domingo, 1 de noviembre de 2009

Editorial

Medidas largamente retrasadas contra la corrupción y el fraude

Que el Gobierno vaya a reformar las leyes de Bases de Régimen Local y Financiación Local con el propósito de dificultar la corrupción parece sugerir, ni más ni menos, que es en el ámbito de nuestros municipios donde se registran más casos de irregularidades y abusos. Lo cual era evidente desde hace mucho tiempo para la mayor parte de los ciudadanos con dos dedos de frente.
¿Por qué, en ese caso, no se ha actuado antes de modo contundente o se han hecho los cambios que ahora se anuncian? Los ciudadanos nos preguntamos, incluso, si es que nuestros gobernantes no notaban hasta ahora que estábamos perdiendo la fe y la confianza en lo que ellos llaman de modo rimbombante la vida pública, a la vista de las dimensiones del escándalo.
Hace más de una década, desde que comenzó a brotar el sarpullido primero y la erupción, más tarde, de los abusos deshonestos, los dedos de los politólogos y analistas señalaron al campo de minas que estaba sembrado en lo referente a la financiación de nuestros municipios, entre la desidia de muchos y la indiferencia nada indiferente de los más. Las finanzas de las que se nutrían las arcas municipales eran como un pozo sin fondo.
En ese tiempo, se hizo ver a quienes no deseaban ver nada que el recurso a la recalificación del suelo y la adjudicación de obras era el único camino dejado a disposición de tantos munícipes de la nación para surtir sus cajas y que, además, era una tentación equivalente a la de dejar una tarta a la puerta de un colegio en la hora de recreo.
Por esas “posibilidades”, no cabe duda que más de uno y más de dos se sintieron atraídos por una práctica política que les brindaba la capacidad de engordar su cuenta bancaria aunque no fuese por métodos demasiado dignos. Porque aunque algunos fueron legales, no dejaban de ser ilícitos.
Como ha escrito algún comentarista en este tiempo, la situación de muchos ayuntamientos españoles era y sigue siendo como si hubiesen colocado a la zorra a guardar el gallinero. Y lo mismo sería extensivo a otros estamentos de la administración, pero sobre todo al ámbito local o regional. Si reparamos en el caldo de cultivo de los escándalos más sonados de corrupción de los últimos tiempos, la inmensa mayoría se producen en ayuntamientos, diputaciones y ejecutivos regionales.
Lo que era de esperar, en ese caso, es que nuestros gobernantes –los de derecha o izquierda, porque en eso han sido tanto monta y monta tanto- hubiesen actuado de urgencia –y hasta de oficio- ya hace mucho tiempo, y visto que no ha sido así lo deseable es que ahora tomasen medidas con un carácter de urgencia para atajar la epidemia. Pero sigue sin ser así.
Del mismo modo, deberían llevar ya mucho tiempo combatiendo con ganas a ese proceloso pantano en el que se ahogan muchos de los fondos que vendrían de perlas para financiar la lucha contra la crisis, que no es otra cosa que el fraude fiscal.
España es, hoy por hoy, el reino de esa frase que resume las prácticas deshonestas: “¿Con IVA o sin IVA?”. Porque supone que muchísimos españoles, de esos que exigen hasta el último de sus derechos mientras olvidan la primera de sus obligaciones, aún no han comprendido que Hacienda no es una organización mafiosa o ajena a nosotros, y que en realidad somos todos parte de ella y contribuyendo nos ayudamos.
Son las naciones en las que nadie acepta ese juego las que prosperan y tienen un sentimiento más sólido de ciudadanía (esas son las lecciones que deberían aprender nuestros críos en la asignatura homónima). Son las naciones en las que se pagan impuestos como Dios manda, en las que luego hay fondos para hacer frente a las necesidades.
En cambio, nosotros parecemos líderes de lo contrario y hasta somos conscientes de que muchos de nuestros ciudadanos, algunos vecinos y amigos nuestros, viven como auténticos forajidos tributarios y se jactan de no haber pagado jamás un solo impuesto al Fisco, sin comprender que nos están diciendo que nos roban a todos.
Pero como decíamos, en lugar de atajar esos coladeros del dinero que son la corrupción y el fraude, los gobiernos –todos los gobiernos sucesivos desde 1975- han actuado con demasiada condescendencia para los tramposos. Y de esa actitud cobarde vienen muchos de nuestros males, quizá la mayoría de ellos.