domingo, 29 de marzo de 2009

Análisis

Crónica de una intervención anunciada

Por A. Sabrido
Caja Castilla-La Mancha es la más joven de las entidades financieras españolas. Sólo tiene 17 años de edad y ya se ha visto abocada a una terrible agonía por la mala gestión de sus responsables, con Hernández Moltó a la cabeza, y como consecuencia de dos factores fundamentales: haberse subido al inestable furgón del “ladrillo” y haber tratado de expandirse fuera de su ámbito natural.
Aunque no querían confesarlo, hace meses que el rumor corría por doquier: CCM venía arrastrando una auténtica crisis de solvencia y una patológica falta de liquidez. ¡Casí ná! Por decirlo con palabras propias del pueblo llano. Esas dos carencias son el peor cáncer al que se puede enfrentar una entidad financiera.
Los errores estratégicos de CCM son de la responsabilidad de su hasta ahora presidente, el mencionado Hernández Moltó, antiguo diputado del PSOE y prohombre del socialismo regional, a quien se premiaron con ese caramelo los servicios prestados, primordialmente la pública lapidación en las Cortes de un hombre a quien no tenía categoría para descalzar: Mariano Rubio.
Durante unos días, Moltó y quienes le aguantaban la silla (por ejemplo el presidente regional, José María Barreda) hicieron creer en el espejismo de la viabilidad de CCM mediante la fusión con la andaluza Unicaja. Pero los andaluces, cuando vieron la realidad del mega desastre de CCM, se echaron atrás y le dejaron con el “culo al aire” (perdonen la expresión).
No le ha quedado más remedio al Banco de España que optar por la medida más espectacular y radical, porque radical y espectacular era la necesidad en CCM. Había que garantizar sus dineros a más de un millón de clientes. Es posible que en el banco emisor haya también una secreta satisfacción por exhibir la pésima gestión de Moltó, el individuo que se ensañó sin vergüenza contra Mariano Rubio, a la sazón gobernador del Banco de España.
A Rubio, ya desaparecido, se le reconoce ahora sin ambigüedad la paternidad de las normas que dan estabilidad a nuestro sistema financiero. Si Rodríguez Zapatero puede vanagloriarse de que los efectos de la recesión no han hecho tambalearse ese entramado, se lo debe prácticamente en su totalidad a la previsión de Mariano Rubio y en modo alguno a personajes como Moltó.
La Caja Castilla-La Mancha fue creada en 1992, mediante la fusión de las cajas provinciales de Albacete, Cuenca y Ciudad Real y Toledo. En 2008 presentó un beneficio consolidado 29,8 millones de euros, pero esa cifra disimulaba a duras penas el hecho de que era un 87,1% menos que en 2007. El problema radicaba en la morosidad.
Esta misma semana, el Partido Popular había solicitado que se abriese una comisión de investigación en las Cortes regionales para que diese la cara el gobierno regional del señor Barreda.
Se hablaba aún de la absorción por Unicaja, pero ya se presentía que el desastre era de mucho mayor calado. Había y aún hay, amén de los depósitos de los clientes, nada menos que 3.000 empleos en juego. Vista ahora, con perspectiva histórica de unos días, la petición resultaba incluso moderada.
Desde la propia CCM se respondió con la chulería propia de Moltó. El vicepresidente segundo, Ángel Nicolás pidió al PP que abriese una investigación en Caja Madrid, donde Gallardón y Aguirre mantienen una pugna para controlar la entidad.
A esas horas, Unicaja aguardaba la auditoría sobre CCM solicitada a Price Waterhouse para analizar la viabilidad de lo que se llama fusión, pero no era otra cosa que una absorción. El resultado se esperaba para después de Semana Santa, pero el anticipo que recibiesen los andaluces debió ser tan desesperanzador, que renunciaron a seguir adelante. Al Banco de España no le quedaba más que la intervención, aunque quedase en evidencia la desastrosa gestión de Moltó y el descabellado apoyo de Barreda, convertido en una especie de Ibarretxe castellano manchego.
Porque lo que no existía era la “normalidad” que dijo Ángel Nicolás, quien ahora pasará a engrosar las filas del paro. No estaban tan convencidos los 3.000 empleados de CCM, que expresaban sus temores en base a las tres “íes”: “intranquilidad, inquietud e indignación”. Hasta los sindicatos UGTy Comisiones reconocieron que la situación era “problemática” y que los empleados estaban al borde del “colapso mental, físico y anímico”. A esas alturas, los asustados clientes habían retirado ya la friolera de 2.000 millones de euros. Puede incluso que más.
Ahora, los efectos de esta tempestad de tierra adentro deberían alcanzar en justicia a José María Barreda, ese profesor de Historia metido a gestor de nuestra región. Quizá tendría que haber prestado más atención a este asunto, en vez de andar jugando a los trasvases, los estatutos y riendo las gracias de su conmilitón Moltó. Pero vamos a ver cómo se las apaña para salir a flote. La política, donde existe poca tradición democrática y los partidos no son otra cosa que maquinarias de poder, tiene estas cosas. Y Barreda parece un artista en eso de flotar y manejar el aparato de su partido.