jueves, 7 de enero de 2010

Tribuna Libre

Laporta y la Constitución

Por Luis María Anson
NO SÉ a qué viene tanto rumor de vestiduras rasgadas por las declaraciones de Joan Laporta en este periódico. Son espadas como labios. El presidente del Barcelona tiene todo el derecho del mundo a querer ser lo mismo que Gil y Gil, a imitar a Berlusconi, a clamar por el secesionismo de Cataluña y a instalarse en el siglo XIX. La libertad de la Monarquía de todos le ampara.
Después de mil años de historia común y cinco siglos de unidad española, habrá que convenir que Cataluña no es una cuestión que concierne sólo a los catalanes sino a todos los españoles. Como Joan Laporta no quiere convertirse en un golpista, estoy seguro de ello, tendrá que someter sus aspiraciones al imperio de la ley. Así es que le voy a recordar brevemente lo que deberá hacer para conseguir la independencia de Cataluña, de cuyo presunto Estado pretende convertirse en Jefe.
Tras obtener un resultado decoroso en las elecciones autonómicas y después en las generales, su partido todavía nonato tendrá que ajustarse a lo que reglamentariamente se exige para proponer al Congreso de los Diputados la reforma del Título I, del Título II y del Título VIII de la Constitución.
Después, ajustándose ceñidamente al Título X, se producirá en Cortes Generales la votación para aprobar la reforma Laporta. Conforme al artículo 168 de la Constitución el presidente del Barça deberá conseguir que las dos terceras partes de los diputados voten a su favor. A continuación, si es que Laporta corona semejante hazaña, su propuesta pasará al Senado. La Cámara Alta deberá aprobar por dos tercios las aspiraciones secesionistas del presidente futbolero.
No, no se termina aquí la liga constitucional. Una vez Laporta haya conseguido que las dos terceras partes de los diputados y de los senadores voten a su favor, se disolverán las Cortes y se convocarán elecciones generales que producirán un nuevo Congreso y un nuevo Senado. Joan Laporta deberá conseguir que sus planteamientos secesionistas sean votados por las dos terceras partes del nuevo Congreso. Y a continuación, si consigue el apoyo de los diputados, por los dos tercios del nuevo Senado.
Tras escalar este Himalaya, tras vencer en todos los partidos, Joan Laporta deberá todavía jugar la gran final. Su reforma secesionista de la Constitución aprobada por el Congreso y el Senado en dos legislaturas diferentes se sometería a referéndum del pueblo. De todo el pueblo español. Y sólo si en ese referéndum consigue Laporta la mitad más uno de los votos, la Constitución quedará reformada y abierto legalmente el camino para la secesión de Cataluña.
Salirse del procedimiento de la Constitución, aprobada por la voluntad libremente expresada del pueblo español, sería alinearse con el golpismo, que no sólo reside en los sables. La independencia de Cataluña, el secesionismo para hablar con propiedad, es posible y la Constitución lo tiene previsto en su Título X. A Joan Laporta le espera una ingente tarea por delante. Ya sabe a qué atenerse.
España es, con Francia e Inglaterra, una de las tres grandes naciones de la Edad Moderna y Contemporánea. Tras 500 años de unidad nacional, las cautelas constitucionales para evitar que líderes futboleros la despedacen son lógicas y acertadas, sobre todo cuando el pueblo mira abiertamente hacia el futuro que son los Estados Unidos de Europa y los partidos nacionalistas, como la mujer de Lot, vuelven su vista enmohecida hacia el siglo XIX. Si Felipe González fuera hoy el líder socialista, Joan Laporta se estaría calladito. Es la debilidad de Zapatero y sus disparatadas ocurrencias lo que ha dado alas a las desmesuras nacionalistas y a declaraciones como las que se han publicado.

(Luis María Anson es escritor, periodista y miembro de la Real Academia Española)