jueves, 19 de noviembre de 2009

Rincón de la Poesia

A uno que mudaba cada día por guardar su mujer


Francisco de Quevedo y Villegas


Cuando tu madre te parió cornudo,
fue tu planeta un cuerno de la luna;
de maderas de cuernos fue tu cuna,
y el castillejo un cuerpo muy agudo.


Gastaste en dijes cuernos a menudo;
la leche que mamaste era cabruna;
diote un cuerpo por armas la Fortuna
y un toro en el remate de tu escudo.


Hecho un corral de cuernos te contemplo;
cuernos pisas con pies de cornería;
a la mañana un cuerno te saluda.


Los cornudos en ti tienen un templo.
Pues, cornudo de ti, ¿adónde iría
siguiéndote una estrella tan cornuda?