¿Nos engañará de nuevo Zapatero el embustero?
Por Luis María Anson
PISOTEÓ LA dignidad del Estado. Hizo concesiones vergonzantes que figuran en las actas de los encuentros. Negoció de tú a tú con un grupo terrorista. Utilizó agentes nacionales y extranjeros. Mintió descaradamente porque quería presentarse a las elecciones como Zapatero I el Pacificador.
Al remolonear, con el más fino estilo zapateresco, en el cumplimiento de algunos acuerdos recibió la respuesta que mejor conoce Eta: la atrocidad del atentado de Barajas. Los terroristas advertían a Zapatero que no tolerarían los incumplimientos que había padecido ERC. El presidente anunció urbi et orbi en televisión que la negociación con Eta había terminado. Era mentira. Unos meses después reconoció en este periódico, ante evidencias incontestables, que la negociación continuó. Sólo se interrumpió cuando las manifestaciones masivas y las encuestas apabullantes demostraron al presidente que podía perder las elecciones a causa de sus trapisondearías con los etarras. Jaime Mayor Oreja, el político que más lúcidamente se ha manifestado siempre sobre el terrorismo etarra, declaró que se había terminado el primer tiempo del partido, que entrábamos en el descanso, pero que podría haber segundo tiempo. Zapatero es de la estirpe del sostenella y no enmendalla y tal vez nunca renunció a lo que consideraba un gran acierto. Como tampoco ha renunciado a imponer en la vida nacional sus escapularios veinteañeros de periódico mural de preuniversitario.
Quiero creer que no habrá segundo tiempo del partido. Me consta la actitud personal de Alfredo Pérez Rubalcaba. Está claro que los etarras quieren negociar no porque Francia les tenga acorralados sino porque se acercan las elecciones municipales y para su economía resulta vital seguir enseñoreándose en varias docenas de pueblos vascongados. Basagoiti ha dicho sagazmente que se trata nuevamente de una tregua trampa, de un anzuelo que no se debe morder después de tantas experiencias negativas.
¿Está Zapatero realmente en la posición de Rubalcaba y Basagoiti, que es la del sentido común? ¿O su think tank monclovita le inclinará a tender la mano y reiniciar una negociación tal vez nunca interrumpida? Porque las declaraciones zapatéticas de negar cualquier relación con Eta no son fiables. Zapatero, el embustero, nos ha engañado en demasiadas ocasiones. Aun reconociéndole buena voluntad, la realidad es que nunca reconoce sus errores. Lo que resultaría vejatorio para el faro de la Alianza de las Civilizaciones. La prudencia política exige, por consiguiente, considerar que el presidente tal vez esté dispuesto a jugar el segundo tiempo del partido, para adornarse con el título de «pacificador» y volver a las andadas. En tal caso, Jaime Mayor Oreja habría acertado una vez más y se abrirían de nuevo las heridas del País Vasco, todavía sin cicatrizar. ¡Ojalá, en fin, que el presidente circunflejo no escuche el canto de sirena de Eta! Con los terroristas no debe producirse negociación política, sino la aplicación pura y dura del Estado de Derecho.
Por Luis María Anson
PISOTEÓ LA dignidad del Estado. Hizo concesiones vergonzantes que figuran en las actas de los encuentros. Negoció de tú a tú con un grupo terrorista. Utilizó agentes nacionales y extranjeros. Mintió descaradamente porque quería presentarse a las elecciones como Zapatero I el Pacificador.
Al remolonear, con el más fino estilo zapateresco, en el cumplimiento de algunos acuerdos recibió la respuesta que mejor conoce Eta: la atrocidad del atentado de Barajas. Los terroristas advertían a Zapatero que no tolerarían los incumplimientos que había padecido ERC. El presidente anunció urbi et orbi en televisión que la negociación con Eta había terminado. Era mentira. Unos meses después reconoció en este periódico, ante evidencias incontestables, que la negociación continuó. Sólo se interrumpió cuando las manifestaciones masivas y las encuestas apabullantes demostraron al presidente que podía perder las elecciones a causa de sus trapisondearías con los etarras. Jaime Mayor Oreja, el político que más lúcidamente se ha manifestado siempre sobre el terrorismo etarra, declaró que se había terminado el primer tiempo del partido, que entrábamos en el descanso, pero que podría haber segundo tiempo. Zapatero es de la estirpe del sostenella y no enmendalla y tal vez nunca renunció a lo que consideraba un gran acierto. Como tampoco ha renunciado a imponer en la vida nacional sus escapularios veinteañeros de periódico mural de preuniversitario.
Quiero creer que no habrá segundo tiempo del partido. Me consta la actitud personal de Alfredo Pérez Rubalcaba. Está claro que los etarras quieren negociar no porque Francia les tenga acorralados sino porque se acercan las elecciones municipales y para su economía resulta vital seguir enseñoreándose en varias docenas de pueblos vascongados. Basagoiti ha dicho sagazmente que se trata nuevamente de una tregua trampa, de un anzuelo que no se debe morder después de tantas experiencias negativas.
¿Está Zapatero realmente en la posición de Rubalcaba y Basagoiti, que es la del sentido común? ¿O su think tank monclovita le inclinará a tender la mano y reiniciar una negociación tal vez nunca interrumpida? Porque las declaraciones zapatéticas de negar cualquier relación con Eta no son fiables. Zapatero, el embustero, nos ha engañado en demasiadas ocasiones. Aun reconociéndole buena voluntad, la realidad es que nunca reconoce sus errores. Lo que resultaría vejatorio para el faro de la Alianza de las Civilizaciones. La prudencia política exige, por consiguiente, considerar que el presidente tal vez esté dispuesto a jugar el segundo tiempo del partido, para adornarse con el título de «pacificador» y volver a las andadas. En tal caso, Jaime Mayor Oreja habría acertado una vez más y se abrirían de nuevo las heridas del País Vasco, todavía sin cicatrizar. ¡Ojalá, en fin, que el presidente circunflejo no escuche el canto de sirena de Eta! Con los terroristas no debe producirse negociación política, sino la aplicación pura y dura del Estado de Derecho.
(Luis María Anson es periodista, escritor y miembro de la Real Academia Español).