lunes, 22 de febrero de 2010

Editorial

Como un pulpo en un garaje

El presidente Rodríguez Zapatero da claras muestras de andar más perdido que un pulpo en un garaje o de confundir el culo y las témporas. Si no, probablemente no habría dicho este fin de semana en Málaga la sarta de tonterías que ha soltado con motivo del día de Andalucía, ni se le hubiese ocurrido acudir a Londres a echar por tierra la labor de su vicepresidenta, Elena Salgado, para convencer a los mercados internacionales de la solvencia de España.
Porque después de escuchar al director de la orquesta, se tiene la impresión de que lo malo no son los músicos, sino el incompetente que maneja la batuta. Y de todos modos, el único consuelo es que cada vez engaña a menos gente. La insolvencia no es de España, sino de quien lleva el timón.
A nadie en su sano juicio se le ocurriría en cualquier país europeo ir a pedir a la oposición que presente sus propuestas, cuando el gobierno no ha hecho más que exponer torpeza tras torpeza para enderezar el maltrecho rumbo de la economía nacional. ¿Cuáles son las propuestas de Zapatero? ¿Las que enuncia hoy un ministro y rectifica él al día siguiente?
Y ese, con su dramática vaciedad, ha sido uno de los argumentos del discurso pronunciado en Málaga por el increíble Zapatero, tan tranquilo, como si nada ocurriese, mientras son ya 4 los millones de compatriotas que están desempleados. Y los demás argumentos no han sido mucho mejores.
Porque si Zapatero pretende conseguir un pacto nacional que alcance al PP de Rajoy, no puede ir a tocarle las narices y acusarle poco menos que de causar la crisis. ¿Con qué cuchara se come que Zapatero pida que "no se responsabilice con el Gobierno, sino con el país, y que no ayude al Gobierno, sino al país", si a renglón seguido se le dice a Rajoy que hace trampas y que la crisis viene del gobierno anterior?
¿O es que no ha tenido seis años Zapatero para enmendar cualquier error que hubiese cometido Aznar (que los hubo)? Lo que pasa es que ese, a quien L.M. Anson define como “presidente circunflejo”, le vino mucho mejor subirse al carro del falso desarrollo aznarista que trajo el ladrillo, en vez de cumplir sus promesas de buscar un modelo alternativo, como muchos esperaban.
Tanto es así, que aún sigue buscando cómo hincarle el diente a ese modelo alternativo y sigue enterrando esfuerzo y dinero en reflotar a ese otro paquebote hundido de la cosntrucción masiva. Pero por el camino se ha laminado los recursos de todo un país, 4 millones de puestos de trabajo y la seguridad de miles de ciudadanos más que se ganaron con su esfuerzo el derecho a una vejez digna.

Esos son, a día de hoy, los “méritos” de Rodríguez Zapatero y sus acólitos.
Mientras tanto, se refugia Zapatero, como otros de sus partidarios que nos son más próximos, en frases hechas de cierta sonoridad pero vacías de contenido: "Diciendo no a todo no se ayuda a España a salir de la crisis", -¿no les suena conocido aquello de que las denuncias y críticas son malas para el país, la región o una localidad concreta?- "la unión hace la fuerza", etc. Y en echar la culpa de lo sucedido –o de una crisis que no quería ver- a mercados y especuladores. Poco comentario merece este tipo de consideraciones. Son evidencia de incapacidad, ineficacia y de esa tendencia a la improvisación que le atribuye hasta El País, poco sospechoso de veleidades derechistas.
De momento sólo conocemos medidas de Zapatero que mejor nos hubiese debido ahorrar. Por ejemplo, la subida de impuestos que ha devastado el consumo ciudadano y la propia economía, como hizo el terremoto de Haití con miles de viviendas. U otras tan “sociales” como lo que la gente denomina el “pensionazo”, que los sindicatos de clase no dudan en calificar de “inaceptable”.
Pero para desgracia del político leonés, muchos que creyeron en él, se están cayendo de sus caballos en el camino a Damasco. El diario El País es uno de ellos. La crisis de confianza comenzó hace dos años, cuando en plena campaña electoral nos negaba con toda la cara del mundo que se avecinase una crisis de sonoras dimensiones. Y hasta se jactaba de que España estaba mejor preparada que nadie ante aquellos desajustes que a él le parecían asunto baladí.

Las vendas que obstruyen la visión, se van cayendo por si solas al cabo de un tiempo. Menos de los ojos de aquellos que se lucran en el río revuelto del caos zapateril. Y los demás a aguantar hasta que escampe este temporal de incompetencia, adornado de temeridad.