El timo de los programas de llamadas telefónicas y el opio del pueblo
Por Pepito-grillo
¿No habéis sentido nunca la tentación de hacer una o más llamadas a esos programas nocturnos de TV en los que preguntan cosas fáciles, caen billetes de una cinta y parecen regalar el dinero a espuertas?
No. No sintáis reparos de admitirlo. Todos hemos experimentado la tentación, aunque la mayoría siempre la hemos vencido al sospechar que se trataba de un timo. Uno más de esos engaños consentidos desde el Gobierno y fomentados desde las cadenas para forrarse con poco gasto.
La verdad es que lo sucedido ahora en “La Sexta”, una cadena que goza de todas las simpatías del presidente Zapatero por su amistad con el dueño, Jaume Roures, se veía venir.
El pasado martes, en lo que en la jerga televisiva se llama un «Call TV» (literalmente programa de llamadas), que lleva por nombre «Gana ahora» y que presenta una señorita mona llamada Marisa Gómez Sandoval, se ofrecía la suculenta cifra de 60.000 euros (10 millones de las antiguas pesetas) a quien acertase un nombre oculto y, luego, las cuatro letras del abecedario que se encontraban en un sobre cerrado.
Un concursante llamado Rubén acertó la primera parte de la prueba y, para mayor sorpresa, también la segunda. Después de segundos de incertidumbre (y de una amplia galería de muecas que han reunido más de 30.000 entradas en YouTube) la señorita Gómez negó que se hubiese llevado el premio porque no dijo las letras en el mismo orden en el que aparecían en la correspondiente cartulina.
Tras esta decisión, Marisa Gómez Sandoval remitió al sorprendido concursante -la voz de éste no se escuchó en antena- a producción y prosiguió el programa con otra nueva propuesta. No se sabe qué pudo pasar en ese diálogo fuera de antena pero debió de ser poco grato. El buen Rubén no se conformó y denunció a los timadores. El escándalo amenazaba con ser mayúsculo. Tanto que la cadena de marras ya ha hecho saber que «se han tomado cartas en el asunto y que el ganador tiene el premio garantizado», aunque ha abierto «una investigación para aclarar lo sucedido».
En realidad lo que tienen que hacer es aflojar el bolsillo y entregar al concursante lo que ha ganado. Lo demás no dejará de ser un engaño.
Pero el origen de este problema, es anterior. Hace unos años un Gobierno prometió acabar o al menos poner coto a la telebasura, igual que aseguró que lucharía para defender a los artistas que con tanto entusiasmo le habían apoyado en la campaña electoral.
Lo segundo lo viene cumpliendo, a veces hasta la exageración, como sucede con la implantación del llamado canon digital. Por el contrario, los programas más vergonzantes de TV cada día dan nuevas vueltas de tuerca al mal gusto, la obscenidad y el engaño.
Ahora ha sido el turno de un “Call TV”, pero hace una semana lo era de un soez programa en el que priman los insultos –con términos del peor gusto-, la chabacanería y la intromisión sistemática en la vida privada de las personas, que debería estar garantizada por las autoridades en aplicación de la ley.
Lo que pasa es que a esas autoridades responsables de velar por el buen gusto, el honor de los ciudadanos y hasta de garantizar la educación, parece venirles bien lo que ese tipo de programas basura tiene de anestésico para que las miles de personas que padecen la crisis en sus carnes no se acuerden de ello.
Decían antiguamente los ideólogos marxistas que la religión era el opio del pueblo. No conocían aún la telebasura y además no habían descubierto como sus herederos, lo útil que es para desviar la atención de los auténticos problemas.
Seguro que cualquier día de estos nos vuelven a prometer acabar con la telebasura. Será otro engaño, como el que querían imponer a Rubén.