La cámara perfecta
Por A. Frisuelos
Dicen que ser fotógrafo -profesional o aficionado- es como ser forofo del fútbol. Te enamoras de una marca y la defiendes a capa y espada, obviando sus defectos y ensalzando sus virtudes. Se habla de tal modelo como la cámara perfecta, la definitiva, la inigualable. "La cámara", en definitiva.
Pero lo cierto es que no hay una cámara perfecta, y si al final nos decantamos por una es porque no nos queda más remedio que confiar en esa. Las razones son diversas, pero casi todas se reducen a dos: dinero y compatibilidad. No es barato este "hobby" -y menos la profesión- como para tener tres o cuatro cámaras, y encima nos encadenamos casi de por vida a un sistema de ópticas, de flashes, baterías… Es amor, pero a la fuerza.
La "marquitis" es un mal endémico en todas las aficiones, pero en fotografía muchos la utilizan para ocultar su sana -o insana- envidia respecto a otros fotógrafos con cámaras de mayor calibre.
Es absurdo negar que las primeras unidades de la EOS-1D Mark III salieron rana, que la D2X fue un quiero y no puedo, que la EOS 5D Mark II va dejando bocas abiertas allí por donde pasa o que la D3 y su gemela D3s dieron una nueva definición al concepto de alta sensibilidad. Todas éstas parecen ser verdades incontestables.
Nuestro gran problema, el de los fotógrafos, es que pretendemos tener una cámara que sirva para todo, una cámara perfecta, y eso no existe. Pero no sólo ocurre que la cámara perfecta no existe: la realidad -y la lógica- dictan que en cualquier afición o profesión la herramienta perfecta no existe.
Pensemos por ejemplo en un cocinero, con sus cuchillos "jamoneros", sus cortadores de pan, sus peladores. Pensemos en los transportistas: usan camiones, furgonetas, una moto… Un cocinero no emplearía nunca un cuchillo "jamonero" para pelar patatas, del mismo modo que un transportista no usaría el mismo vehículo para enviar una carta urgente que para llevar un sofá.
Los fotógrafos, sin embargo, nos empeñamos en usar una sola cámara -e incluso un solo objetivo- para todo. Para naturaleza, para deportes, para retrato. Lo del objetivo único lo tenemos asumido como imposible, y cada vez son menos los que buscan en los ultrazooms la solución para todo. Pero lo de la cámara única nos cuesta más.
Considero un gustazo y una tremenda envidia ver a mis colegas -afortunados colegas- trabajar con una EOS-1D Mark III y una EOS 5D Mark II al mismo tiempo, por ejemplo, o con una D700 y una D3. Explotando el potencial de las sensibilidades altas o apurando la máxima velocidad según lo requiera la ocasión.
¿Y qué decir cuando vamos a la montaña y nos obcecamos con cargar todo el equipo cuando lo ideal sería llevar una pequeña SLR de gama baja y aprovechar su poco peso? Evaluar la situación y elegir la herramienta
Pero no es sólo cuestión de marcas. También lo es de modelos (no pocas veces el mejor macro es el de una compacta) y tamaños. Colarse en un hospital para denunciar gráficamente una mala gestión debe hacerse con una cámara discreta. Una simple compacta o incluso un móvil. Aun así, hay fotoperiodistas que consideran que abandonar su SLR de gama profesional no es -valga la redundancia- profesional.
Acabemos de una vez con este diálogo de besugos. Asumamos que no podemos comprar todos los equipos que nos gustaría. Por muy cara que sea una cámara, siempre habrá una situación en la que ésta no dé la talla. Asumamos de una vez que la cámara perfecta no existe.
Por A. Frisuelos
Dicen que ser fotógrafo -profesional o aficionado- es como ser forofo del fútbol. Te enamoras de una marca y la defiendes a capa y espada, obviando sus defectos y ensalzando sus virtudes. Se habla de tal modelo como la cámara perfecta, la definitiva, la inigualable. "La cámara", en definitiva.
Pero lo cierto es que no hay una cámara perfecta, y si al final nos decantamos por una es porque no nos queda más remedio que confiar en esa. Las razones son diversas, pero casi todas se reducen a dos: dinero y compatibilidad. No es barato este "hobby" -y menos la profesión- como para tener tres o cuatro cámaras, y encima nos encadenamos casi de por vida a un sistema de ópticas, de flashes, baterías… Es amor, pero a la fuerza.
La "marquitis" es un mal endémico en todas las aficiones, pero en fotografía muchos la utilizan para ocultar su sana -o insana- envidia respecto a otros fotógrafos con cámaras de mayor calibre.
Es absurdo negar que las primeras unidades de la EOS-1D Mark III salieron rana, que la D2X fue un quiero y no puedo, que la EOS 5D Mark II va dejando bocas abiertas allí por donde pasa o que la D3 y su gemela D3s dieron una nueva definición al concepto de alta sensibilidad. Todas éstas parecen ser verdades incontestables.
Nuestro gran problema, el de los fotógrafos, es que pretendemos tener una cámara que sirva para todo, una cámara perfecta, y eso no existe. Pero no sólo ocurre que la cámara perfecta no existe: la realidad -y la lógica- dictan que en cualquier afición o profesión la herramienta perfecta no existe.
Pensemos por ejemplo en un cocinero, con sus cuchillos "jamoneros", sus cortadores de pan, sus peladores. Pensemos en los transportistas: usan camiones, furgonetas, una moto… Un cocinero no emplearía nunca un cuchillo "jamonero" para pelar patatas, del mismo modo que un transportista no usaría el mismo vehículo para enviar una carta urgente que para llevar un sofá.
Los fotógrafos, sin embargo, nos empeñamos en usar una sola cámara -e incluso un solo objetivo- para todo. Para naturaleza, para deportes, para retrato. Lo del objetivo único lo tenemos asumido como imposible, y cada vez son menos los que buscan en los ultrazooms la solución para todo. Pero lo de la cámara única nos cuesta más.
Considero un gustazo y una tremenda envidia ver a mis colegas -afortunados colegas- trabajar con una EOS-1D Mark III y una EOS 5D Mark II al mismo tiempo, por ejemplo, o con una D700 y una D3. Explotando el potencial de las sensibilidades altas o apurando la máxima velocidad según lo requiera la ocasión.
¿Y qué decir cuando vamos a la montaña y nos obcecamos con cargar todo el equipo cuando lo ideal sería llevar una pequeña SLR de gama baja y aprovechar su poco peso? Evaluar la situación y elegir la herramienta
Pero no es sólo cuestión de marcas. También lo es de modelos (no pocas veces el mejor macro es el de una compacta) y tamaños. Colarse en un hospital para denunciar gráficamente una mala gestión debe hacerse con una cámara discreta. Una simple compacta o incluso un móvil. Aun así, hay fotoperiodistas que consideran que abandonar su SLR de gama profesional no es -valga la redundancia- profesional.
Acabemos de una vez con este diálogo de besugos. Asumamos que no podemos comprar todos los equipos que nos gustaría. Por muy cara que sea una cámara, siempre habrá una situación en la que ésta no dé la talla. Asumamos de una vez que la cámara perfecta no existe.