viernes, 24 de julio de 2009

Editorial

Los lobos con piel de oveja rondan a los trabajadores de España

A estas alturas, es difícil que queden muchas personas sin comprender que la crisis económica que padecemos se la debemos en un muchísimos por ciento a la codicia del mundo financiero, a sus malos usos y sobre todo a los abusos que han cometido durante décadas en nombre de eso que ellos llaman liberalismo, para no emplear términos como voracidad.
Sus exponentes en España no han entendido todavía que el peaje de sus desmanes lo estamos pagando todos, o mejor dicho, todos menos ellos. La banca sigue anotando beneficios (no todos los que esperaban, pero más de los que merecen) y los empresarios, sobre todo los más grandes, aprovechando las ayudas (con dinero de nuestros impuestos) para liberarse de lo que ellos consideran cargas, es decir, trabajadores con experiencia, dedicación… y años.
Su verdadera naturaleza de lobos con piel de cordero la han exhibido estos días en la mesa de negociación sobre el mercado labora. Y lo que han pedido, sin cortarse un pelo, es que el gobierno y los trabajadores renuncien para darles gusto a los avances sociales acumulados durante décadas. Resumiendo, que el despido no sólo sea libre, sino también barato y fácil.
A cambio es de suponer que ofrecen crear empleo. Pero en esa oferta hay una gran falsedad. Porque si esos adinerados quieren acumular más fortunas siempre tendrán que lograrlo mediante el esfuerzo de otros, es decir con el trabajo de la mayoría haciendo productiva su inversión.
El dinero, el de esos negociantes, no tiene patria ni bandera. Se lo llevan a donde les conviene y lo convierten en contratos. Sin el trabajo de los contratados su dinero es papel mojado. Por eso hay que hacerles frente y pararles. Si ellos no mueven su dinero y aceptan las conquistas sociales, debe ser el Estado quien ocupe el campo que ellos dejan libre. O inversores extranjeros, que no van a faltar.
Desde estas páginas hemos discrepado con frecuencia del Gobierno socialista por diferentes razones. Hoy no nos duelen prendas de animarle a plantar cara a esos ansiosos empresarios que siguen a Gerardo Díaz Ferrán (como se echa de menos el buen juicio de su predecesor). Y también animamos a los sindicatos. ¡Estamos de su parte y somos muchos más! ¡Además nos necesitan por más que se tiren faroles!
Todos debemos desear el acuerdo social, pero no a cualquier precio. Si Díaz Ferrán no se aviene a razones no hay por qué mendigar nada. Se cierra la mesa y veremos qué pasa después. En casa de los prebostes de la CEOE no se vive la dificultad de los hogares de más de cuatro millones de ciudadanos españoles que han perdido sus puestos de trabajo por la codicia y la pésima gestión de los Díaz Ferranes de turno.
Hacen bien Zapatero y Corbacho de plantarse. En esa batalla van a tener a muchos detrás de ellos. Pero que no renuncien a darla. Veremos hasta donde son capaces de sacar pecho los líderes de la CEOE que aspiran lisa y llanamente a la indefensión jurídica de los trabajadores de España. El mundo de los esclavos se acabó por estas tierras. Y el de los siseñores.
El diálogo tiene que tener un límite que fija la razón. Si se pasa la línea roja de lo razonable, hay que empezar a organizarse para poner fin al abuso. Y además deberían ser un poco más humildes y tratar de no sacar tajada en el lío en el que ellos, los financieros más que nadie, nos han metido a todos con su ideario de la insolidaridad y la codicia.