jueves, 2 de julio de 2009

Editorial

El culo y las témporas

El gobierno tripartito catalán ha dado ejemplo de su escasa sensibilidad con el sentimiento de un segmento importante de población al no acudir ni una de sus tres máximas figuras a las exequias en India de Vicente Ferrer, a quien cabría definir como un hombre en el buen sentido de la palabra bueno. Ahora ha querido dar otra faz, asistiendo para salir en la foto del funeral barcelonés.
Es un claro ejemplo de eso que, desde hace una eternidad, llamamos confundir el culo con las témporas (recomendamos el uso del diccionario a todos aquellos que ignoran lo que el segundo término significa).
Porque el rechazo a una religión, por opresora que en tiempos haya sido y aún sea, equivale a dar la espalda los sentimientos más hondos de una parte importante de esa sociedad a la que los políticos dicen querer representar como un todo.
Los más grandes políticos de nuestra historia reciente –de todas las ideologías- así lo comprendieron y actuaron en consecuencia. Ahora muchos de los políticos de ahora siguen aferrados a la confusión sobre el culo y las témporas. Incluso en nuestro entorno más inmediato.
Vamos a poner un ejemplo: Algunos regidores asisten sin complejos a los funerales, que no son otra cosa que actos litúrgicos, incluso cuando hacen gala de ser agnósticos y hasta ateos. Nada que objetar porque cualquiera de esas opciones es tan válida como la de quien tiene una fe religiosa. Pero esa actitud no se corresponde con otros actos. Y es en ello donde radica lo que de desafortunado tienen determinados comportamientos. Otro día hablaremos de cómo, cuánto y con qué entusiasmo se hace el ridículo cerca de nosotros.
Fíjense, en otro ejemplo más: La provincia de Toledo es como un agujero negro en el mundo de las peregrinaciones jacobeas, pese a ser cruzada por algunas de esas rutas y singularmente Escalona. Ni existen asociaciones de ayuda o promoción, ni interés de las autoridades, ni seguramente la menor idea de lo que todo esto supone.
Hoy en día la gente camina por esas rutas, movida en general por una cierta espiritualidad o una búsqueda interior, más que por razones relacionadas con una religión determinada. Y no sólo camina, también pone en juego lo mejor que encierra el corazón humano, como es el sentido de la hospitalidad, es decir, de ayudar solidariamente a esos que llegan a nuestra puerta, sudorosos y fatigados, y sin embargo con una expresión feliz.
En amplias zonas de España han descubierto que el peregrino ya no es un mendigo. Con frecuencia, bajo el sudor y la fatiga se esconde una persona con cierto nivel social e intelectual. El año pasado, sin ir más lejos, pasó sin ser notado entre nosotros un escritor y teólogo holandés de gran reputación, Ad Rouwerdhal. Es autor de un libro de reflexiones que se titula “Stap far stap” (Paso a paso) y es una autoridad en su tierra.
Aquejado de una tendinitis, calado hasta los huesos por la lluvia y encantado de hablar con alguien, tuvo que añadir a su caminata de más de mil kilómetros desde Valencia, casi un kilómetro más para ir hasta el humilde albergue que pone a disposición de los peregrinos nuestro municipio en el Instituto. Y una vez allí, dormir sobre una incómoda colchoneta de gimnasia.
No sólo no se quejó de la cutrez, sino que estuvo agradecido. Pero ello no evita que pensemos que una población como Escalona, que antaño tuvo dos hospitales –ambos desaparecidos por la incuria de nuestros ediles-, uno de ellos, el de Santiago, sólo para peregrinos, merecería tener algo más digno que ofrecer a esa gente que transita por nuestros caminos y calles en busca de sí mismos. O sea, un mejor cobijo, más cercano o en la misma ruta jacobea, y sobre todo una cama con cierto decoro.
Esos peregrinos son un valioso testimonio de lo mejor o lo peor que les ofrecemos. Otro insigne caminante, el francés Ferdinand Soler, gran animador en París de lo que tiene que ver con las peregrinaciones, pasó hace más años por Escalona en una de sus 13 caminatas (la última, de 4 meses, le condujo en 2008 de Roma a Santiago). Ese hombre que aparecía en el reciente documental de National Geographic sobre el Camino de Santiago, guarda la siguiente imagen de Escalona: Un lugar que debió ser hermoso un día, estropeado por la falta de interés de quienes deberían cuidarlo y un borrón para el peregrino en su Camino. Y la hospitalidad no ha mejorado desde que él nos visitó y atravesó el pueblo de sur a norte.
Aún peor: En el norte de España, muchas poblaciones prosperan y preservan su patrimonio gracias a que están en las rutas jacobeas. Hay una economía relacionada con el Camino y sus símbolos. Modesta, pero constante. ¿Sabían ustedes que en estos tiempos de crisis, el Camino de Santiago es el único segmento de la actividad turística que no sólo no decae, sino que hasta crece?
¿Y sería mucho pedir que nuestros munícipes se enteraran de esas y otras cosas y pusieran algo de su parte para dejar mejor sabor de boca en esos humildes –que no pobres- peregrinos y también para aprovechar el dinero que se mueve en torno a ellos?
¿O será que, equivocadamente, identifican peregrinación con religión y se dejan llevar por ese atavismo conocido que hace a muchos de ellos torcer el gesto cuando se mencionan determinadas palabras relacionadas con la espiritualidad de las personas?
Porque de ser tal, será otro modo de seguir el ejemplo de esos politicuchos catalanes, como el ínclito Carod Rovira, a quien le duele ir a la India a rendir homenaje a un hombre bueno, y no se corta de hacer el indio (éste americano) con arripápalos y disfraces en las comunidades indígenas. O de plantarse una corona de espinas en plan de coña, en una visita a Tierra Santa. Pero claro, a ese y otro tipo de personajes grotescos, lo difícil es pedirles que razonen y no confundan el culo y las témporas. ¿Qué ya han averiguado lo que son éstas? ¡Enhorabuena entonces!