¿Cómo hacer frente al sentimiento de culpa?
Por M.G. Marcos
Madrid.-A las consultas de psicólogos acuden personas con trastornos alimentarios, depresión, ansiedad, estrés, problemas familiares… Tras la angustia de muchas de ellas se esconde con frecuencia el sentimiento de culpa, que puede deteriorar la autoestima, la paz interior y hasta la felicidad.
La culpa es necesaria y positiva cuando implica responsabilidad y ayuda a diferenciar la buena y la mala conducta, dicen los especialistas, pero su lado más oscuro inhabilita y bloquea. Hay dos tipos de sentimientos de culpa, la que denominan real, que actúa como conciencia, y la patológica, que es falsa.
Los médicos aconsejan pedir ayuda cuando ese sentimiento de culpa no sirve para aprender y en vez de ello causa dolor. Los orígenes del sentimiento de culpa están inscritos en nuestra evolución, pero lo que cambia son las causas de que sobrevenga ese sentimiento.
Por ejemplo, no ser lo suficientemente feliz llega a ser motivo de culpa. A las generaciones anteriores les condicionaba más la religión, el pecado, el "no he obrado bien con el prójimo". Ahora, el ritmo de vida enloquecido y el consumismo derivan en losas de otro tipo ( padres que se sienten mal de no dedicar tiempo suficiente a sus hijos, gente que cree haber fallado a sus amigos, individuos con padres ancianos que viven solos o en una residencia, trabajadores que piensan que no dan de sí lo que se espera en el trabajo).
En el caso de las mujeres, el sentimiento de culpa tiene más que ver con cuestiones relacionadas con la familia o el hogar. A los hombres les presiona más el trabajo. Algunos especialistas hablan de roles más que de sexos.
En todo caso, cuando se identifica el origen del sentimiento de culpa, sea real o falso, hay dos opciones. Si se puede arreglar, hay que ver cómo se soluciona el problema. Y si no tiene solución, hay que aprender a vivir con ello. Es importante perdonar, a los demás y a nosotros mismos, dicen los psicólogos. Porque es un error pensar que la culpa nos dignifica. También es preciso distinguir entre culpa (sentimiento, carga emocional) y responsabilidad (conciencia, conocimiento de las propias acciones). A juicio de los especialistas, empieza a imponerse un nuevo enfoque en el que la culpa se sustituye por la responsabilidad. Y una de las primeras responsabilidades con uno mismo es aprender a vivir sin culparse por ello.
Además, tan malo es el exceso, sentirse culpable por todo, con razón o sin ella, como el defecto, la ausencia de culpa: el acto psicópata de causar daño sin experimentar remordimientos por ello.
Algunos terapeutas se refieren a la infancia y juventud en función del sentimiento de culpa, y piensan que los niños se sienten menos culpables que hace 30 años porque se les ha acostumbrado a que tienen derecho a casi todo y pocas obligaciones. Se ha perdido un nivel de sensibilidad importante, y es como si la diversión primase sobre cualquier otra cosa, explican. Además, señalan que se está educando sin ofrecer pautas, normas, límites, sin frustración, y de ese modo se crean jóvenes blanditos que se vienen abajo ante el mínimo problema.
Madrid.-A las consultas de psicólogos acuden personas con trastornos alimentarios, depresión, ansiedad, estrés, problemas familiares… Tras la angustia de muchas de ellas se esconde con frecuencia el sentimiento de culpa, que puede deteriorar la autoestima, la paz interior y hasta la felicidad.
La culpa es necesaria y positiva cuando implica responsabilidad y ayuda a diferenciar la buena y la mala conducta, dicen los especialistas, pero su lado más oscuro inhabilita y bloquea. Hay dos tipos de sentimientos de culpa, la que denominan real, que actúa como conciencia, y la patológica, que es falsa.
Los médicos aconsejan pedir ayuda cuando ese sentimiento de culpa no sirve para aprender y en vez de ello causa dolor. Los orígenes del sentimiento de culpa están inscritos en nuestra evolución, pero lo que cambia son las causas de que sobrevenga ese sentimiento.
Por ejemplo, no ser lo suficientemente feliz llega a ser motivo de culpa. A las generaciones anteriores les condicionaba más la religión, el pecado, el "no he obrado bien con el prójimo". Ahora, el ritmo de vida enloquecido y el consumismo derivan en losas de otro tipo ( padres que se sienten mal de no dedicar tiempo suficiente a sus hijos, gente que cree haber fallado a sus amigos, individuos con padres ancianos que viven solos o en una residencia, trabajadores que piensan que no dan de sí lo que se espera en el trabajo).
En el caso de las mujeres, el sentimiento de culpa tiene más que ver con cuestiones relacionadas con la familia o el hogar. A los hombres les presiona más el trabajo. Algunos especialistas hablan de roles más que de sexos.
En todo caso, cuando se identifica el origen del sentimiento de culpa, sea real o falso, hay dos opciones. Si se puede arreglar, hay que ver cómo se soluciona el problema. Y si no tiene solución, hay que aprender a vivir con ello. Es importante perdonar, a los demás y a nosotros mismos, dicen los psicólogos. Porque es un error pensar que la culpa nos dignifica. También es preciso distinguir entre culpa (sentimiento, carga emocional) y responsabilidad (conciencia, conocimiento de las propias acciones). A juicio de los especialistas, empieza a imponerse un nuevo enfoque en el que la culpa se sustituye por la responsabilidad. Y una de las primeras responsabilidades con uno mismo es aprender a vivir sin culparse por ello.
Además, tan malo es el exceso, sentirse culpable por todo, con razón o sin ella, como el defecto, la ausencia de culpa: el acto psicópata de causar daño sin experimentar remordimientos por ello.
Algunos terapeutas se refieren a la infancia y juventud en función del sentimiento de culpa, y piensan que los niños se sienten menos culpables que hace 30 años porque se les ha acostumbrado a que tienen derecho a casi todo y pocas obligaciones. Se ha perdido un nivel de sensibilidad importante, y es como si la diversión primase sobre cualquier otra cosa, explican. Además, señalan que se está educando sin ofrecer pautas, normas, límites, sin frustración, y de ese modo se crean jóvenes blanditos que se vienen abajo ante el mínimo problema.