domingo, 12 de junio de 2011

Editorial

Patriotas de pacotilla

A diario escuchamos a los “padres de la nación” invocar a la patria en cualquier circunstancia, incluso cuando no viene a cuento. Todos son más patriotas que el de al lado y nadie como cada uno de ellos tiene un mayor compromiso con España.
Es cada vez más evidente que tales declaraciones no son otra cosa que retórica. Palabrería electoralista de quienes a la primera de cambio permutan la herencia de los intereses nacionales por un suculento plato de lentejas que les ofrezcan (a título de intereses o palmaditas en el hombro), quienes mandan en naciones más poderosas o más prósperas.
El reciente episodio conocido como la “crisis de los pepinos”, injustamente relacionada con esa cucurbitácea que enriquece las ensaladas y otros platos, es un claro ejemplo de lo anterior. Las manifestaciones de quienes deberían representarnos no han pasado de juegos florales. Ni Rajoy ni Zapatero han plantado cara adecuadamente a los causantes del desastre.
Doña Angela Merkel ni siquiera se ha disculpado, Doña Cornelia Prufer-Storks sigue como responsable de Sanidad de Hamburgo y los pobres productores de hortalizas españoles van a recibir poco más que unas limosnas de una Comisión Europea repleta de oportunistas y saca cuartos.
Nuestros “admirados” patriotas no le han alzado la voz a la señora Merkel, ni le han sugerido que sus productos serán rechazados o denostados, y mucho menos le han exigido que pague ella y los suyos el mal que han hecho. Como suele ocurrir en estos casos, se la han “envainado”.
Los dirigentes europeos han tirado de fondos estructurales –que también pagan los productores de pepinos con sus impuestos- para poner parches al roto. Y ello no deja de ser una irregularidad, porque cuando se crearon, esos fondos tenían como fin compensar las catástrofes naturales o similares.
Hasta la fecha no tenemos noticia de que Doña Merkel y su compatriota Doña Cornelia sean catástrofes naturales, aunque sus actos ciclónicos provoquen devastadores tsunamis en otras naciones. Es su incompetencia, aliada con su negligencia, lo que ha ayudado a empobrecerse más a unos productores de hortalizas que no viven en la prosperidad, precisamente.
Por eso no se entiende como ninguno de nuestros representantes –ya sean del PP o del PSOE- sigan sin cantarle las cuarenta a quienes debieran pagar el 100% del daño causado, más otro pellizco que compense las pérdidas, o el “lucro cesante”, como se dice en términos económicos.
Si en vez de tratarse de Alemania, fuese un político andorrano el causante, seguro que le habrían dicho de todo menos bonito. Pero tratándose de la canciller que tanto gusta de acogotar a griegos, portugueses, españoles o irlandeses por sus malas cuentas (cuando Alemania las tuvo, no hace tanto, todos callaron), no hay nadie que rechiste. Ni siquiera hay noticia de una llamada al embajador de turno para recibir una protesta.
A ese punto hemos llegado en este fracaso de Unión Europea, que no pasa de ser, mal que nos pese, un club de negocios, una tronera por la que se filtran millones de euros de nuestros impuestos para pagar su peso en oro a un funcionariado que hace poco para merecerlo, y una jaula de grillos incapaz de avanzar hacia donde sus ciudadanos esperan desde hace años.
Eso si, todos son muy patriotas. De pacotilla.