martes, 22 de septiembre de 2009

Opinión

Culto a la personalidad
Por Diego Armario
Ahora no es como en los tiempos de Mao ni como en cualquiera de los escenarios políticos vividos en las dictaduras comunistas en las que el líder, el gran timonel, era infalible y todos le seguían porque cuando marcaba una senda no había posibilidad de que se equivocase.
Entonces atreverse a discutir las consignas del jefe estaba tipificado como un delito contrarrevolucionario y el que osaba tamaño despropósito merecía la cárcel o la muerte.
Ahora es distinto. El culto a la personalidad de los jefes – llamarle líderes a algunos es una demasía – consiste en atribuirles un poder taumatúrgico que les hace poseedores de la fórmula secreta para ganar elecciones y repartir cargos entre los que le apoyan.
Antes la incultura de los seguidores del líder o el miedo a las represalias era la causa de la obediencia ciega, ahora el unte que une voluntades inquebrantables tiene que ver más con otro tipo de untes.
Fuera del poder hace mucho frío – también para algunos periodistas que no sueltan el botafumeiro – y sólo por esa razón se pueden entender algunos discursos de elogio a la nada.
Sin embargo es mucho más significativo leer los silencios de algunos pesos pesados con cierto poderío intelectual, que no se pueden permitir a sí mismos aparecer dentro de algún tiempo en las hemerotecas como los que acompañaban a las moscas camino de la gran mierda.
(D. Armario es escritor, periodista y ex director de RNE)