miércoles, 4 de noviembre de 2009

Samain antes que Halloween

Por Manuel Molares do Val
Siglos antes de que el cine de Hollywood le exportara al mundo la festividad del Halloween, en numerosos lugares de España y en buena parte de Iberoamérica se celebraban el día y la noche de Samain, jornadas en la que la gente ponía en sus casas calabazas imitando calaveras junto a vasos de vino y algunos alimentos.
A la mañana se comprobaba que los espíritus habían consumido durante la penumbra aquellas bebidas y viandas, antes de volver a sus tumbas hasta el año siguiente.
Los viejos aún recuerdan, al menos desde Cantabria hasta Galicia y medio Portugal, el nombre de Samain, término celta que perdura desde hace casi tres mil años, y que también se llama así en Irlanda, que lo exportó a EE.UU., y este lo devolvió con su terrorífico cine gótico-humorístico.
Que los jóvenes españoles crean ahora hollywoodiense algo tan ancestral y propio es igual que tomar por californiano a Don Quijote porque aparece en una película de la Warner.
En Iberoamérica, especialmente en México, el Día de Todos los Santos y la noche de los muertos es una fiesta esencial del calendario. Las procesiones de coloristas disfraces, las calaveras, las figuras de miga de pan, son mezcla de religión y folclore, Samain y culto a la muerte de los pueblos nativos.
Lo sorprendente es que, a pesar de sus 75 años de edad, el obispo de Sigüenza-Guadalajara, José Sanchez, denuncie el Halloween en una homilía como paganismo cinematográfico, ignorando que calabazas y fantasmas son parte de nuestro Samain.
Sepa, don José, que no es paganismo cinematográfico. Es paganismo autóctono, Y recuerde que, aunque el cristianismo trató de erradicarlo, terminó adoptándolo: por eso el papa Gregorio IV convirtió el viejo Samain en fiesta de Todos los Santos en el año 840.

(Manuel Molares do Val es periodista, escritor y Capitán de la Marina Mercante)