lunes, 23 de marzo de 2009

Opinión

Un aire de agotamiento

Lorenzo Jiménez
El Gobierno de la Nación hace algún tiempo que da señales de agotamiento. Las percibimos muchos ciudadanos, incluso algunos de esos que podríamos denominar incondicionales del zapaterismo. Pero como en el caso de la crisis, el único que parece no querer enterarse es el presidente del Gobierno, es decir, el propio Zapatero.
La errática actuación de algunos de sus ministros es parte de esas señales que mencionábamos, pero hay otros signos. Si los cuatro primeros años de ejercicio del poder del líder socialista demostraban cierta frescura, pese a empecinamientos innombrables, como el “mal rollo” de la ETA, ahora el ejecutivo transmite un aire cansino, como si fuese arrastrando los pies.
Es evidente para casi todos –y es preciso decir que el casi restante prácticamente se circunscribe al jefe del Gobierno- que Zapatero tiene que mover el banquillo, poner caras nuevas, y sobre todo imponer nuevos bríos. Hay quien piensa que a él mismo no le sobran ya esos bríos y quizás fuese preciso recurrir a otras soluciones.
Y de ello se van a encargar, casi con entera seguridad, los nacionalismos de los que depende el señor Zapatero en esa inestable acción política, que él llama de geometría variable y que luego tenemos que pagar el conjunto de los españoles en forma de concesiones a la voracidad de los partidos periféricos.
Su mayoría –la de Zapatero, claro- es hoy menos mayoría después de la pírrica victoria en el País Vasco y de la severa derrota en Galicia. Está por verse ahora que sucede en Junio, cuando nos llamen a las urnas para las elecciones europeas.
Aunque ya se encargará Zapatero de avisar que el resultado no es extrapolable a la política nacional –que equivale a decir de aquí no me marcho por duro que sea el revés-, lo cierto es que esos comicios deberían ser un termómetro bastante fiable de la popularidad o impopularidad del político leonés que rige nuestros destinos.
El hastío de miles y miles de ciudadanos hacia las erráticas políticas del zapaterismo (repárese en que no lo llamamos socialismo), en sus decisiones extemporáneas, como la reciente de Kosovo, y en este tipo de lindezas, va a buscar, que nadie lo dude, válvulas de escape en cada ocasión que se presente, y la de las europeas parece una de las más propicias. Que no espere el señor presidente milagros. Muy mal –incluso mucho peor que ahora- lo tendrá que hacer el señor Rajoy como para que no haya un revolcón al Gobierno en junio.
Lo malo es que, lo que en cualquier nación con tradición democrática tendría unos efectos evidentes, en nuestro país, donde casi nadie dimite y en cambio hay que echarlo a empellones, pasará como si nada hubiese acontecido. Les proponemos retener esta idea en su pensamiento y si quieren lo hablamos en unos meses.
Tenemos demasiados ejemplos de lo que decimos, tanto en el poder como en la oposición. Aznar aguantó carros y carretas hasta que el juez Garzón y otros le pusieron la victoria como se le ponían a Felipe II. Rajoy lleva un tiempo de derrota en derrota hasta la victoria final, y en el PSOE pocos han dado muestras de la dignidad que debe esperarse de un político cuando llega la hora de marcharse, y de esos pocos, casi todos pertenecen a la vieja guardia, desde Felipe González a Rodríguez Ibarra o Joaquín Almunia.
Bueno, no, hay alguno de la nueva…. Fernández Bermejo se ha marchado sin que le echasen después de resultar el cazador cazado en la célebre montería en la que no sabía si estaba en Andalucía, Castilla-La Mancha o en las sabanas africanas.
Con esas excepciones, que no hacen sino confirmar la contumaz regla, tenemos que pensar que los políticos españoles han adulterado el ejercicio del poder democrático para transformarlo en una especie de carrera de resistencia contra los elementos. Aunque tales elementos se llamen el descontento de la gente en amplísimos números.
Y por si fuera poco, esa desgana, ese hastío, ese tedio, esa pesadez en el devenir del ejecutivo, se va contagiando a las administraciones que deberían estar más cercanas del ciudadano, léase la regional y la local.
También, y eso resulta más difícil de engullir como sapo, las corruptelas y las corrupciones. Lo de la alcaldesa de La Mola es el último episodio de una larga cadena. Pero descuiden, habrá más. ¡Seguro! Quizá cualquier día muy cerca de nosotros. La tentación siempre ronda a quien detenta el poder, y lo malo es que sus servidores con frecuencia se sirven de él para forrarse.
A eso lo llaman con desparpajo estar en el lugar adecuado y en el momento más oportuno. Pero otros pensamos que debería seguir llamándose meter la mano en lo que es de todos. E incluso caradura.