martes, 3 de noviembre de 2009

Tribuna Libre

El Santo Job debe perder hoy la paciencia

A MÍ no me parecen tan graves las disidencias en el Partido Popular. En lo sustancial, Rajoy, Gallardón y Aguirre coinciden. Los tres quieren lo mismo: la presidencia del PP. Mariano lucha por conservarla; Esperanza pretende escalar la montaña ahora mismo; Alberto, más cauto, espera el momento en que Rajoy le abra paso.
Conrad Adenauer decía que en política hay que saber combatir al enemigo, al rival y a los compañeros de partido. El viejo zorro alemán añadía que la lucha con los compañeros era la más complicada porque había que librarla en la oscuridad. Con sus indecisiones y sus pasteleos, Rajoy ha permitido que el duelo cainita se celebre al aire libre y bajo los focos de la televisión. Se le han ido las cosas de las manos y de tal manera que el patio de monipodio del PP, el mercado de las verduleras célebres, es ya el plató de Belén Esteban y María José Campanilla insultándose desmelenadas con Jesusín de Ubrique al fondo.
El Santo Job, por cierto, fue un hombre riquísimo. Además de mujer y tres hijas, bellas como los cedros del Líbano, poseía 7.000 ovejas, 3.000 camellos, 500 pares de bueyes, 500 asnas e infinidad de trabajadores a sueldo. Las lenguas de filo cachicuerno aseguran que Rajoy tiene lo mismo en el partido aunque hay que multiplicar el número de los corderos y las asnas. Yaveh le fue arrebatando a Job, para probarle, todo lo que atesoraba pero aquel santo varón no se revolvió contra su Creador y fue premiado al final con la victoria en las generales multiplicando por dos el número de sus ovejas, sus camellos, sus bueyes, sus asnas y sus empleados. Sin necesidad de un ere salió airoso de la crisis.
Rajoy, sin embargo, no debe imitar al Santo Job. Tiene que perder hoy la paciencia, asumir el liderazgo comprometido y restablecer la autoridad de su cargo. Si no termina con las veleidades de Camps, Aguirre, Gallardón, González y Cobo le escabecharán los medios de comunicación y los barones serios del PP, que queda alguno. O ahora o nunca. Ni los afiliados al PP ni sus simpatizantes y votantes pueden tolerar un día más el espectáculo circense al que están sometidos.
Aromado por el incienso que en su loor queman todos los días en su mansión genovita Soraya y Dolores, Rajoy ha perdido el olfato y se le ha organizado una reyerta a navajazo sucio que no hay organismo que pueda soportar. Aznar dispuso que Blesa fuera nombrado al frente de la Caja sin que se produjera el menor escándalo. Rajoy ha conseguido con sus indecisiones encender una fogata de tal calibre que el paro y los disparates de Zapatero han quedado oscurecidos.
Ni pasteleos ni florituras dialécticas ni merengues políticos ni blandenguerías. Al presidente del PP no le queda otro remedio que imponer su autoridad hoy, caiga quien caiga, y sin perder la ecuanimidad ni el sentido de la justicia. Nadie le tolerará una alcaldada
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(Luis María Anson es periodista, escritor y miembro de la Real Academia Española)