viernes, 30 de octubre de 2009

Cultura - Entrevista

Dan Brown vuelve seis años después del “Código da Vinci” con “El símbolo perdido”
Madrid.- Cuando no está inspirado, Dan Brown se calza sus botas antigravedad y se cuelga del techo como un murciélago. Asegura que en esa postura la sangre le bombea ideas frescas a la cabeza y le cambia, además, la perspectiva, algo esencial para resolver los numerosos nudos de sus barrocas tramas. Ha debido de estar boca abajo mucho tiempo en los últimos seis años, los que ha tardado en escribir su última novela, El símbolo perdido (Planeta), pero seguramente le habrá valido la pena, pues se vendieron un millón de ejemplares de la edición inglesa en su primer día en las librerías.
Brown recupera como protagonista al profesor Langdon, el trasunto de Indiana Jones y Umberto Eco que anduvo en pos del Santo Grial en El código Da Vinci. Esta vez le toca el turno a los secretos de la masonería. Brown dice haberse documentado concienzudamente, aunque sus detractores suelen achacarle, además de un estilo literario ramplón, aunque muy efectivo, auténticos disparates en la investigación.
Baste recordar cómo describió Sevilla, ciudad en la que está ambientada su novela Fortaleza digital: policías corruptos que fuman Ducados, hospitales tercermundistas donde, si entras al quirófano, probablemente ya no salgas, olor a orina por doquier y turistas jugándose la vida para visitar la peligrosísima Giralda, cuyas empinadas escalinatas son una trampa mortal, entre otras perlas. Y eso que Brown vivió una temporada a orillas del Guadalquivir. Fue una época decisiva de su vida, pues abandonó el sintetizador con el que pretendía ser un ídolo del pop y se puso a estudiar Historia del Arte, disciplina que le ha dado material para sus argumentos. Pero Brown ha tenido desde niño una tendencia a vivir en su propio mundo: un caldo donde hierven teorías de la conspiración y criptogramas que, de resolverse, cambiarán el mundo.
Pregunta. Empecemos con el enigma más importante de todos: ¿quién es Dan Brown? No ha concedido ninguna entrevista durante seis años...
Dan Brown. ¿Y qué pasa si Dan Brown es un tipo aburrido?
P. ¿Lo es?
D.B. No lo sé. Ya lo descubrirá usted.
P. Le ofrezco dos descripciones para que elija: «Es un blanco petulante y empollón» o «un sabelotodo con poco pelo». Lo dijo usted. ¿Se corresponden con la realidad?
D.B. Sí. Estudié en Exeter, en un internado de élite. Crecí allí; mi padre era profesor , vivíamos en una residencia estudiantil. Es una escuela muy tradicional, sencilla. Soy de esas personas a las que les gusta estudiar más que el fútbol. El mundo cosmopolita de una gran ciudad me resulta muy emocionante, pero no es mi mundo.
P. Los católicos se sintieron gravemente ofendidos con su libro, luego se produjeron las acusaciones de plagio de dos autores que aseguraban que les había copiado parte de la trama. El mundo esperaba una respuesta por su parte, pero se retiró.
D.B. En este mundo moderno se espera que los autores formen parte del olimpo de los famosos. Yo prefiero no hacerlo. No me preocupo por el dinero o la fama. No me veo como una estrella. Mis libros son las estrellas.
P. ¿Por qué está haciendo esta entrevista entonces?
D.B. Estoy orgulloso del nuevo libro y quiero que los fans lo sepan. Además, ahora ya no estoy escribiendo; así que puedo salir de mi capullo y ser durante un breve tiempo una figura pública. Luego volveré a cerrar la puerta.
P. Quizá me aproxime más a usted si nos sumergimos en su infancia. Nos encontramos en su hogar, Exeter. Un mundo muy pequeño.
D.B. Exeter es muy polifacético, un crisol. Estudiantes de 40 países vienen a este internado, los mejores de Kenia, Venezuela, Taiwán... Así que crecí en un mundo multicultural, multiétnico y multiconfesional.
P. Pero también es un mundo muy rico, privilegiado.
D.B. No lo es. Más de la mitad de los alumnos vienen becados. Yo también recibí apoyo financiero. Mi padre era profesor y tenía tres hijos... no teníamos mucho dinero.
P. ¿Habrían sido posibles sus novelas sin su padre? Organizaba en casa juegos de buscar el tesoro...
D.B. Probablemente, no. Mis novelas son una gran búsqueda del tesoro y, de niños, nos lo pasábamos de fábula resolviendo enigmas ocultos.
P.- Incluso el pequeño Exeter tiene ese misterio de hermandades secretas y logias masónicas que tan importante papel desempeñan en su libro.
D.B. Sí, la logia estaba sobre el cine de la ciudad. Tenía ese extraño símbolo y las cortinas siempre echadas, nunca me permitieron subir. Veíamos entrar a la gente, pero nadie sabía qué hacían allí arriba. Aquello siempre me fascinó.
P. ¿Hasta hoy?
D.B. Sí. He dedicado seis años a investigar su mundo.
P. ¿Consiguió acceso a los masones?
D.B. Sí. Hablaban de sus creencias, pero no de sus rituales secretos.
P. ¿Rituales de sangre? ¿Plegarias misteriosas?
D.B. Son secretos. Tuve que indagar en otros sitios.
P. Ha seguido viviendo en Exeter y se va a mudar a una casa llamada Isle of Langdonia, denominada así por el protagonista de sus novelas, Robert Langdon. ¿No se ha pasado un poco?
D.B. No sé cómo se ha enterado de eso, pero es cierto. También la llamo «la fortaleza de la gratitud». A mi mujer y a mí no nos gustan los yates, los coches o los aviones privados. Nos interesa la arquitectura, así que nos hemos construido una obra de arte en forma de casa y nos mudaremos en unos cuantos meses.
P. ¿Tiene pasadizos secretos?
D.B. Al menos, media docena de estancias y pasadizos secretos.
P. ¿Códigos ocultos?
D.B. Por toda la casa. Tenemos una ventana por la que entra el sol a una hora concreta del día y cae sobre un símbolo en un azulejo. Hay claves secretas en las ventanas.
P. ¿Y usted recorre la casa como si fuese un niño pequeño, intentando descifrar los símbolos?
D.B. No, los conozco todos, pero nuestros invitados no. Necesitarían una vida entera para descifrar todos los enigmas.
P. ¿Dónde escribirá?
D.B. En mi nueva novela hay un cuadro que deambula por la casa. Yo tengo ese cuadro. Se moverá por una pequeña habitación en Langdonia. Quizá escriba allí. Nunca he escrito en una casa.