12 de Octubre
Los españoles conmemoramos hoy nuestra Fiesta Nacional en torno a una de las pocas cosas que aún unen a la mayoría: las Fuerzas Armadas.
Una vez más, la vistosidad de los uniformes en la parada militar y sobre todo las banderas ondeando nos recuerdan que, por encima de las pugnas partidistas y las maldades del separatismo –sea éste violento o más tranquilo-, hay una cosa a la que la gran mayoría de los españoles llamamos Patria y una enseña que llamamos nuestra.
Los símbolos, como la bandera o el himno, son algo más de lo que muchos piensan. Y este día 12 de Octubre es una buena ocasión de unirnos y no poner énfasis en lo que nos separa, por más que tantos políticos mediocres –algunos verdaderos indigentes ideológicos- insistan en aferrarse a lo pequeño y negar la importancia de avanzar unidos hacia el futuro común de una gran nación (no 17 pequeños estados).
Seguramente son nuestros militares –aunque entre quienes nos defienden haya hoy un número creciente de soldados nacidos allende los mares- el último reducto del verdadero sentimiento de ser y sentirse español. No tanto de llenarse la boca con la palabra patriotismo, hueca de auténtico significado cuando se abusa de ella.
Patriotismo sería hoy en día sinónimo de limpiar nuestra Patria de corruptos y de suciedad, atajar los abusos de los deshonestos y poner coto a los que tratan de dividir en vez de sumar el esfuerzo de los ciudadanos. Así de simple. Pero para eso no están las Fuerzas Armadas en el Estado de Derecho. Para eso están las instituciones democráticamente elegidas, que no siempre cumplen con ese cometido.
De unos años para esta parte, se suceden los casos de corrupción con nombres de todos conocidos. Si hoy es “Gúrtel”, ayer fue “Malaya” y antes fue “Filesa” y una larga sucesión de asuntos hediondos cuya simple mención provoca en los ciudadanos de bien un sentimiento de hartazgo y de hastío.
Lo malo es que hay muchos más casos aún pendientes de aflorar. Cualquier día nos sorprenderemos con uno nuevo que afecte a personajes conocidos. La podredumbre ha calado hondo y, como los peores males, se contagia y se propaga. Hay muchas instituciones manchadas por la presencia de individuos sin moralidad, que para más “inri” se las dan de mejores que nadie.
Pedía a Dios Dionisio Ridruejo, un español capaz de evolucionar de modo natural desde el falangismo a la socialdemocracia en pleno franquismo, que nos salvase de los “salvadores” de la Patria. Decía bien. Porque no hay nada más antipatriótico que los que presumen de patriotismo, mientras por debajo de la mesa se lo llevan “calentito”. Quizá venga al pelo hacer mención, una vez más, del refranero. Por ejemplo de aquel proverbio popular que dice: “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”.
España, nuestro país, en este 12 de Octubre vive una hora difícil, acaso una de las más difíciles de la reciente historia. Son muchos los españoles que han perdido su fuente de ingresos por causa de una crisis que, aunque tuviese un origen más allá de nuestras fronteras, tenía causas propias que la han hecho más grave. Un cataclismo económico que no se supo ver a tiempo y por ende comenzar a atajar cuando aún era posible.
Por si fuera poco, sufrimos las consecuencias de que un gobierno debilitado por falta de unos pocos escaños, tenga que hacer concesiones ridículas a grupúsculos minoritarios a cambio de los apoyos de los que carece. Pero es que hay algo peor. A los mandos de la nave se encuentra un político sin mucha consistencia, que actúa a veces como un iluminado y otras veces como un incompetente.
Por si todo ello fuese poco, la oposición, sacudida por los escándalos, navega con un rumbo vacilante y teniendo al frente a un personaje que parece incapaz de dar un puñetazo en la mesa y poner fin a los desmanes.
En esas circunstancias son muchos los españoles que, en esta fecha, carecen de referente a la hora de reclamar soluciones para todo lo que les está cayendo encima. Y la única opción que parecen dejarle a mano es alejarse de la política, puesto que ésta que ya no parece ser el servicio al pueblo, sino servirse de él.
Con la imagen de las banderas y de nuestros soldados aún en la retina miramos todos al día siguiente para ver si es cierto que empiezan a rodar cabezas del último asunto con mal tufo, el que salpica a algunos escalones del primer partido de oposición. Y si la opción es cerrar en falso, una vez más, otra herida de esta clase, que no esperen otra cosa que una mayor desafección de los ciudadanos.