jueves, 7 de mayo de 2009

Editorial

El fuego sigue castigando el medio ambiente de Escalona. Esta misma tarde, el humo comenzaba a brotar entre los chopos del Alberche, alertando de que una vez más, los gamberros, que parece que pueden estar ya identificados, aunque no reprendidos, estaban haciendo de las suyas. ¡Otro día más!
Como todos sabemos –o deberíamos saber- llevábamos ya unos pocos días sometidos a la tiranía de esos chavales menores que han encontrado una estúpida diversión en echar una cerilla y largarse para ver de lejos el destrozo que provocan. La impunidad es su mayor aliada.
Va siendo hora de que las autoridades –esas que parecen mirar a otro lado para no buscarse enemistades si hacen lo que la ley manda en estos casos- tomen cartas en el asunto y acaben con esta plaga de estupidez que insulta a la inteligencia de la gente normal. Si los papás pagan una multa, los niños no quemarán más. Es una vieja lección que todo el mundo aprende.
No se es mejor gobernante por mirar a otro lado cuando alguien se sale del carril, sino por servir a la mayoría. Y la sensación que tiene mucha gente es que se mira para otro lado en la aparente esperanza de que el problema se resuelva por sí mismo. O de que venga alguien a resolverlo sin tener que mojarse quien debería hacerlo.
Llevamos ya demasiado tiempo sin que nadie ataje esos y otros desmanes. Los graves, como el fuego o el tráfico de drogas, y los algo más leves, como tirotear a las cigüeñas o causar molestias al vecindario. En el fondo, que nadie se sorprenda por lo que sigue: Callarse y tragar es un modo de ser cómplice.
Es posible que para un político ese tipo de silencio cómplice se traduzca en votos. Quizá sea una de las explicaciones para entender por qué no se hace nada. Pero a la larga esa actitud entraña un incumplimiento de contrato con la mayoría, que es para quien se gobierna. ¡Recuérdese que la mayoría prefiere el orden y el respeto de las leyes! Y no parece que sea eso lo que recibe Escalona.

Llama también la atención el aparente silencio de la oposición, cuyo papel en un sistema democrático es criticar y denunciar lo que no está bien, y sumar fuerzas para resolver los problemas. Quizá por esa razón les va como les va en las urnas.
También tendrían que hacer algo más de lo que hacen las fuerzas de orden público. Su actuación es a todas luces mediocre o desinteresada en la solución de los problemas.
Como señalábamos hace unos días, qué alguien pida opinión sobre el asunto a la propietaria del restaurante afectado por las llamas (El Mirador), al de las laderas de Atajacadenas o a los pobres hortelanos amenazados por las llamas prendidas por esos pequeños aspirantes a delincuente o maniático que conviven con nosotros.
Alguien ha comentado a El Correo que parece que existen fotos de los dos chavales de quienes se sospecha la autoría del fuego y que han sido vistos escapar en sus bicis después de prender las llamas. Pero claro, quien debiera haber hecho algo ya son aquellos que cobran de los impuestos ciudadanos por mantener el orden.
Hace algún tiempo, cuando en los chalets de Escalona comenzaron a producirse robos –según parece los martes o miércoles-, y la gasolinera sufrió un atraco, al parecer el Alcalde dijo a un periódico, muy comprensivo él, que el asunto era de pequeña cuantía.
Por aquellos días, un sensato ciudadano de Escalona comentaba en la Plaza: “Claro, como no se han llevado lo suyo”.
Tenía algo de razón. Si el dinero atracado fuese del primer edil, otro gallo nos cantaría. Y si El Mirador fuese de su propiedad, ciertamente vería con menos paciencia que los autores del fuego anden por ahí, dándole juego a las cerillas.
Porque este tipo de actos, que no son un pasatiempo para quienes los padecen, deberían haber sido atajados hace ya unos días y de una puñetera vez. Y otros, también.
Al fin y al cabo, nuestros queridos políticos deberían entender que lo que en las grandes ciudades parece cada vez más difícil de cortar –y sin embargo se hace-, en los pueblos se nota más, molesta más y rompe aquello que distingue aún al medio rural del urbano: la tranquilidad.

Pero claro, aquí andan más preocupados en licitar terrenos para campos de golf o en arreglar la prolemática municipal de Cobisa.
Debemos decirles, que de poco vale imprimir folletos repletos de textos exageradamente laudatorios e ilustrados con fotos de las que se suprime lo que no es hermoso, si el visitante cuando viene descubre al dar dos pasos que lo publicitado es una patraña.
Y hoy por hoy, ni Escalona es más bonita que era, ni es más tranquila, ni más segura.
Se le lava la cara, pero la roña queda y es fácil de detectar para quien mire con cierta atención. Como las obras en la carretera. Todo de cara a la galería, pero no de cara al vecindario. Y así vamos. Al fin y al cabo, “son fuegos de menor cuantía”, y a lo mejor ni se ven desde la carretera... Nosotros, entre tanto, seguiremos denunciando.