A vueltas con la concesión de obras y el empleo
En épocas de vacas gordas, a pocos se les ocurre acordarse del empleo público y no son más que un puñado los empresarios que prefieren optar a las obras temporales financiadas con cargo a la Hacienda pública, por lo general dotadas con menos fondos que las de carácter privado. Pero otra cosa bien diferente es cuando las vacas andan escasas de peso, como es el caso en estos días.
Es bien sabido que las aguas bajan bien revueltas en España, en su conjunto, y en nuestra tierra, de modo particular, para quienes se dedican a la construcción, trátese de empresarios o simples “curritos”. La llamada crisis del “ladrillo” se ha manifestado con toda su intensidad por estos pagos y las miradas de quienes andan sin “curro” se dirige, como es normal, a los que administran los caudales públicos para ver si les cae alguna porción en el reparto de la tarta.
Por ello no es de extrañar que una considerable parte del último Pleno del Ayuntamiento de Escalona, celebrado la pasada semana, se consagrase a los asuntos de la adjudicación de obras públicas, pasadas y futuras, y al cómo y por qué de que las mismas hayan ido a parar a una empresa de capital portuguesa, aunque con sucursal en Madrid, en vez de a los empresarios de Escalona.
Si el sector constructor viviese los boyantes tiempos en que se hacían casas como otros hacen churros, es probable que la cosa ni siquiera hubiese suscitado demasiados comentarios. Pero resulta que ocurre exactamente lo contrario. Y ahí comienzan los problemas. Y, cómo no, las sospechas de por qué las obras se adjudican de un modo y no de otro, a unos en vez de a otros, y de qué puede haber detrás –si es que hay algo- de que las cosas sean así.
Las explicaciones dadas, salvando el fárrago de las leyes invocadas como justificación, han convencido a los que de antemano estaban por la tarea de dejarse convencer y también como cabía esperar, han dejado insatisfechos a los que partían poco interesados en entender lo sucedido.
Lo cierto es que, a lo que parece deducirse, las obras con cargo a la Hacienda las harán empresarios foráneos, aunque con el compromiso de contratar personal y maquinaria locales.
Y entonces, entre la gente de la calle, surgen las preguntas: ¿No era posible hacerlo de otro modo? ¿No había método de hacer que el dinero otorgado revierta en beneficio únicamente del pueblo? ¿Por qué no se han buscado los modos de conseguir desde el estricto respeto a la legalidad que los empresarios escaloneros estuviesen en condiciones (juntos o en comandita) de hacerse con esas adjudicaciones?
Quizá lo que ha fallado –y no es más que el deseo de buscar una respuesta razonable- es el modo de explicar las cosas de modo claro y asequible para la mayoría. Y acaso también, la búsqueda de una política de consenso de todas las fuerzas políticas para hallar soluciones que nadie pueda cuestionar o que no despierten recelo.
Parece normal, que dos partidos tan opuestos como el PSOE y el PP rivalicen sobre muchos aspectos, pero parece menos normal que no busquen superar esa rivalidad, poniendo cada uno algo de su parte, en circunstancias de emergencia nacional como las que se viven en nuestro país.
Es como si los fogoneros de un barco y los responsables del aparejo no fuesen capaces de ponerse de acuerdo a la hora de atajar las vías de agua que amenazan con echar a pique a un buque, pretextando cada uno que sus competencias y habilidades son bien diferentes.
Porque hace tiempo que son un clamor, no sólo en Escalona sino un poco por todas partes, las demandas de los ciudadanos para que sus políticos se dejen de zarandajas y busquen acuerdos que fortalezcan a nuestra patria, en vez de divisiones que la debiliten. Pero sobre todo, en aquellos asuntos en los que nos jugamos nuestro futuro como nación. Y los problemas económicos figuran en esa primera fila de lo que angustia a la ciudadanía.
En la reunión del Pleno Municipal, unos y otros aseguraron su deseo de lograr trabajo para los más e incluso para todos. Y no hay por qué tener dudas de su sinceridad. Pero para ello, seguramente, sería más beneficioso que trabajasen codo con codo, en vez de andar diciéndose de todo menos bonito. Y desde luego, lo mejor de todo sería que fuesen capaces de favorecer la prosperidad de empresarios y trabajadores de la Villa.
Además, para que no existan dudas sobre la limpieza de las actuaciones, quizá sería muy recomendable que éstas se hiciesen con luz y taquígrafos y, más aún, fiscalizadas por una comisión de cuentas suprapartidista. Aunque la ley permita otra cosa.
Lo contrario contribuye a alimentar las sospechas de muchos –sean o no sean atinadas-, demasiado acostumbrados a ver en las portadas de los medios de comunicación los frecuentes casos de gente que aprovecha el río revuelto, para pescar con ventaja.
Pero hay algo que sorprende más. Vivimos tiempos de cambio del modelo productivo impuesto por las circunstancias. El “ladrillo” está condenado y no va a ser posible indultarlo. Es hora de poner en marcha otras “industrias”, de lo que demanda el mundo. Y en esa dirección no se aprecia el menor avance por estas tierras.
Ni vemos otorgar dinero, desde el Gobierno de la Nación o el de la región, ni vemos a nuestros munícipes presentar planes de ese tipo para conseguir fondos del llamado “Plan E” o del que lleva la letra que sea.
Lo malo es que, si seguimos empeñados en financiar obras, en vez de invertir en la creatividad, la innovación y el ingenio, nos arriesgamos a perder el tren de la historia a cambio de poner paños calientes a una actividad a la que debemos en buena parte el problema que se trata de resolver. Y en esa carencia de iniciativas sí que están juntos gobierno municipal y oposición.