Adiós a Carod Rovira
Por C. de Paz
Uno de los exponentes más esperpénticos de la España actual, José Luis Carod Rovira (uy perdón, Josep Lluis, aunque sea de origen aragonés), se marcha a su casita y ha anunciado que no se p
resentará más a la presidencia del gobierno regional catalán (perdón de nuevo, Generalitat).
¡Pues bendito sea Dios!
Da paso a otro personaje no menos cutre, Joan Puigcercós, pero al menos lo perderemos de vista a él. Son los que mandan en el independentismo catalán, que al menos ya no manda tanto como mandó cuando le fue necesario a Zapatero para gobernar con más holgura.
Las próximas elecciones catalanas no tocan hasta 2010 y todo apunta a que Carod se quita de en medio para que los moderados de Convergencia i Unió (CiU) puedan recuperar el poder con ayuda de ERC, si se mantiene el deterioro de ese andaluz replantao que es Montilla.
Al parecer, desde Madrid se había planeado una segunda operación de sustitución en el Palau de San Jorge cuando Montilla ya no diese más juego. El elegido para la sucesión era, según se dice en los mentideros sociatas, ot
ro catalán de importación o como dirían en su tierra de adopción, un charnego: el ex alcalde de Hospitalet y ahora ministro de Trabajo, Celestino Corbacho i Chaves, natural de Extremadura.
Pero la cosa se va complicando, porque Corbacho ha llegado en mal momento al gobierno de Madrid. Tanto se ha enredado el asunto que a su departamento le llaman irónicamente algunos ministerio del paro y el pobre no consigue acumular méritos para luego ir a exponerlos en la Ciutat Condal.
Volviendo a Carod, no vamos a tener suerte y agotará su mandato de vicepresidente catalán. Es de prever que en lo que queda de mandato, aún nos obsequie con alguna gracia como lo de la coronita de espinas de recuerdo que se plantó en Jerusalén o con esa otra bromita pesada de irse a reunir a Francia con los jefes etarras para pedirles que no mataran en Cataluña. Eso sí, se le olvido decir que
tampoco mataran en el resto de España. Y aún se recuerda su paso por el Tengo una pregunta para usted.
En la política española, de un tiempo a esta parte surgen personajes como el tal Carod. Son la versión para la vida pública de ese ridículo personaje al que mandamos a Eurovisión, Chikilicuatre, con su grotesco Chiki Chiki. Pero al menos los anticuerpos de nuestro sistema inmunológico nacional parecen capaces de eliminarlos después de un tiempo.
Hace unos años, el grano en el culo que nos salió se llamaba Gil y Gil y hablaba con su caballo. ¡Pobre rocín!
De aquella erupción cutánea han salido posteriores sarpullidos, como ese mostrenco abulense con bigotito que se beneficiaba a la Pantoja y que responde al mote de Cachuli. Y otros más espabilaos que ahora se sientan en el banquillo por poner su cuenta bancaria –la del paraíso fiscal de turno, claro- en órbita.
Lo chungo del asunto es que siniestros elementos como Gil y Gil tuvieron un buen puñado de votos en Escalona cuando hubo elecciones. No sé si se habrán confesado de e
sos pecados los botarates que desperdiciaron de ese modo su derecho de sufragio.
Cabe recordar que en alguna elección y en alguna urna, en lo que antaño fueron escuelas y hoy es ayuntamiento, aparecieron papeletas (me resisto a llamarlo votos) para los txiquitos de la ETA. Seguro que los responsables se habrán confesado y les habrán perdonado esos pecados.
Quienes en un acto tan serio como unas elecciones se atreven a jugar de esa manera con su destino y el de sus semejantes deberían sufrir un castigo muy simple y sin embargo sumamente ejemp
lar: mandarles a pasar unos años viviendo entre esos a los que votaron. ¡Qué decir de los que no se cortan votando a grupúsculos como el de Carod y a candidatos como el susodicho!
Son esos votos, esos candidatos y quienes les dan bola quienes demuestran que nuestro sistema electoral, por muchas reglas de Hont que le apliquen, hace aguas. Produce envidia ese sistema británico en el que los ciudadanos votan en sus circunscripciones a candidatos que, aunque formen parte de un partido, actúan de modo independiente porque saben que representan a su gente, y no a los caprichos del líder partidista de turno. ¡Menuda criba!
Y además, con frecuencia ganan los candidatos independientes si sus propuestas son las que verdaderamente interesan a la gente.
Pero claro, ni Inglaterra es España, ni Carod Cataluña, por más que el así lo hubiese creído. Ahora al menos, su partido va a cambiar la cara del bufón. ¡Sea en buena hora!
Por C. de Paz
Uno de los exponentes más esperpénticos de la España actual, José Luis Carod Rovira (uy perdón, Josep Lluis, aunque sea de origen aragonés), se marcha a su casita y ha anunciado que no se p

¡Pues bendito sea Dios!
Da paso a otro personaje no menos cutre, Joan Puigcercós, pero al menos lo perderemos de vista a él. Son los que mandan en el independentismo catalán, que al menos ya no manda tanto como mandó cuando le fue necesario a Zapatero para gobernar con más holgura.
Las próximas elecciones catalanas no tocan hasta 2010 y todo apunta a que Carod se quita de en medio para que los moderados de Convergencia i Unió (CiU) puedan recuperar el poder con ayuda de ERC, si se mantiene el deterioro de ese andaluz replantao que es Montilla.
Al parecer, desde Madrid se había planeado una segunda operación de sustitución en el Palau de San Jorge cuando Montilla ya no diese más juego. El elegido para la sucesión era, según se dice en los mentideros sociatas, ot

Pero la cosa se va complicando, porque Corbacho ha llegado en mal momento al gobierno de Madrid. Tanto se ha enredado el asunto que a su departamento le llaman irónicamente algunos ministerio del paro y el pobre no consigue acumular méritos para luego ir a exponerlos en la Ciutat Condal.
Volviendo a Carod, no vamos a tener suerte y agotará su mandato de vicepresidente catalán. Es de prever que en lo que queda de mandato, aún nos obsequie con alguna gracia como lo de la coronita de espinas de recuerdo que se plantó en Jerusalén o con esa otra bromita pesada de irse a reunir a Francia con los jefes etarras para pedirles que no mataran en Cataluña. Eso sí, se le olvido decir que

En la política española, de un tiempo a esta parte surgen personajes como el tal Carod. Son la versión para la vida pública de ese ridículo personaje al que mandamos a Eurovisión, Chikilicuatre, con su grotesco Chiki Chiki. Pero al menos los anticuerpos de nuestro sistema inmunológico nacional parecen capaces de eliminarlos después de un tiempo.
Hace unos años, el grano en el culo que nos salió se llamaba Gil y Gil y hablaba con su caballo. ¡Pobre rocín!
De aquella erupción cutánea han salido posteriores sarpullidos, como ese mostrenco abulense con bigotito que se beneficiaba a la Pantoja y que responde al mote de Cachuli. Y otros más espabilaos que ahora se sientan en el banquillo por poner su cuenta bancaria –la del paraíso fiscal de turno, claro- en órbita.
Lo chungo del asunto es que siniestros elementos como Gil y Gil tuvieron un buen puñado de votos en Escalona cuando hubo elecciones. No sé si se habrán confesado de e

Cabe recordar que en alguna elección y en alguna urna, en lo que antaño fueron escuelas y hoy es ayuntamiento, aparecieron papeletas (me resisto a llamarlo votos) para los txiquitos de la ETA. Seguro que los responsables se habrán confesado y les habrán perdonado esos pecados.
Quienes en un acto tan serio como unas elecciones se atreven a jugar de esa manera con su destino y el de sus semejantes deberían sufrir un castigo muy simple y sin embargo sumamente ejemp

Son esos votos, esos candidatos y quienes les dan bola quienes demuestran que nuestro sistema electoral, por muchas reglas de Hont que le apliquen, hace aguas. Produce envidia ese sistema británico en el que los ciudadanos votan en sus circunscripciones a candidatos que, aunque formen parte de un partido, actúan de modo independiente porque saben que representan a su gente, y no a los caprichos del líder partidista de turno. ¡Menuda criba!
Y además, con frecuencia ganan los candidatos independientes si sus propuestas son las que verdaderamente interesan a la gente.
Pero claro, ni Inglaterra es España, ni Carod Cataluña, por más que el así lo hubiese creído. Ahora al menos, su partido va a cambiar la cara del bufón. ¡Sea en buena hora!
