Maltratadoras
Por M. Molares do Val
Ocurrió hace unos días en Sevilla: un juez procesó de oficio a una mujer que se autolesionaba para denunciar malos tratos de su ex marido, método con el que consiguió enviarlo a prisión once meses en diferentes etapas.
La mujer aparecía en las comisarías y juzgados golpeada y con navajazos. Denunciaba a su ex marido y este, sin mayores indagaciones, era enviado automáticamente a la cárcel.
El juez sevillano descubrió la verdad porque el hombre, escarmentado, presentó pruebas de cada paso que daba, avaladas por testigos, que demostraban su inocencia.
Así se descubrió que cuando la mujer lo acusaba de las últimas palizas, incluso en las televisiones que la presentaban como víctima modelo de la brutalidad machista, el hombre estaba lejos de donde ella se había herido, eso sí, levemente.
La desgracia de este hombre es ejemplar, aunque el Consejo general del Poder Judicial afirme que sólo el 0,19 por ciento de las denuncias por violencia machista presentadas en España son falsas.
Porque, frente a esto, cualquier abogado matrimonialista, mejor una abogada feminista, le confesará confidencialmente que hasta el 40 por ciento de las alegaciones de malos tratos del varón que se aportan a las causas de separación o divorcio, y no denunciados previamente, son falsas.
Los letrados usan esa acusación como método para que la mujer obtenga ventaja moral y legal para quedarse con los hijos, y económica, para apoderarse del máximo de los bienes del hombre.
No hay más que estar atentos a muchas parejas en su casa, una tienda, la calle. Se observará como algunas mujeres humillan al hombre con sarcasmos, desprecio o ira.
Cierto, hay más hombres que hacen lo mismo, y que además le pegan o matan a las mujeres. Pero esa violencia no es consustancial con su sexo, como prejuzgan las leyes sin matices impuestas con la demagogia vindicativa del feminismo radical.
Y el juez sevillano, ya pagará su osadía: encontrarán motivos para sancionarlo por no seguir la adecuada senda de la corrección política.
(M. Molares do Val es periodista, escritor y capitán de la Marina Mercante)
Por M. Molares do Val
Ocurrió hace unos días en Sevilla: un juez procesó de oficio a una mujer que se autolesionaba para denunciar malos tratos de su ex marido, método con el que consiguió enviarlo a prisión once meses en diferentes etapas.
La mujer aparecía en las comisarías y juzgados golpeada y con navajazos. Denunciaba a su ex marido y este, sin mayores indagaciones, era enviado automáticamente a la cárcel.
El juez sevillano descubrió la verdad porque el hombre, escarmentado, presentó pruebas de cada paso que daba, avaladas por testigos, que demostraban su inocencia.
Así se descubrió que cuando la mujer lo acusaba de las últimas palizas, incluso en las televisiones que la presentaban como víctima modelo de la brutalidad machista, el hombre estaba lejos de donde ella se había herido, eso sí, levemente.
La desgracia de este hombre es ejemplar, aunque el Consejo general del Poder Judicial afirme que sólo el 0,19 por ciento de las denuncias por violencia machista presentadas en España son falsas.
Porque, frente a esto, cualquier abogado matrimonialista, mejor una abogada feminista, le confesará confidencialmente que hasta el 40 por ciento de las alegaciones de malos tratos del varón que se aportan a las causas de separación o divorcio, y no denunciados previamente, son falsas.
Los letrados usan esa acusación como método para que la mujer obtenga ventaja moral y legal para quedarse con los hijos, y económica, para apoderarse del máximo de los bienes del hombre.
No hay más que estar atentos a muchas parejas en su casa, una tienda, la calle. Se observará como algunas mujeres humillan al hombre con sarcasmos, desprecio o ira.
Cierto, hay más hombres que hacen lo mismo, y que además le pegan o matan a las mujeres. Pero esa violencia no es consustancial con su sexo, como prejuzgan las leyes sin matices impuestas con la demagogia vindicativa del feminismo radical.
Y el juez sevillano, ya pagará su osadía: encontrarán motivos para sancionarlo por no seguir la adecuada senda de la corrección política.
(M. Molares do Val es periodista, escritor y capitán de la Marina Mercante)