martes, 31 de marzo de 2009

Editorial

ENSEÑANZAS DEL ESCÁNDALO CAJA DE CASTILLA-LA MANCHA

El Correo
La lamentable historia de lo sucedido con Caja de Castilla-La Mancha (CCM) encierra enseñanzas positivas que nadie debiera obviar. Entre otras que el que la hace, la paga. La historia no tiene misericordia con nadie y mucho menos con quienes tratan de amañarla a su conveniencia. Tal podría ser el caso de Juan Pedro Hernández Moltó, que se ganó el desprecio de miles de personas con su maltrato público a Mariano Rubio, viéndole como árbol caído.
También deberíamos aprender que nuestra clase política deja mucho que desear. Sirva como ejemplo el presidente castellano manchego, José María Barreda, que no deja de decir disparates a propósito de lo sucedido, en su intento de vano de tapar las vergüenzas de Moltó y de cuantos ostentan un cargo empresarial sin otros méritos que los servicios prestados al partido.
Debieran comprender otros, como Esperanza Aguirre, que las entidades financieras están para servir al ciudadano, y no para servirles a ellos y a sus tejes y manejes. Los 83.000 millones en depósitos que custodia Caja Madrid no son un juguete para su diversión o la de sus consejeros-espías. Moltó no pareció comprender que el dinero de un millón de clientes no era suyo, sino que sólo era su custodio. Ya ha empezado a pagarlo.
Los ciudadanos deberíamos comprender que debemos exigir más de nuestros representantes. Mucho más. Somos quienes pagamos sus jugosos salarios, incluso en épocas de crisis
Además, las entidades financieras son nuestras y no de unos individuos sin otra preparación que haber hecho trabajos más o menos sucios para quien manda en cada momento, como sucedía con Moltó y como aún ocurre con otro puñado de gestores un poco por todas partes.
CCM no fue llevada al borde de un precipicio sólo por Moltó y los consejeros del PSOE. También hubo complicidad de los del PP, por más que saltasen del barco en febrero viendo que se hundía irremisiblemente y siguiendo instrucciones de sus líderes. En el fondo, en esos consejos de administración lo que se da son pura y llanamente son repartos de poder, en vez de trabajo por el bienestar de los clientes.
Es lo que hace Esperanza Aguirre cuando trata de violentar la Constitución a su antojo para asaltar la cuarta entidad financiera española.
Por más que Barreda se queje de que Unicaja formuló condiciones terribles para CCM, lo que sucedió es que no estaba dispuesta a cargar con el muerto y exponerse a estar a la vuelta de unos meses en una situación similar. El presidente andaluz, Manuel Chaves, no podía obligar a los responsables de la caja malagueña a tragarse un sapo que no iban a poder digerir. ¡Ojalá la actuación de Moltó hubiese tenido la seriedad de la de Braulio Medel!
Barreda puede quedarse como el último de Filipinas en la defensa de Moltó y su ruinosa gestión (vamos a ver cómo explica ese individuo que las cuentas no cuadrasen tal y como pretendía hacerlas aprobar). Pero algo tendrá que decir María Dolores de Cospedal, porque en el consejo de CCM se han sentado personas de confianza del PP. Sin ir más lejos, en la corporación industrial su propio compañero sentimental, Ignacio López del Hierro.
Pero hay más lecciones. Por ejemplo que precisamos un nuevo modelo de crecimiento. La fiebre del “ladrillo” es, sin lugar a dudas, la enfermedad que ha quebrantado a la más joven de las entidades financieras españolas, y ha estado a punto de contagiar a algunas otras. Moltó era consciente desde hace varios años de que la burbuja inmobiliaria tenía que estallar, pero en lugar de buscar otra cesta para colocar los huevos, siguió adelante en una carrera suicida hacia ninguna parte.
La España que gobiernan ahora los socialistas, y antes la derecha, sigue sin abdicar de ese modelo por más que digan. La única inversión rentable en el porvenir de nuestra patria es en EDUCACIÓN, así con mayúsculas. Sólo hay un modelo de crecimiento estable en nuestro horizonte, que es la cultura, el conocimiento y la tecnología. Lo demás son paños calientes.
Para alcanzar ese modelo se precisan grandes inversiones en educación y también mayores garantías para quienes educan, bien sean los padres o bien los profesores. En lugar de eso, en ese prurito garantista que le ha brotado al Ejecutivo, los padres carecen de instrumentos educativos, como el cachete, y los profesores sufren la amenaza de “kale borroka” dentro de sus aulas.
Episodios como el lamentable asesinato aún sin aclarar de Marta del Castillo sólo son la punta de un iceberg de enormes dimensiones. Nuestros menores dejan mucho que desear, porque también dejamos mucho que desear sus mayores, y de modo especial los políticos.
Las actuaciones arrogantes y prepotentes de muchos responsables políticos, a todos los niveles –nacional, regional o local-, suponen un mal ejemplo para las nuevas generaciones. La primera lección de educación para la ciudadanía no se imparte en las aulas, sino desde los salones de la política y las mesas camilla hogareñas.
Deben entender tantos y tantos jóvenes de la subcultura del botellón y la litrona que la verdadera democracia, la que todos queremos y respaldamos, es ante todo orden y responsabilidad, respeto a nuestros semejantes y solidaridad para los más necesitados. No es intolerancia, vocerío y pendencia. Es tolerancia en vez de arrogancia.
Pero cuando desde el poder se olvida que hay que cumplir la ley en toda su extensión y en vez de ello se fomenta la adoración del becerro de oro, se acaba por confundir a aquellos a quienes se debiera enseñar el recto camino y de ese modo acabarán generaciones enteras como los israelitas en el desierto: perdidos.