jueves, 14 de enero de 2010

Crónicas Bárbaras

Burka para Esquilache

Por M. Molares

Habiba es marroquí. Trabaja en la casa de una familia española a la que llega cubierta con el hiyab y el rostro tapado con el litam. Se los retira al entrar y suspira aliviada. Trabajar es su descanso: no la molestarán ni su marido, amo que vive de explotar a tres esposas como asistentas, ni otros mahometanos que le exigen a sus mujeres encubrirse cada día más.
Hace unos años Habiba, como tantas musulmanas, llevaba la cabeza descubierta. Poco a poco, la presión religiosa y machista se incrementó. “Acabaremos cargando el burka, que están imponiéndolo donde nunca se usó”, se lamenta. Hace poco, cerca de Toledo, una inmigrante marroquí recibió una paliza brutal por no llevar velo. Sufrió un aborto y el hospital donde la atendieron supo por qué la habían torturado.
“Como mínimo ya es común que muchos hombres piadosos le llamen puta y que le escupan a la musulmana sin velo”, dice Habiba.
El supuesto progresismo izquierdista se opone a la reciente ley francesa que multará con 750 euros a quien lleve burka en espacios públicos: dice que es un acto voluntario.
En la España de 1766 el ilustrado marqués de Esquilache impuso doce días de cárcel y seis ducados de multa a quienes se embozaban tras capas y chambergos, burkas machos usados para delinquir. En distintos países, incluyendo el Reino Unido, hubo terroristas que huyeron haciéndose pasar por mujeres bajo el burka, pero el falso progresismo multiculturalista y relativista continúa proclamando la voluntariedad de las tapaderas de humillación y de delitos.
Ni siquiera analizan lo que significa la presión social que están sufriendo gradualmente las mujeres musulmanas para que se enclaustren más y más. Infeliz Habiba. Y pobre Esquilache: se le se amotinaron los españoles y lo desterraron, aunque eso ocurrió hace 244 años.

(M. Molares es escritor, periodista y marino mercante)