domingo, 27 de diciembre de 2009

Editorial

Los deseos y la realidad

Dice con su habla gangosa el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, que el mensaje del Rey no interesó a los vascos, que es como decir que él y su gente hubiesen deseado que no interesase, porque para su contrariedad sucedió exactamente lo contrario. Y las cifras cantan, para que se “jeringue” el “cachondo” de Urkullu.
Dice el mismo fulano que el mensaje de Navidad del Rey sólo fue visto por el 13,5 por ciento de los vascos, pero no se sabe con qué medidor de audiencias se le ocurrió a Urkullu calcular el poco interés en Euskadi por el discurso del Jefe del Estado, que lleva años siéndole hurtado a los ciudadanos por deseo del nacionalismo separatista que él y los suyos representan.
Pero la verdad es bien otra. La ETB 2, o sea el segundo canal de la televisión regional de los vascos, ha anunciado que cosechó más del 24 por ciento del “share” (la distribución de tiempos entre todas las cadenas), y que nunca hasta esa emisión habían conseguido esos niveles de audiencia. Lo que quiere decir, sostenga lo que sostenga el otro, que 1 de cada 4 vascos vio al Monarca.
Parece que Urkullu confunde sus deseos con la realidad. Como sucede en otros casos y con otra gente, que no está dispuesta a reconocer la evidencia en lo que se refiere al grado de audiencia o seguimiento que reciben aquellos que discrepan o simplemente no son de su gusto.
No se ha enterado o simula no haberlo hecho Urkullu de que el Rey es, seguramente, la figura pública que aún recibe auténtico reconocimiento de la ciudadanía, que anda más bien divorciada de los políticos de tres al cuarto que se han adueñado de la escena nacional. El ya muy citado sondeo del CIS así lo indica. Y deberán trabajar mucho si es que quieren que otros sondeos no reflejen el divorcio de la sociedad y quienes creen representarla.
Pero es que Urkullu, como tantos y tantos politicastros que ocupan las diferentes administraciones, prefiere hacer oídos sordos a lo que es un clamor: los españoles no sólo desconfían de toda esta gente, sino que además están preocupados de lo que hacen, cómo lo hacen y hasta dónde lo hacen. Ya es hora de que lo entiendan, porque los resultados se van a notar muy pronto.
Dice Iñigo Urkullu –que para decir lo que dijo mejor hubiera hecho en callar-, que él ha prestado la misma atención al discurso del Rey que en años anteriores. Y no se sabe si quiere decir, poco, algo o nada de atención, porque en la ambigüedad y la calculada cobardía estos personajes son auténticos maestros.
Y se hace el “longuis” ante la tozudez de los datos. ETB, con el discurso de marras, consiguió el mejor registro de las televisiones españolas que lo emitieron y duplicó su cuota media anual de antena. Fueron 103.000 los vascos que escucharon al Rey pedir unidad, responsabilidad y honradez, que son virtudes más bien escasas hoy en día. Pero no sólo en Euskadi, sino en todo el territorio español.
Para más “guasa”, la final de pelota –el deporte que arrebata a los vascos- sólo consiguió un 19 por ciento del “share”, más de cinco puntos por debajo del Rey de España (un título que incluye al País Vasco, por más que insistan Urkullu y sus mariachis).
Pero es que hay más. Aunque la ceguera de Urkullu le impida ver lo que pasa más allá de las vallas de su caserío, la aparición de Don Juan Carlos en las pantallas del País Vasco es una muestra del pluralismo social, político y cultural que los separatismos al uso pretenden hurtarle a los ciudadanos. Y no comprenden que éstos, están hasta el “moño” de tanta mojigatería y tanta “chorrada” y desean que les dejen decidir por si mismos si un real mensaje navideño es un “muermo” o un parlamento de gran interés. La ETB es una emisora pública, que debe reflejar la gran variedad de creencias, preferencias y hasta colores de pelo que atesoran las personas de nuestro país (que es el conjunto de España).
Lo contrario es fascismo. Como lo es tratar de imponer pensamientos únicos o imágenes basadas en la propaganda, en vez de en la libre apreciación por los ciudadanos de la realidad que les rodea. Quienes se escudan en eslóganes y panfletos promocionales y rechazan la crítica discrepante, aunque constructiva, no merecen permanecer mucho tiempo en el poder.
De poco sirve a los mismos ciudadanos que les cuenten “milongas” sobre los grandes logros del PNV o de cualquiera, si lo que descubren cuando salen de sus casas son carencias, engaños o corrupción. Por eso se pierden las elecciones, por más voto cautivo que se pretenda obtener a base de repartir prebendas.
Durante muchos años, el PNV, y otros como ese partido antaño clerical y ahora no se sabe bien qué, han gobernado a base de repartir únicamente juego a los que les votan o a los que le siguen. Y todos los otros, o al menos la mayoría, se quedaban fuera de las dádivas del Ibarretxe de turno. El modelo del clientelismo ha sido copiado hasta el aburrimiento dentro y fuera del País Vasco. Por eso los ciudadanos empiezan a tomar distancias de quienes gobiernan para los suyos antes que para el resto.
O quienes dividen a la sociedad en dos, por ejemplo, entre “euskaldunes” o “maketos”, derechas e izquierdas, buenos o malos… Como afirmaba en cierta ocasión un emigrante extremeño en pleno corazón de Donostia, al ser increpado por el sectarismo separatista. “¡Maqueto, sí! ¡Y a mucha honra!”.

Pero ¡Quiá! No sólo es ciego el que no quiere ver. Lo es más que ninguno quien confunde sus deseos con la realidad.