Los tomates de Rajoy
Por Diego Armario
Mariano Rajoy es un excelente parlamentario pero no es un buen orador. Cuando habla desde la tribuna del Congreso resulta brillante, pero cuando se dirige a sus seguidores en los mítines no se aparta de los lugares comunes y de las simplezas, en ocasiones adornadas con chorradas, de lo cual es fácil deducir que se prepara personalmente sus discursos en el Congreso y que deja a algún listillo que le dé ideas para sus intervenciones al aire libre.
La niña de Rajoy, metáfora de su final de campaña, sirvió de cachondeo durante meses, los chuches de los niños que, como consecuencia de la crisis iban a encarecerse por culpa de Zapatero han constituido otros de los momentos cumbres de su oratoria mitinera, pero lo de los tomates de este fin de semana supera los umbrales de los razonablemente serio en materia de comunicación.
Si Rajoy quiere imputarle al gobierno de Zapatero una mala gestión del caso Haidar, me parece que está en su derecho. Si quiere decir que, el acuerdo alcanzado por Marruecos y la Unión Europea para que el reino alauí amplíe la comercialización de sus productos en territorio comunitario, es uno de los precios que se han pagado para resolver el caso de la activista saharahui, puede afirmarlo, pero que para explicarlo muestre un ramillete de tomates para que la gente se entere de lo que está hablando, me parece una chorrada de nivel superior.
De seguir así es probable que sus asesores le aconsejen que el próximo día, si toca hablar de la porquería que hay en algunas playas, muestre una cagada de perro, o que si tiene que referirse a la política de ordenadores en las escuelas saque un pc portátil para que la gente entienda de qué habla.
Es cierto que no es nada trascendente mi comentario pero a veces también hay que escribir sobre tonterías.
(D. Armario es escritor, periodista y ex director de RNE)
Mariano Rajoy es un excelente parlamentario pero no es un buen orador. Cuando habla desde la tribuna del Congreso resulta brillante, pero cuando se dirige a sus seguidores en los mítines no se aparta de los lugares comunes y de las simplezas, en ocasiones adornadas con chorradas, de lo cual es fácil deducir que se prepara personalmente sus discursos en el Congreso y que deja a algún listillo que le dé ideas para sus intervenciones al aire libre.
La niña de Rajoy, metáfora de su final de campaña, sirvió de cachondeo durante meses, los chuches de los niños que, como consecuencia de la crisis iban a encarecerse por culpa de Zapatero han constituido otros de los momentos cumbres de su oratoria mitinera, pero lo de los tomates de este fin de semana supera los umbrales de los razonablemente serio en materia de comunicación.
Si Rajoy quiere imputarle al gobierno de Zapatero una mala gestión del caso Haidar, me parece que está en su derecho. Si quiere decir que, el acuerdo alcanzado por Marruecos y la Unión Europea para que el reino alauí amplíe la comercialización de sus productos en territorio comunitario, es uno de los precios que se han pagado para resolver el caso de la activista saharahui, puede afirmarlo, pero que para explicarlo muestre un ramillete de tomates para que la gente se entere de lo que está hablando, me parece una chorrada de nivel superior.
De seguir así es probable que sus asesores le aconsejen que el próximo día, si toca hablar de la porquería que hay en algunas playas, muestre una cagada de perro, o que si tiene que referirse a la política de ordenadores en las escuelas saque un pc portátil para que la gente entienda de qué habla.
Es cierto que no es nada trascendente mi comentario pero a veces también hay que escribir sobre tonterías.
(D. Armario es escritor, periodista y ex director de RNE)