sábado, 21 de marzo de 2009

Editorial

Un foro significa diálogo, no insultos o grosería
El Correo
Vamos a cerrar la primera semana de existencia y lo hacemos con la cabeza alta, porque hemos sido capaces de mantener el tipo y dar continuidad a esta divertida aventura emprendida en vísperas de San José. Ya comenzamos a recibir visitas, cada vez más frecuentes, de nuestros convecinos, que nos honran calificando el interés de algunos artículos.
Hemos comenzado, además, a recibir la visita de la publicidad, que nos permitirá mantenernos con vida y preservar nuestra independencia y dignidad. Incluso nuestro “host” (Google) ha desplegado ya sus tiras de anuncios, que podéis clicar de vez en cuando si es que deseáis ayudarnos con modestia.
Todo marcha viento en popa o al menos nos lo parece.
Entre tanto hemos descubierto uno de esos rincones que hay por ahí, en Internet, que hay que observar con cierta aprensión. Se trata de un pretendido “foro” dedicado a nuestro pueblo y que parece, a juzgar por ciertos comentarios, que sigue de cerca el mismísimo Alcalde. ¡Mal hecho!
Un político que se precie no puede descender a la cloaca y el mencionado “foro” tiene mucho de eso. Es de esperar que este comentario no guste, sobre todo a una parte de los que se sumergen en él. Es igual. La verdad está por encima de nosotros.
¿O es qué se atreverá alguno a decir que no es verdad que en ese cubículo “on line” se escribe por lo general anónimamente y además en un castellano infame? ¿Pondrá alguien en duda que se vierten insultos, groserías y un sinfín de chulerías amparados en que nadie sabe quién es el autor de los disparos?
Pues bien, al Correo le cabe antes que nada lamentar que sea tan malo el uso de nuestro idioma en la patria chica del padre de la prosa castellana: Don Juan Manuel (que por más que se empeñen, no fue infante). No tenemos más remedio que alzar una voz contra la descalificación, la chulería o la grosería anónimas en una localidad que un día se vanaglorió de elegancia, buen gusto y honradez.
Pero si cabe, lo que más nos preocupa es que ese mal llamado “foro” refleje un ambiente de división y xenofobia propio de otros tiempos y de otra España. Una división que parece fomentada por la incapacidad de los políticos para entenderse por encima de ideologías (¡Sí, señores, ideologías y no banderías!) y una xenofobia que distingue los derechos de los ciudadanos según vivan éstos en el casco histórico o las urbanizaciones.
El foro, amables lectores, era el lugar en el que se reunían los pueblos de la antigüedad para dialogar. ¡Sí! ¡Dialogar! Y dialogar no es otra cosa que hablar con el ánimo de entenderse. Lo contrario es el cerrilismo que demuestran muchos de los participantes en ese mal llamado “foro” del anónimo insulto. Por eso discutimos el mismísimo nombre de esa cloaca. Y por ello, además, no nos gustan las presuntas visitas del Alcalde, aunque sea a hurtadillas.
Escalona hace años que necesita un ágora, un verdadero foro, en el que hablar y comprenderse mejor. Un sitio donde los términos derecha o izquierda no cuenten y su espacio lo ocupe la idea de TODOS UNIDOS. Las diferencias ideológicas –siempre que no se conviertan en sectarias- están bien en tiempo de elecciones. El resto del tiempo lo que se precisa es unidad. Y cultura, mucha cultura...
La Revolución Francesa, que alumbró un país donde la libertad y el derecho (o la Ley) imperan para orgullo de sus CIUDADANOS (no súbditos), hablaba de que la unión hace la fuerza. Y es de sospechar que lo contrario, la división, no retroalimenta más que la debilidad y la envidia.
Echando una ojeada a lo que aparece en ese pretendido “foro” se diría que Escalona está llena de envidiosos. Pero lo cierto es que eso no es así. Lo que sucede es que parece que muchos de ellos (de los envidiosos, claro) se han concentrado en ese salón lleno de miasmas.
Escalona, tenemos que convencernos si es que deseamos que este pueblo sea algo mejor que lo que hoy tenemos, precisa de TODOS. Pero para ello hay que contar con TODOS. Esa es una premisa que los políticos locales, los de todos los signos, tienen que aprender, o en caso contrario esto irá muy mal, incluso de mal en peor. Y junto con los políticos, muchos ciudadanos instalados en la caduca dialéctica de la exclusión.
Nadie es mejor escalonero por el hecho de haber nacido dentro de las murallas del pueblo, ni peor por el hecho de haber venido de fuera y haberse instalado entre nosotros. Esos principios de la exclusión son propios del fascismo, aunque los propugne un votante de izquierdas. Y ayudar a la familia está bien, pero cuando se ejerce un cargo de representación hay que ayudar TODOS.
Otrosí: Al Alcalde, por respeto, no se debería aludir como Alvarito. Por más que sea joven, campechano y se le conozca desde pequeñín. Hacerlo es faltar al respeto no ya a la persona, que es lo de menos, sino al puesto que ostenta por deseo de la mayoría de los ciudadanos. Flaco favor le hacen sus supuestos partidarios cuando olvidan que por el rango que ocupa se le debe tratar de otra manera. Incluso para loar sus aciertos o criticar sus equivocaciones. Por cierto, en siguientes editoriales hablaremos de algunas de ellas.
Los aciertos de los políticos no tienen mérito, porque se supone que ese es su trabajo, y sus errores es preciso denunciarlos. Para que no los vuelvan a cometer o para que los demás no cometamos el error de votarles de nuevo.