¿Y por qué no coge ZP el toro de la fiesta por los cuernos? (por ejemplo)
La Rana Verde
Como en tantos otros asuntos, el Gobierno zapateril -¡ay, Zapatero a tus zapatos!- tampoco agarra el asunto de la fiesta taurina por los cuernos, porque es débil, inseguro y no le interesa más que sobrevivir a toda costa. Sabe el leonés que necesita los votos de lo más zafio del separatismo catalán y obra en consecuencia.
Cree el nieto del capitán Rodríguez Lozano que este tipo de cuestiones, las que generan polémicas que distraen la atención del personal, sirven a sus intereses de supervivencia e impiden que la gente repare en su incapacidad para regir los destinos de una nación como España.
No entiende –el pobre no debe dar más de sí- que, en el fondo, en este debate sobre si se puede o se debe mantener la lidia en Cataluña, subyacen muchas más cosas. La primera de todas, la Libertad. La libertad con mayúscula para elegir, para decidir y sobre todo para discrepar.
Esa es, a todas luces, una de las grandes asignaturas pendientes de este socialismo de pacotilla que se han inventado Zapatero y sus huestes. ¡Si Pablo Iglesias levantara la cabeza!
La libertad a la que nos condena el zapaterismo –porque no es a él sólo a quien debemos lo que pasa- no es ni por atisbo lo que el común de los mortales entiende por Libertad. Se parece mucho más a la mediocridad cutre a la que condenó a este planeta ese movimiento llamado “neo con”, que tuvo su máxima expresión en George Bush hijo y que -¡Allah no lo quiera!- esperamos que no logre regresar de la cloaca de la historia. Pero ese mal ha prendido en ciertas mentes de los que se denominan socialistas (Blair, Zapatero…).
El problema es que, además de reducir la libertad de quienes desean presenciar un espectáculo taurino, están dando una bola innecesaria a quienes no tienen otro objetivo que ahondar la brecha con el resto de España. Como ha dicho alguien por ahí, si los toros se llamasen “fiesta catalana”, en vez de “fiesta española”, a Puigcercos y otros como él, les veríamos en barrera.
Mr. Zapatero recibió, como los que le precedieron, un importante legado que se llama unidad. Es una herencia que venimos pasando de generación en generación, desde hace más de cinco siglos. Desde el tiempo de los Reyes Católicos, para ser exactos. Y esa es una herencia que, junto con la libertad, debemos todos preservar a toda costa.
Una y otra, juntas, hacen de una nación -¡no 17 pequeños estados!- una entidad digna de ser respetada por sus ciudadanos y por las demás naciones. Pero para que nos respetemos y nos respeten, primero se precisa que se hagan respetar con rigor las leyes que nos hemos dado. Y eso coloca en primera fila a la Constitución.
Como en tantos otros asuntos, el Gobierno zapateril -¡ay, Zapatero a tus zapatos!- tampoco agarra el asunto de la fiesta taurina por los cuernos, porque es débil, inseguro y no le interesa más que sobrevivir a toda costa. Sabe el leonés que necesita los votos de lo más zafio del separatismo catalán y obra en consecuencia.
Cree el nieto del capitán Rodríguez Lozano que este tipo de cuestiones, las que generan polémicas que distraen la atención del personal, sirven a sus intereses de supervivencia e impiden que la gente repare en su incapacidad para regir los destinos de una nación como España.
No entiende –el pobre no debe dar más de sí- que, en el fondo, en este debate sobre si se puede o se debe mantener la lidia en Cataluña, subyacen muchas más cosas. La primera de todas, la Libertad. La libertad con mayúscula para elegir, para decidir y sobre todo para discrepar.
Esa es, a todas luces, una de las grandes asignaturas pendientes de este socialismo de pacotilla que se han inventado Zapatero y sus huestes. ¡Si Pablo Iglesias levantara la cabeza!
La libertad a la que nos condena el zapaterismo –porque no es a él sólo a quien debemos lo que pasa- no es ni por atisbo lo que el común de los mortales entiende por Libertad. Se parece mucho más a la mediocridad cutre a la que condenó a este planeta ese movimiento llamado “neo con”, que tuvo su máxima expresión en George Bush hijo y que -¡Allah no lo quiera!- esperamos que no logre regresar de la cloaca de la historia. Pero ese mal ha prendido en ciertas mentes de los que se denominan socialistas (Blair, Zapatero…).
El problema es que, además de reducir la libertad de quienes desean presenciar un espectáculo taurino, están dando una bola innecesaria a quienes no tienen otro objetivo que ahondar la brecha con el resto de España. Como ha dicho alguien por ahí, si los toros se llamasen “fiesta catalana”, en vez de “fiesta española”, a Puigcercos y otros como él, les veríamos en barrera.
Mr. Zapatero recibió, como los que le precedieron, un importante legado que se llama unidad. Es una herencia que venimos pasando de generación en generación, desde hace más de cinco siglos. Desde el tiempo de los Reyes Católicos, para ser exactos. Y esa es una herencia que, junto con la libertad, debemos todos preservar a toda costa.
Una y otra, juntas, hacen de una nación -¡no 17 pequeños estados!- una entidad digna de ser respetada por sus ciudadanos y por las demás naciones. Pero para que nos respetemos y nos respeten, primero se precisa que se hagan respetar con rigor las leyes que nos hemos dado. Y eso coloca en primera fila a la Constitución.
El respeto se demustra, por ejemplo, no permitiendo celebrar referéndums ilegales pueblo por pueblo sobre independencias que no desea la mayoría, a cambio de recibir un puñado de votos. Ni tocando los bemoles a la mayoría de una nación –que no es otra que España- con mandangas sobre si una región, por más lengua propia o “moços d’escuadra” que tenga, es también una “nación”. Lo de que el término nación es discutido y discutible debe ser en el barrio de ZP, ni siquiera en su lugar de nacimiento. Lo de España como “nación de naciones” o las chorradas que se les vengan a ocurrir a políticos de tres al cuarto que necesitan apoyos para ir tirando, no es aceptable. Sólo por ese tipo de juegos chungos, debería perder las próximas elecciones Mr. Zapatitos, como le llama su predecesor.
Pero es que hay más, mucho más… Este leonés de sonrisa pastosa y patosa, ya lleva unas pocas meteduras de gamba en la mochila. Primero estuvo a punto de rendir al Estado y colocarlo genuflexo, como ha escrito el admirado Ansón, ante los asesinos de ETA. ¡Así de simple! Le robaron la cartera en la T 4 y, de no ser por la generosidad de Francia, aún andarían los criminales dándonos por donde amargan los pepinos. Hasta los piratas somalíes nos han tomado bien la medida por las ocurrencias de ZP y la Chacona.
Después, el preclaro faro de La Moncloa se empeñó en que negando la crisis que asolaba el mundo simplemente se esfumaría, como por arte de magia. Aún tenemos en la memoria aquellas incalificables palabrejas sobre que éramos los mejor situados para superar la crisis, que seríamos los primeros en salir de ella (resulta que seremos los últimos gracias a su clarividencia), etc., etc., etc... ¡Ya hemos visto cuánta visión política acumula el leonés! ¡Cómo oráculo de Delfos no tendría precio!
Lo malo es que ese entramado de intereses que ha creado a todos los niveles, nacional, autonómico o local, le ríe las gracias por dos razones: primero porque les va bien en el machito y mientras puedan siguen trincando (¿Cuándo tomará auténticas medidas contra la corrupción?).
Y después, porque tampoco son mucho mejores que él. Hay mucha fotocopia del gran conductor de los destinos de la patria. No esperan más que seguir tirando en las poltronas, desde las que se ve de lejos a los españolitos pasarlas… digamos canutas.
Lo que no hará, ni el de León, ni el resto de su cuadrilla -¡ya estamos con los símiles taurinos!-, es agarrar los toros por los cuernos. Incluido el toro de las corridas en Cataluña, que es como decir de la libertad de quienes quieran ir a los toros en esa parte de España. Pero, el de la sonrisa sosita debe pensar ¿Y si se cabrean Puigcercós y Carod Rovira?
Pero es que hay más, mucho más… Este leonés de sonrisa pastosa y patosa, ya lleva unas pocas meteduras de gamba en la mochila. Primero estuvo a punto de rendir al Estado y colocarlo genuflexo, como ha escrito el admirado Ansón, ante los asesinos de ETA. ¡Así de simple! Le robaron la cartera en la T 4 y, de no ser por la generosidad de Francia, aún andarían los criminales dándonos por donde amargan los pepinos. Hasta los piratas somalíes nos han tomado bien la medida por las ocurrencias de ZP y la Chacona.
Después, el preclaro faro de La Moncloa se empeñó en que negando la crisis que asolaba el mundo simplemente se esfumaría, como por arte de magia. Aún tenemos en la memoria aquellas incalificables palabrejas sobre que éramos los mejor situados para superar la crisis, que seríamos los primeros en salir de ella (resulta que seremos los últimos gracias a su clarividencia), etc., etc., etc... ¡Ya hemos visto cuánta visión política acumula el leonés! ¡Cómo oráculo de Delfos no tendría precio!
Lo malo es que ese entramado de intereses que ha creado a todos los niveles, nacional, autonómico o local, le ríe las gracias por dos razones: primero porque les va bien en el machito y mientras puedan siguen trincando (¿Cuándo tomará auténticas medidas contra la corrupción?).
Y después, porque tampoco son mucho mejores que él. Hay mucha fotocopia del gran conductor de los destinos de la patria. No esperan más que seguir tirando en las poltronas, desde las que se ve de lejos a los españolitos pasarlas… digamos canutas.
Lo que no hará, ni el de León, ni el resto de su cuadrilla -¡ya estamos con los símiles taurinos!-, es agarrar los toros por los cuernos. Incluido el toro de las corridas en Cataluña, que es como decir de la libertad de quienes quieran ir a los toros en esa parte de España. Pero, el de la sonrisa sosita debe pensar ¿Y si se cabrean Puigcercós y Carod Rovira?
(La Rana Verde es el seudónimo de un conocido periodista y bloguero español)