lunes, 23 de noviembre de 2009

Opinión

Algunos le añoran
Por Diego Armario
Como dijo Arias Navarro, aunque ese día Garzón no vió el telediario y no se enteró, Franco ha muerto. Por lo tanto de Franco ya no quedan ni sus huesos, como mucho alguna estatua ecuestre y alguna calle o plaza recordando su nombre en uno de esos pueblos de alcaldes recalcitrantes que se resisten a aceptar que han pasado treinta y cinco años.
Franco es historia pero no es sociología, y por esa razón no queda nada de su dictadura, salvo las heridas incuradas e incurables de quienes le padecieron como enemigos políticos.
Cuando digo que Franco no es sociología me refiero a que muchos ciudadanos de España nacieron después de su muerte y, salvo por los libros o por lo que les cuentan los de anteriores generaciones, no saben quién fue aquel general golpista, bajito, de voz atiplada y mala leche.
Estos años han hecho que aprendamos a vivir en democracia, asumiendo deberes y respetando derechos, y la normalidad impregna nuestras leyes y nuestras calles.
Sin embargo he de reconocer que treinta y cinco años después hay quienes se empeñan en resucitar a Franco porque lo necesitan para hacer política.
Lo más curioso y a la vez sorprendente es que no pocos de ellos son antiguos franquistas vergonzantes, que ocultan su pasado y que ahora exhiben un currículo de lucha contra la dictadura que nunca tuvieron. Miembros del Opus Dei y colaboradores activos del régimen anterior son hoy azote inmisericorde de la actual derecha política democrática; familiares de golpistas del 23 F y activos militantes de Falange con fotografías que les inmortalizan con la camisa azul y el brazo en alto dan hoy lecciones de democracia desde la izquierda, y ejemplos así podríamos seguir relatando, que no son pocos los periodistas de aquella época, que se han travestido creyendo que la memoria de los demás es frágil o que las hemerotecas no existen.
La paradoja está en que los supuestos antifranquistas son los que están más preocupados con el muerto, aunque lo más probable es que sin él no tienen referencias que les justifiquen.
La ley de memoria histórica – con amnesia sobre lo que ocurrió en la zona republicana – es uno de sus grandes logros.

(Diego Armario es escritor, periodista y ex director de RNE)