jueves, 3 de diciembre de 2009

Editorial

De nuevo el terror convertido en muerte

Estamos ya demasiado acostumbrados a estos hechos y nuestra sociedad comienza a dar síntomas de endurecimiento. Nuevamente, una joven de 17 años pierde la vida en extrañas circunstancias. El cadáver de una muchachita de Redondela ha aparecido a poca distancia de su domicilio poco menos de dos días después de desaparecer del mismo.
A expensas de lo que indique la autopsia, la Policía piensa que su fallecimiento no se produce por una agresión. Pero también descartan los investigadores que se trate de un accidente.
¿Qué puede haber sucedido entonces? ¿Qué ha roto el corazón de una familia por la pérdida irreparable de un ser en los albores de su vida como adulta?
A la espera de los forenses cabe decir ya que lo que ha sucedido es que vivimos en una sociedad terriblemente violenta, que ha perdido muchos referentes y también ciertos códigos de conducta por pretendidamente anticuados. Los valores morales andan bastante desaparecidos, de modo especial entre muchos componentes de las generaciones más nuevas.
La desdichada niña gallega desapareció tras chatear con una amiga. El propio medio de progreso que es internet se vuelve una jungla inhóspita cuando las personas acceden a ella sin la debida formación ni el oportuno nivel de madurez. Ya tenemos sobrados ejemplos de eso y cada vez son más frecuentes los descubrimientos de abusadores, maníacos, viciosos, cuando no simples asesinos escondidos en los rincones más negros de la red.
Se podrá decir que siempre ha habido este tipo de sucesos, que la historia está llena de violadores, de depravados y de alimañas humanas. ¿Pero no es bien cierto que ahora parecen proliferar?
Como tantas otras veces hemos estimado, de lo que se trata aquí, con estos sangrantes casos, es de un fracaso del modelo educativo, tanto en su faceta doméstica como en la escuela. Y de un tremenda relajación de muchos padres, incapaces de tomar conciencia de su responsabilidad para proteger a sus hijos o hijas hasta una edad en la que ellos mismos puedan defenderse.
Si antaño nos quejábamos del opresivo control de muchos progenitores, hoy cabe lamentar el inexistente control paternal de las andanzas de sus vástagos adolescentes, tanto en internet como en el mundo no virtual.
Como decía un eminente educador, de poco sirve la escuela –donde se ha minado la autoridad del docente- si en casa no existe el concepto del respeto, la autoridad sin autoritarismo y una guía adecuada de la evolución de los hijos. Se trata de las dos caras de una misma moneda y mientras no se entienda así, y los legisladores miren para otro lado e incluso incrementen la permisividad de las leyes, la cosa no mejorará. El ejemplo de esto lo tenemos a diario. Y la niña de Redondela es una víctima más de esa terrible dinámica en la que la vida pierde valor poco a poco. No busquemos a otros culpables que no seamos nosotros mismos como sociedad en su conjunto.