Aborto obligatorio
Por M. Molares
Es cierto que la ley del aborto del gobierno Zapatero no obliga a las embarazadas a sufrirlo, pero exige que los estudiantes de carreras sanitarias aprendan a practicarlo, aún yendo contra su conciencia.
Las técnicas deberán enseñarse en las facultades de Medicina, a pesar de que esta práctica es un mandato exclusivamente político exigido por asociaciones abortistas y de extrema izquierda, que anula la libertad de cátedra en la teoría y la práctica de los profesionales.
De momento sólo se han opuesto a enseñar a abortar la Universidad de Navarra, del Opus Dei, y la San Pablo-CEU, de la Asociación Católica de Propagandistas, como si sólo tuvieran conciencia disidente las estructuras educativas religiosas, y carecieran de ella y de valentía las no confesionales, públicas o privadas.
Este silencio de las demás facultades puede deberse al miedo al Gobierno, aunque muchos clínicos, posiblemente la mayoría, rechazan este ataque a su libertad ética y científica, y denuncian que la próxima legislación sobre la eutanasia podría exigir también que se mate a pacientes alegando piadosamente que es por su bien.
Y no se trata ahora de discutir acerca de la bondad o no del aborto, o de considerarlo un derecho o un delito: se trata de que es una práctica que afecta, además de a quien aborta, a la conciencia individual del sanitario, que tiene derecho a mantener su criterio ideológico si quiere conservar vidas y no cercenarlas.
Porque, es obvio, para los médicos y sus ayudantes no es igual atender un infarto que practicar un aborto, extirpar un pecho para reducir un cáncer que eliminar un feto.
La ley gubernamental llega más lejos y exige castigar económica y laboralmente a los clínicos que se nieguen a practicar abortos. Se descartarán en las promociones profesionales y sufrirán otras represalias orientadas a quebrar su voluntad y su conciencia.
Por M. Molares
Es cierto que la ley del aborto del gobierno Zapatero no obliga a las embarazadas a sufrirlo, pero exige que los estudiantes de carreras sanitarias aprendan a practicarlo, aún yendo contra su conciencia.
Las técnicas deberán enseñarse en las facultades de Medicina, a pesar de que esta práctica es un mandato exclusivamente político exigido por asociaciones abortistas y de extrema izquierda, que anula la libertad de cátedra en la teoría y la práctica de los profesionales.
De momento sólo se han opuesto a enseñar a abortar la Universidad de Navarra, del Opus Dei, y la San Pablo-CEU, de la Asociación Católica de Propagandistas, como si sólo tuvieran conciencia disidente las estructuras educativas religiosas, y carecieran de ella y de valentía las no confesionales, públicas o privadas.
Este silencio de las demás facultades puede deberse al miedo al Gobierno, aunque muchos clínicos, posiblemente la mayoría, rechazan este ataque a su libertad ética y científica, y denuncian que la próxima legislación sobre la eutanasia podría exigir también que se mate a pacientes alegando piadosamente que es por su bien.
Y no se trata ahora de discutir acerca de la bondad o no del aborto, o de considerarlo un derecho o un delito: se trata de que es una práctica que afecta, además de a quien aborta, a la conciencia individual del sanitario, que tiene derecho a mantener su criterio ideológico si quiere conservar vidas y no cercenarlas.
Porque, es obvio, para los médicos y sus ayudantes no es igual atender un infarto que practicar un aborto, extirpar un pecho para reducir un cáncer que eliminar un feto.
La ley gubernamental llega más lejos y exige castigar económica y laboralmente a los clínicos que se nieguen a practicar abortos. Se descartarán en las promociones profesionales y sufrirán otras represalias orientadas a quebrar su voluntad y su conciencia.
(M.Molares do Val es escritor, periodista y Marino Mercante)