jueves, 14 de enero de 2010

Tribuna Libre

Adiós a Fontán, uno de los grandes

Por J. Frisuelos
Quienes nos hicimos periodistas en los setenta tuvimos una serie de referentes en la profesión, en eso a lo que podríamos llamar los “Grandes”. Dieron lecciones con su ejemplo de lo que era el ejercicio de una profesión en libertad, cuando aún daba los estertores un régimen enemigo de las libertades.
Seguramente don Antonio Fontán es el último de esos “Grandes” que aún estaban vivos. Ninguno de los “popes” del actual periodismo español le llega a la altura de las espuelas a Fontán y a algunos otros en quienes nos mirábamos hace más de tres décadas. De ellos hemos aprendido muchas cosas, pero ante todo una: a creer en la libertad por encima de todas las cosas.
Desde ese ejercicio de permanente defensa de la honradez y la libertad, los maestros como Fontán nos enseñaron muchas cosas más, como el sentido del patriotismo y la lealtad a la Corona. Andan hoy muchos de esos sentimientos en mala situación por causa de una pléyade de políticos de tres al cuarto.
Con Fontán se va discretamente, como siempre vivió, un auténtico gigante del periodismo –el mítico diario “Madrid” fue con él una de las mejores canteras de profesionales-, de la Universidad y de la propia política, a la que no dudó en contribuir cuando fue llamado a ello. Fontán, que nunca disimuló ser miembro del Opus Dei (ni nadie se lo tomó en cuenta), lo hizo compatible con ser modelo de lo que podríamos denominar liberalismo ilustrado. ¡Qué pregunten a compañeros como Miguel A. Aguilar!
Perdemos con su fallecimiento a una de las figuras más destacadas en un momento en que se echa de menos en España, en todo el espectro político, un enriquecedor debate de ideas y cuando más falta nos hacen las aportaciones llenas de sabiduría y de respeto, como eran las de Fontán.
Este hombre bueno atesoró además una enorme cultura y siempre actuó con gran discreción e insobornable honradez. Esas dos virtudes no abundan precisamente.
Siempre que tuve el privilegio de hablar con él, salí impresionado ante sus mayores virtudes: el profundo respeto a la libertad de cada persona y su honestidad. Muchos deberían considerarle maestro de quienes han representado la sensibilidad liberal en la derecha española, incluso en el actual PP.
Tenía mucha gracia, quizá por su origen sevillano, y un gran coraje para defender sus ideas en tiempos auténticamente difíciles. Alguien le ha comparado con el británico Thomas Moore (Santo Tomás Moro). Quizá sea exagerado, pero como aquel no renunció a sus principios a cambio de cualquier honor o dádiva.
Un viejo amigo, que trabajó a su lado, me decía al saber de la muerte de Fontán que cuando ha entregado su alma a Dios, en el que creía a diario y sin hacer alardes, seguía siendo más joven que muchos que creen tener menor edad. Qué en paz descanse.