lunes, 21 de diciembre de 2009

Tribuna Libre

Constitución y Estatuto

Por Gregorio Peces Barba
Con motivo del 31 aniversario de nuestra Carta Magna se me vienen a la memoria muchos de los acontecimientos en los que desde agosto de 1977 a diciembre de 1978, por halago de la fortuna, tuve una participación como ponente, junto a mis seis compañeros, dos de ellos (Cisneros y Solé Tura) ya fallecidos. Lo que queda de todos los avatares, circunstancias y acciones que tuvimos que vivir es la creación de una obra hecha con cuidado, desde un consenso de todos, excepto el PNV, con principios, derechos, procedimientos e instituciones que han sido útiles para organizar la vida política y la libre convivencia desde su supremacía sobre el resto de las normas del ordenamiento jurídico.
En el sistema, la idea de norma máxima de la que dependen todas las demás, las zonas de penumbra y la textura abierta de la Constitución tienen un intérprete supremo, que es el Tribunal Constitucional, que no actúa de oficio, sino a instancia de parte. Ahora tiene pendiente varios recursos interpuestos por el Partido Popular, por el Defensor del Pueblo y por varias comunidades autónomas frente a la reforma del Estatuto de Cataluña, aprobado en el Parlamento, en las Cortes Generales y en un referéndum en Cataluña, con una participación inferior al 50%.
Aun así la aprobación definitiva, y por consiguiente su validez, sólo se producirá después de la sentencia del Tribunal Constitucional que resuelva los recursos contra el referido texto. Así funcionan las reglas del juego en nuestro sistema. Resultan fuera de lugar los razonamientos, las críticas y las objeciones a esta fórmula legal y legítima que han vendido desde Cataluña (Generalitat, partidos políticos y prensa catalana con un poco explicable editorial conjunto). También han estado fuera de lugar los apoyos al texto desde el Gobierno y la insólita petición de la ministra de Defensa para que el PP retirase el recurso (¡!). Todo injustificado, sin sentido, como si todos los intervinientes hubieran perdido la razón.
Naturalmente tengo mi propia opinión, pero no debo exponerla hasta que se haga pública la sentencia del Tribunal Constitucional, firme y frente a la que no cabe recurso. Entonces será el momento de las opiniones y de las críticas políticas y jurídicas. Hasta entonces respetemos las deliberaciones de los magistrados, que trabajen con sosiego y sin presiones, deseándoles aciertos por el interés general que se desprende de su decisión. Luego podemos criticar libremente y debemos obedecer puntualmente, como decía Kant. No se respeta el juego limpio cuando se elogian las decisiones del Tribunal Constitucional que compartimos y se critican las que rechazamos.

(G. Peces Barba es Catedrático de Derecho, ex presidente de las Cortes y ponente de la vigente Constitución)