jueves, 16 de junio de 2011

Editorial

No dar excusas a los políticos

El movimiento 15 M o Democracia Real Ya ha dado en poco más de un mes ejemplo de lo que puede una muchedumbre expresando pacíficamente su descontento con un sistema político que siente que no representa a la mayoría. Por eso ha cosechado adhesión y simpatía entre muchos miles de ciudadanos que están hasta el gorro de unos políticos ajenos a sus problemas e instalados en un cierto sistema de castas.
En los dos últimos días una serie de hechos desafortunados han oscurecido esa imagen simpática y refrescante de quienes acamparon varias semanas en las plazas españolas, pidiendo unos cambios en la política que permitan tener esperanza a unos jóvenes y no tan jóvenes sacudidos seriamente por la crisis.
Decenas de escritores serios, de artistas de diferente tipo y de figuras difíciles de catalogar, pero alejadas del esperpento en que se han convertido ciertas televisiones, han ido a estar cerca de los “indignados”, que con tesón y tranquilidad reclaman un mejor modo de hacer política. Y lo han hecho desde la admiración a quienes manifestaban sus reclamaciones en paz y con mucha imaginación.
Ahora han surgido brotes de intolerancia que parecen querer arrojar sombras sobre este movimiento y dar excusa a los enemigos del mismo, en su mayor parte políticos “instalados” de todos los colores. No es de descartar que en algún caso las acciones reprobables hayan sido “movidas” interesadamente por infiltrados.
Es preciso poner todos los medios para que los cojos manteca de turno no se aprovechen y creen un río revuelto. En él pescan con indudable habilidad los políticos como Artur Mas, a quien ha venido de perlas lo sucedido en Barcelona para justificar actuaciones policiales de dudosa contención que, según algunos presentes, buscaban más exacerbar los ánimos que calmarlos. La política oficialista catalana, trufada de xenofobia y hasta racismo, arroja muchas sombras.
En cuanto a los “indignados”, es lícito cuestionar la representatividad de unos políticos elegidos por métodos que no convencen a cientos de miles de ciudadanos. Es lícito señalarles como autores de abusos y acciones reprobables. Pero no lo es arrojarles objetos, injuriarles o acosarles, como se hizo en el caso de Gallardón cuando paseaba con su perro en Madrid. Si el movimiento DRY consiente eso, estará alejándose de los ciudadanos tanto como los propios políticos. A éstos no hay que darle excusas porque saben como usarlas en su beneficio.
Es evidente que Democracia Real Ya no le interesa en absoluto a la derecha española más recalcitrante. Pero no lo es menos que tampoco le conviene a los partidos de la llamada izquierda (tanto al PSOE como a IU), que parecen no haber oído el mensaje del 22 de mayo, y se empeñan en seguir gobernando a los españoles desde un sistema de representación que no convence, y maquillando junto a la derecha a los sinvergüenzas que se aprovechan de lo que es de todos.
Si DRY mantiene su actitud pacífica y ordenada, su mensaje seguirá calando en la sociedad y crecerá. Pero al mismo tiempo es preciso ir ideando un modo de conseguir que ese mensaje se encauce por los caminos que permitan disputar la representación ciudadana a los políticos de los que discrepa.
Simultáneamente debe seguir ideando actuaciones de castigo a los poderes económicos, como los apagones de luz una vez por mes o las retiradas de dinero de los cajeros. La imaginación que han demostrado los acampados es fantástica para poner en circulación ideas y golpear a banqueros y políticos profesionales donde más les duele. Y sobre todo para hacerlo sin radicalismo. Pero todo ello hay que hacerlo en paz para seguir siendo un ejemplo en todo el mundo.