miércoles, 18 de noviembre de 2009

Editorial

El Camino de Santiago y la necesidad de un andadero seguro hasta Paredes

La aparición de señales instaladas por el Ministerio de Fomento en los accesos al puente, en las que se indica a los automovilistas la posible presencia de peregrinos del Camino de Santiago, trae a primer plano esta circunstancia no siempre calibrada adecuadamente en Escalona y que, sin embargo, podría constituir uno más entre los potenciales motores económicos de la Villa.
Parece ser que ahora, ante la previsible llegada de más peregrinos en 2010, por celebrarse el último Año Santo compostelano hasta 2021, algunos responsables se han dado cuenta de esa circunstancia y se proponen promover el Camino en Escalona como un atractivo turístico más. No está mal, pero que conste que no es suficiente. O al menos no debería serlo.
Por Escalona, y hay constancia de ello, vienen pasando peregrinos de camino a Santiago desde la Edad Media. Durante varios siglos existieron dos hospitales de peregrinos en la Villa, los de Santiago y San Andrés, desgraciadamente hoy suprimidos por falta de sensibilidad incluso artística.
A comienzos del pasado siglo XX, hay testimonios de personas aún vivas de que los peregrinos buscaban alojamiento en la antigua Posada, que curiosamente existía a la entrada de la Villa por la también desaparecida Puerta del Río, que aún conserva su nombre pero no ya el edificio similar al de otras puertas de acceso al recinto amurallado.
En los años ochenta del pasado siglo la iniciativa de algunas personas y sobre todo de D. Elías Valiña, el célebre Cura de O Cebreiro, consiguió reanimar el espíritu de las peregrinaciones jacobeas que, aunque jamás desapareció, sí que estuvo durante algún tiempo reducido a la mínima expresión. A Valiña se le debe eso, la primera guía del Camino Francés y sobre todo las señales con flechas amarillas que ahora abundan y que se han convertido en verdadero icono en camisetas, pines y objetos de recuerdo. Nadie se pierde en el Camino si busca las flechas amarillas del Cura de O Cebreiro.
Pues bien, lo que se conoce como “renacimiento” del Camino de Santiago comenzó con fuerza gracias a Valiña en el itinerario conocido como Camino Francés, que va desde Roncesvalles a Compostela, y más tarde una serie de afortunadas gestiones lograron el reconocimiento de distintas instituciones (Consejo de Europa, Unión Europea o UNESCO) como itinerario de interés cultural para lo que también ha sido apodado “la Calle Mayor de Europa”. La guinda del pastel llegó en 2004 con el Premio Príncipe de Asturias al Camino como elemento de concordia.
Y fue a partir de ese momento cuando la fiebre del Camino se propagó deprisa por todas partes y comenzaron a recuperarse las viejas rutas de peregrinación compostelana desde todos los puntos de la Península e incluso allende las fronteras. Esa fiebre se ha contagiado hace tiempo a nuestras tierras y promete extenderse aún más ese contagio por lo que el Camino de Santiago, más incluso que el destino compostelano, encierra de recuperación de valores perdidos o en trance de desaparición como la solidaridad, el esfuerzo, el encuentro con uno mismo, y la hospitalidad, sin olvidar el ejercicio más saludable, que es andar.
Muchos políticos por toda España han comprendido, más que nada, el interés económico que puede haber en la proximidad del Camino y el atractivo para el turismo. Pero no deberían olvidar que -como sostiene el profesor Olivier Cébé, de la Universidad de Toulouse y miembro del Comité Internacional de Expertos del Camino de Santiago-, sin peregrinos no hay Camino. Por tanto, tampoco debieran pasar por alto que, antes de nada, se precisa atender las necesidades del peregrino, que es el verdadero “usuario” del Camino y la razón de ser de éste.
Esas señales y otras que se anuncian para marcar apropiadamente las rutas de peregrinación, son un elemento necesario. Pero no son, ni mucho menos, las infraestructuras más precisas en el Camino. Sobre todo en rutas difíciles, como las que pasan por Escalona, y más que nada en épocas de clima extremo.
Dos son las rutas que atraviesan Escalona y su término. Ambas provienen del Mediterráneo. La que tiene más sustento histórico (sigue el trazado de un Camino Real de Castilla) arranca en Alicante y cruza en una diagonal perfecta la Península. Se une en Astorga al Camino Francés, el río más caudaloso de esas sendas peregrinas. Antes, se le unen otros caminos, como el denominado Manchego, que viene desde Ciudad Real y conecta con los ramales mozárabes andaluces.
La segunda ruta, con menos sustento histórico y más tortuosa, parte de Valencia. En el caso de Escalona ambas coinciden desde la entrada sur al puente, hasta la salida del Arco de San Miguel, donde se separan.
Lo primero y más necesario para los peregrinos de cualquiera de esas rutas son los albergues o lugares de acogida. Pero a la hora de crearlos hay que tener en cuenta varios factores. Uno es que los peregrinos hace mucho tiempo que ni son mendigos, ni piden caridad, y que quienes lo hacen es posible que no sean peregrinos, sino mochileros o indigentes. Ellos también deben recibir asistencia, pero no parece oportuno mezclarlos con los verdaderos peregrinos. La hospitalidad en estos tiempos debe ir acompañada de dignidad y unas dosis de confort.
Escalona ofrece hoy una acogida generosa, por ser gratuita, en una dependencia del Instituto, pero su equipamiento es exiguo y su situación demasiado alejada del propio Camino. Sería oportuno ofrecer un lugar más cercano a la ruta y mejor equipado y ya hay una Asociación local de Amigos del Camino dispuesta para involucrarse en esa tarea. Hay una obra de misericordia que muchos deberían recordar a este propósito: Dar posada al peregrino.
Después de los lugares de acogida, la siguiente premisa es la seguridad, que requiere sobre todo lugares apropiados para caminar sin el peligro de ser arrollado por cualquier tipo de vehículo. La creación de andaderos en los lugares más expuestos, que no tiene porque resultar costosa, es mucho más importante que las señales. La carretera de Escalona a Paredes, por ejemplo, precisa uno de esos andaderos en un tramo de casi dos kilómetros y las Asociaciones jacobeas están siempre disponibles para ayudar y asesorar. En la cercana Almorox, por donde va otro Camino, se expone al peregrino durante kilómetros al riesgo de la cuneta y son muchos de éstos quienes señalan a ese municipio como poco amistoso para ellos.
Por fin, hay otras dos infraestructuras muy recomendables y necesarias en zonas geográficas como la nuestra debido a los rigores climáticos. Una son las fuentes, estratégicamente situadas, en las que poder aprovisionarse e incluso hidratar los pies. La segunda son las sombras. Hay amplias extensiones sin un solo árbol y plantar algunos, como ya hacen otras Comunidades por las que pasan los Caminos jacobeos es un modo de ayudar al peregrino y contribuir a la reforestación de nuestro país. Además, en estos tiempos de crisis, la dotación de esas infraestructuras podría permitir dar empleo a personas que carecen del mismo. Y de ese modo, la ruta jacobea podrá contribuir también al desarrollo de los lugares por los que pasa. En Galicia, Castilla y León, La Rioja y Navarra lo saben bien. No habría más que preguntarles.