sábado, 23 de enero de 2010

Con pluma ajena

Peligroso mensaje a los ayuntamientos

El socialista Pedro Castro, presidente de la Federación de Municipios y Provincias (FEMP), no deja de sorprender. En uno de sus característicos alardes de populismo, Castro aconseja a los alcaldes que disparen su endeudamiento todo lo que necesiten para seguir prestando servicios, "porque los alcaldes no sabemos decir no".
El presidente de los alcaldes resume su filosofía de cómo gestionar los recursos públicos con una poco edificante máxima: “haz todo lo que debas y debe todo lo que hagas”. Más allá de la ocurrencia, el mensaje no puede ser más dañino, y lo peor que podría ocurrir es que haya muchos alcaldes que, sin la necesaria responsabilidad que exige el cargo, realmente se dediquen a endeudar aún más sus maltrechas finanzas.
Es cierto que los ayuntamientos siguen sin el marco adecuado de financiación al que se comprometió el presidente Zapatero, que ha optado por priorizar sus intereses partidistas y pagar una elevada factura presupuestaria para sacar adelante una financiación autonómica subordinada al Estatut catalán. Pero eso no legitima las heterodoxas apelaciones de Castro.
La severidad de la crisis y el pinchazo de la burbuja inmobiliaria se han traducido en una drástica caída de los ingresos, pero si esto ha cogido con el pie cambiado a la mayoría de los ayuntamientos es porque, al socaire de una exuberante coyuntura financiera, excepcional e irrepetible, engordaron las estructuras municipales, asumieron nuevas prestaciones y aumentaron de manera irracional la nómina de funcionarios, cuyas retribuciones, como recordaba recientemente la fundación de las cajas de ahorro, Funcas, “no están en consonancia con la capacidad y solvencia de las haciendas locales”.
El resultado es una grave precariedad financiera que sería un error combatir con el recurso fácil de las subidas de impuestos o crear nuevas figuras tributarias –ahí está la polémica tasa de basuras en Madrid–, con el retraso sistemático en los pagos a proveedores –los ayuntamientos son ya los más morosos con un grave perjuicio para la economía– o como ahora recomienda Castro, disparando un endeudamiento que a día de hoy ya supera en muchos casos los límites sostenible. El remedio acabaría siendo peor que la enfermedad.
A ello se suma la conocida falta de transparencia y control en las cuentas de muchos ayuntamientos y sociedades municipales, lo que constituye el caldo de cultivo propicio para el despilfarro y la corrupción. Si los ayuntamientos precisan una reforma en su financiación, no menos necesario es meter en cintura sus finanzas, endureciendo los controles presupuestarios y financieros para acabar con la falta de rigor.
Al igual que la crisis ha obligado a muchas familias a apretarse el cinturón, los responsables municipales tienen la obligación de gestionar con austeridad los recursos públicos. Deben ser los ciudadanos los que valoren los beneficios de ser gobernados por alcaldes que, como Castro, no saben decir “no”.

(Editorial leído en Expansión de 21-1-2010)