sábado, 25 de junio de 2011

Editorial

Plantar cara a Bildu antes de que sea tarde

Tal y como era de esperar, el disparate de legalizar a Bildu sin obligarle por ley a aceptar las reglas, todas las reglas, del juego democrático en nuestro país, empieza a tener sus consecuencias, algunas muy peligrosas no tan a largo plazo. Y por ello, muchos ciudadanos españoles estiman que los llamados partidos democráticos, en vez de seguir mirándose al ombligo, deben plantarle cara antes de que sea demasiado tarde.
La sucesión de decisiones unilaterales de los separatistas, comprometiendo a las fuerzas verdaderamente democráticas de la nación y poniéndoles ante una política de hechos consumados, sigue una escalada cuidadosamente diseñada desde las entrañas del separatismo proetarra.
Y lo que muchos ciudadanos esperan de quienes gobiernan la nación o se preparan para hacerlo es que sin más tardanza unan sus fuerzas para ponerle el cascabel al gato, incluso devolviéndolo a las cloacas de las que no debió salir tan fácilmente.
Es sencillamente intolerable que Bildu o cualquiera de sus portavoces impidan el acceso de los escoltas que protegen a ciudadanos amenazados de muerte por los socios etarras de esa gente, o que retiren los símbolos de la nación de aquellas dependencias públicas que a ellos se antoje, ya sean retratos del Rey, banderas o cualquier otro.
Menos aún que pretendan reducir la presencia militar o policial en el País Vasco, o las aportaciones que les corresponden para financiar el funcionamiento de la Jefatura del Estado. ¡Hasta ahí podíamos llegar!
Se impone hoy más que nunca un gran pacto de Estado que incluya a los partidos mayoritarios de la nación y también a aquellos nacionalistas o regionalistas que no pretenden derivas hacia aventuras rupturistas de nuestro país tal y como está consagrado en la Constitución nacida del consenso de los españoles.
Lo contrario es, ni más ni menos, que traicionar la confianza depositada en esos partidos políticos por el pueblo. Y si no ponen remedio a esa situación disparatada, es preciso arrancar a esos políticos de sus poltronas y mandarles al lugar que la historia reserva a los cobardes y vendepatrias.
Este país ya no está para más jueguecitos irresponsables. La irresponsabilidad en términos económicos ha provocado una de las mayores ruinas que se recuerdan y ha mandado al paro a cerca de cinco millones de ciudadanos, ahogados por unos poderes financieros que son quienes verdaderamente mandan en esta parcela y campan a sus anchas.
La irresponsabilidad en términos autonómicos ha causado la multiplicación de las burocracias regionales y una sangría de millones para el erario público que se destinan a pagar los desatinos de una constelación de reinos de taifas autonómicos que parecen pugnar entre sí como sucedió en la Edad Media entre los reinos musulmanes peninsulares. Las rivalidades, en la mayor parte de los casos, son artificiales y están creadas artificialmente.
Pero este asunto del separatismo de Bildu y su irrupción tolerada en las instituciones vascas –sobre todo en Guipuzcoa-, con sus secuelas de rupturismo y aventurerismo, va mucho más allá. No es aceptable en nombre de cualquier principio democrático que gestionen dinero de nuestros impuestos personajes que rechazan pedir públicamente el fin del terrorismo asesino, y en cambio se atreven a imponer su pensamiento-basura a los demás.
Esto no da más de sí. O se para ahora esta dinámica, o hay que ir a desalojarlos por otros métodos, porque el Estado español, su integridad y estabilidad, incluidos sus símbolos y gobernantes, no pueden ser moneda de cambio ni asunto cuestionable por un puñado de parias políticos.
El Rey es el Jefe de Estado. Mientras la inmensa mayoría de españoles –no de separatistas de aquí o allá- no decida otra cosa- Él representa a la nación y no se puede vejar su imagen. Ni está en juego eso, ni la bandera, ni otra serie de cosas. No están encima de la mesa y no se negocia sobre eso. Y al que no le guste, que haga las maletas y se marche a donde le hagan más caso, por ejemplo a la Venezuela de Chávez.
Pero los ciudadanos empezamos a cansarnos de estas bromas. Los experimentos, como en el dicho, ni con gaseosa. Y si se consiente que un puñado de gamberros entrenados en la Kale Borroka ponga al Estado en jaque, alguien debe actuar para que reine la cordura.