Obama escucha el grito de Oriente
Por Luis M. Anson
CHINA crece en el entorno del 9% a pesar de la crisis. Más de 1.300 millones de chinos cabalgan al galope sobre las pistas de la economía mundial. China es, hoy por hoy, una dictadura capitalista de partido único. Desde el punto de vista económico, el comunismo ha sido borrado de la gigantesca nación asiática. La China de Hu Jin-tao se parece más a la China de Chiang Kai-chek que a la de Mao Tse-tung. Está más cerca, salvadas todas las distancias, de la España de Franco que de la Rusia de Stalin. Como los pueblos, aunque en zigzag, caminan siempre hacia la libertad, el coloso amarillo sufrirá en un próximo futuro ajustes políticos y económicos en línea democrática. En todo caso, en veinte, tal vez en treinta años, China será la primera potencia económica del mundo, vertebrada sobre una población superior a los 1.500 millones de personas. Los Estados Unidos de Europa tal vez alcancen para esa fecha los 500 millones de habitantes. Económicamente, la Europa unida ocupará un modesto tercer lugar tras China y Norteamérica, suponiendo que el desarrollo de India no nos desborde también.
Obama ha sabido escuchar el grito de Oriente. Oswald Spengler tenía razón al anunciar la decadencia de Occidente. Arnold J. Toynbee certificó fríamente la superioridad china en el siglo XXI. El presidente norteamericano sabe que el destino del mundo en un futuro muy próximo se decidirá entre China y Estados Unidos. Europa no cuenta. Ya se vio en Copenhague. Obama ha comprendido que, tras la Guerra Fría y el derrumbe de la Unión Soviética, el Imperio norteamericano deberá entenderse con China para mantener el equilibrio mundial. Washington juega todavía con bazas decisivas, al margen de una poderosa economía aún imbatible. Su superioridad militar abruma, si bien el Imperio norteamericano es sustancialmente tecnológico. A Chi-na le quedan muchos años para adelantar a los Estados Unidos de América, pero está en camino.
Al concluir la II Guerra Mundial con la victoria de Inglaterra y la apoteosis del gran genio del siglo XX, Winston Churchill, el portaaviones imperial británico naufragó. Sobre la Rusia soviética y el despertar de Asia, se alzó con el Imperio los Estados Unidos de América. Sesenta años después el socio de referencia de Washington, la Europa unida, carece de interés primordial para Barack Obama.
El joven presidente norteamericano ha hecho ya gestos inequívocos hacia el mundo que viene. El grito de Oriente ensordece a los que no hacen la política de la mujer de Lot. China lo arrolla todo y la India estira ya la columna vertebral de Asia. En 1940, Hitler propuso a Churchill dividir el mundo en dos imperios: el británico y el nazi. El líder inglés tuvo el acierto de ponerse al lado de la libertad y en contra de la atrocidad hitleriana. Se empezó a dibujar así un mundo nuevo y distinto. Los alfiles del tablero político internacional han modificado sus posiciones y hoy, cuando comienza el año 2010, los viejos esquemas no sirven. El presidente de Estados Unidos parece dispuesto a dejar a Europa con la pata quebrada y en casa, volcando el aliento norteamericano sobre el entendimiento futuro con China.
Por Luis M. Anson
CHINA crece en el entorno del 9% a pesar de la crisis. Más de 1.300 millones de chinos cabalgan al galope sobre las pistas de la economía mundial. China es, hoy por hoy, una dictadura capitalista de partido único. Desde el punto de vista económico, el comunismo ha sido borrado de la gigantesca nación asiática. La China de Hu Jin-tao se parece más a la China de Chiang Kai-chek que a la de Mao Tse-tung. Está más cerca, salvadas todas las distancias, de la España de Franco que de la Rusia de Stalin. Como los pueblos, aunque en zigzag, caminan siempre hacia la libertad, el coloso amarillo sufrirá en un próximo futuro ajustes políticos y económicos en línea democrática. En todo caso, en veinte, tal vez en treinta años, China será la primera potencia económica del mundo, vertebrada sobre una población superior a los 1.500 millones de personas. Los Estados Unidos de Europa tal vez alcancen para esa fecha los 500 millones de habitantes. Económicamente, la Europa unida ocupará un modesto tercer lugar tras China y Norteamérica, suponiendo que el desarrollo de India no nos desborde también.
Obama ha sabido escuchar el grito de Oriente. Oswald Spengler tenía razón al anunciar la decadencia de Occidente. Arnold J. Toynbee certificó fríamente la superioridad china en el siglo XXI. El presidente norteamericano sabe que el destino del mundo en un futuro muy próximo se decidirá entre China y Estados Unidos. Europa no cuenta. Ya se vio en Copenhague. Obama ha comprendido que, tras la Guerra Fría y el derrumbe de la Unión Soviética, el Imperio norteamericano deberá entenderse con China para mantener el equilibrio mundial. Washington juega todavía con bazas decisivas, al margen de una poderosa economía aún imbatible. Su superioridad militar abruma, si bien el Imperio norteamericano es sustancialmente tecnológico. A Chi-na le quedan muchos años para adelantar a los Estados Unidos de América, pero está en camino.
Al concluir la II Guerra Mundial con la victoria de Inglaterra y la apoteosis del gran genio del siglo XX, Winston Churchill, el portaaviones imperial británico naufragó. Sobre la Rusia soviética y el despertar de Asia, se alzó con el Imperio los Estados Unidos de América. Sesenta años después el socio de referencia de Washington, la Europa unida, carece de interés primordial para Barack Obama.
El joven presidente norteamericano ha hecho ya gestos inequívocos hacia el mundo que viene. El grito de Oriente ensordece a los que no hacen la política de la mujer de Lot. China lo arrolla todo y la India estira ya la columna vertebral de Asia. En 1940, Hitler propuso a Churchill dividir el mundo en dos imperios: el británico y el nazi. El líder inglés tuvo el acierto de ponerse al lado de la libertad y en contra de la atrocidad hitleriana. Se empezó a dibujar así un mundo nuevo y distinto. Los alfiles del tablero político internacional han modificado sus posiciones y hoy, cuando comienza el año 2010, los viejos esquemas no sirven. El presidente de Estados Unidos parece dispuesto a dejar a Europa con la pata quebrada y en casa, volcando el aliento norteamericano sobre el entendimiento futuro con China.
(Luis María Anson es periodista, escritor y miembro de la Real Academia Española)