viernes, 31 de julio de 2009

Crisis Económica - Reportaje

Adiós a la cultura del despilfarro

E. Vázquez
Madrid.- De esta crisis, dicen los publicistas, saldrá un consumidor diferente, con otra actitud, ya que se ha tocado fondo. Ahora tiene más valores, y va a ser un poco más austero, también porque va a haber menos riqueza.
Además, ese nuevo consumidor será selectivo y en algunos productos siempre estará dispuesto a gastar dinero. Pero otras muchas cosas han cambiado. Todo ese mileurismo del que se habla se va a quedar una buena temporada en la sociedad y va a haber menos poder adquisitivo. Por eso nacen fenómenos como el low cost (precio bajo).
La opinión de los publicistas, que trabajan para hacer más atractivo el mensaje de los productos es que algo ocurre en el mercado. Los españoles han pasado de la euforia al pánico en el consumo, se han entregado al fenómeno del bajo coste y han empezado a ahorrar en pequeñas cosas, como comer en casa o llevarse la fiambrera al trabajo (esto, por ejemplo, ha crecido un 8% en un año).
Unas costumbres se quedarán y otras se olvidarán tan rápido como resucite la economía. Pero economistas y sociólogos coinciden en que hay un punto de inflexión en los hábitos, y aunque el hedonismo sobreviva empieza a beber de nuevas fuentes, en el idioma económico, de nuevas oportunidades de negocio.
La reflexión irrumpe en la resaca de la fiesta económica. La espiral de consumismo, de acumulación de bienes en un país maravillado con su explosión económica se refleja en cómo entre 2005 y 2007 se multiplicaron centros con cientos de trasteros de alquiler de entre dos y 25 metros cuadrados, conocidos con el anglicismo de self storages. La gente se lanzó a alquilarlos porque sus posesiones crecían y no tenían espacio en viviendas que, al mismo tiempo, eran cada vez más pequeñas y más caras. Esta disfunción dibuja muy bien la distorsión económica que ha vivido España.
"La psicosis durará seguramente más que la crisis, así que vamos a ver un consumidor más prudente en el futuro. Ahora va a haber una bajada de la renta disponible de las familias que luego se recuperará, el consumo también, pero desde luego no se va a repetir una etapa tan expansiva como la de los últimos 10 años, el escenario será más contenido", dice Xavier Segura, jefe del servicio de estudios de Caixa Catalunya.
La entidad ha previsto para este año la primera caída de la renta de las familias en 15 años. En concreto, prevé un descenso de un 2,7% en términos nominales (es decir, sin contar el efecto que tienen las oscilaciones de los precios de las cosas) y el 2,3% en términos reales, considerando la inflación. Y la tasa de ahorro de los hogares es precisamente ahora, en pleno declive, cuando no deja de crecer.
Habrá menos dinero para gastar durante algunos años. Pero también menos necesidad de hacerlo después de una época de aprovisionamiento de casi todo. Los españoles han acumulado stocks de múltiples bienes que ahora se tendrán que agotar antes de ser repuestos. Muchas casas tienen ropas sin estrenar y los expertos prevén que el consumir no será como antes.
El placer más o menos efímero que el consumo genera no tiene visos de desaparecer, pero el consumismo no es algo consustancial a la persona, "es consustancial a nuestro sistema económico, que sólo puede sustentase sobre una sociedad que nunca deje de comprar", matiza el psicólogo Javier Garcés.
Cuando comenzó la sociedad de bienestar, las teorías humanistas de los años 50 y 60 pronosticaban que el ser humano aumentaría y aumentaría su consumo hasta un límite, superado el cual empezaría a bajar su ritmo de adquisición de bienes. La debacle económica, con la cota de más de cuatro millones de parados, ha tenido un efecto traumático para todos los consumidores, estén o no afectados por la crisis, y su perfil no volverá a ser el mismo.
Hay un nuevo prejuicio hacia el gasto, la ostentación y el lujo en esta crisis. Hay mucha gente que no pasa penurias, pero ha dejado de darse caprichos, por eso el lujo está sufriendo tanto. La dialéctica austeridad-despilfarro es una constante en los ciclos económicos, por ello el consumo creció un 3,8% en 2007, sólo avanzó un 1,4% en 2008 y ha empezado a bajar. Pero el giro que ha dado el consumidor español en los últimos años también tiene algo de estructural.
El ciudadano ha aprendido a comprar los productos más baratos. Cuando viene de una época de crisis, el aprendizaje dura muchos años y las empresas van a tener que aportar cada vez más valor a precios más ajustados. Por eso, la cuota de mercado de los productos de marca blanca en los supermercados españoles haya escalado hasta el 32%, o que, de todos los pasajeros de aviones que han pasado por en España el pasado mes de junio, el 51,7% lo haya hecho en aerolíneas de bajo coste, 2,6 puntos más que en el mismo mes del año pasado.
La compra semanal es mucho más planificada. El consumidor ha vuelto a unos hábitos más racionales y responsables, haciendo compras más pequeñas, aunque sean más frecuentes, con menos productos superfluos, y recuperando la práctica de la lista de la compra, que ayuda a evitar la adquisición impulsiva.
Pero el gran cambio de esquema, el fin de la cultura de consumo, parece improbable. La sociedad hedonista, la doctrina que proclama el placer como fin supremo de la vida, vaticinan los expertos, va a seguir, y buscará ese placer consumiendo, aunque puede ser distinto, viajando, haciendo cursos de ganchillo, incluso, pero seguirá.