lunes, 28 de diciembre de 2009

Comunicación

El último anuncio de la historia de TVE
Madrid.- Año tras año, millones de españoles se han sentado frente al televisor un 31 de diciembre para asistir al momento más trascendente de la Navidad: ver quién tiene la pasta suficiente para ser el primer anuncio del año.
No hay familia que se precie que no hiciera sus apuestas antes de atragantarse con las uvas. ¿Cual será el primer anuncio del año? ¡Me juego veinte euros a que es Porcelanosa!, dice uno. Y es que la Preysler siempre ha sido un valor seguro. ¡Qué dices. Seguro que es Coca Cola!, dice otro confiando en el alto nivel adquisitivo de este gigante empresarial, hasta que llegaron los bancos y las compañías de telecomunicaciones para caldear más el ambiente y la competencia, claro.
A partir del 1 de enero de 2010, a millones de telespectadores les van a robar ese instante de felicidad, ya que esta cadena borrará de su parrilla todo atisbo de publicidad tras aprobarse la nueva Ley de Financiación de RTVE. En 1962 el ente público realizó su primera retransmisión de las campanadas desde la Puerta del Sol y desde entonces, la mayoría de españoles le han seguido con fidelidad.
Tanto es así, que su especial de Nochevieja ha seguido siendo el más sintonizado gracias a los especiales de Martes y Trece, Cruz y Raya, Los Morancos y a pesar de las capas de «tuno vampiro» que lucía Ramonchu o la feroz competencia que suponía Carmen Sevilla. Es de ley decir que los vestidos tres tallas más pequeños de Ana Obregón y las transparencias de Anne Igartiburu contribuyeron también al éxito. Algunos de ellos repitieron en otras televisones, pero no tuvieron la misma audiencia.
Pero lejos de sentimentalismos y vestuarios polémicos hay una cuestión que interesa especialmente a los directivos de TVE y, por qué no decirlo, a nosotros también: ¿Cuánto puede costar el último anuncio de la historia de esta cadena? Si en 2008 la Caixa pagó 10.700 euros por cada segundo del último anuncio del año… la cifra ahora puede ser desorbitada.
Pero el dinero no parece ser un impedimento para un clásico como Coca Cola, que apunta maneras para convertirse en el penúltimo anuncio del año. Sí han leído bien, el penúltimo. Lo que no impide que la compañía pague hasta 9.000 euros por segundo contratado. Si tenemos en cuenta que el spot publicitario puede durar unos 30 segundos, la cadena se embolsaría la friolera de 270.000 euros. Si el spot dura 60 segundos… ya pueden vender refrescos.
Sin embargo, pese a la tentación del beneficio, el último espacio de 2009 podría estar reservado nada más y nada menos que a una autopromoción institucional. En cualquier otra ocasión, y con este «momentazo» autobombo, la gente no se lo pensaría dos veces y haría zapping, pero no cuando apenas quedan unos minutos para las doce de la noche y sabes que si cambias de cadena corres el riesgo de que algún presentador confunda por enésima vez los cuartos con las campanadas, o lo que es peor, que a lo Carmen Sevilla alguno te diga: «¡Feliz 1964!». Un momento irrepetible, como ella. El que sí parece que estará presente, como el año pasado, será esa especie de comecocos extraño que se zampaba las uvas a la vez que nosotros, por cortesía de Master Card.
Será como decir adiós a un viejo amigo. Son muchos los anunciantes que han gozado de este privilegiado espacio televisivo, como Telefónica, ING, Coca Cola, la Caixa, Porcelanosa, Lotus, SEAT , Gas Natural, Iberdrola, Renault, Movistar, Freixenet… y un sinfín de marcas, sin olvidarse del calvo de la Lotería. En 1981 Nescafé nos enseñó el valor de una «Labor bien hecha» y nos transmitió su mensaje de paz, todo menos hablar de café. Por las mismas fechas, llegaba la reina de corazones, Isabel Preysler.
Tal era el éxito que obtuvo la filipina de la mano de Porcelanosa (y su boda con Julio Iglesias) que se convirtió durante décadas en un clásico de estas fiestas. Al igual que Coca Cola, a quien más que dar la bienvenida le gusta despedir el año con sus mágicos spots navideños. Incluso hubo quien se atrevió a inaugurar 2002 con el euro y lo que iba a significar para España. Poco sabían entonces cómo acabaría esta aventura. Y también quien, tres años después, apostó por hacer un brindis por la candidatura de Madrid 2012 a las Olimpiadas. Ni que decir tiene que no sirvió de mucho.
Han sido incontables los momentos que nos ha brindado una tradición que ahora desaparece de la televisión que la vio nacer. Mientras los españoles pierden un clásico navideño, los directivos se frotan las manos ante el negocio de sus vidas. Ser el último anunciante de la historia de TVE supone un desembolso y un privilegio al que muy pocos optan. Quizá sólo la propia cadena. Poco o nada queda ya de aquellos anuncios como el de Nescafé o Coca Cola donde lo importante era el mensaje. Y es que ya se sabe: acabar con una tradición de décadas no tiene precio… para todo lo demás, Master Card.