadanos que pierden la confianza en sus políticos. El alejamiento ciudadano de sus representantes tiene el origen en sus acciones. O en la falta de éstas.
Las facturas tienen fecha de vencimiento. Qué no se le olvide a nadie. Ni a las derechas, ni a la izquierda. Los administrados tienen memoria y antes o después pasarán sus facturas al cobro. No son borreguitos, como algunos parecen creer.
El 1 de mayo es el Día de los Trabajadores. Quién se olvida de ellos, de cada uno o cualquiera de ellos, no merece el crédito de ellos. Quién se olvida de esos polvos, se encontrará más tarde con lodos indeseados.