¿Le gustan los toros a Zapatero?
Por Luis María Anson
Álvaro Ballarín es uno de los grandes políticos con que cuenta el Partido Popular. Joven, serio, moderado, prudente, constructivo, sagaz, su futuro político no puede tener los horizontes más despejados. Está haciendo una espléndida gestión en la concejalía del distrito de Moncloa-Aravaca, volcado en todo lo que significa cultura y, de forma especial, la ópera y el teatro.
En un interesante artículo publicado en Madridiario, Álvaro Ballarín se extraña de que José Luis Rodríguez Zapatero permanezca ajeno a la polémica levantada por los secesionistas catalanes en torno a la fiesta de los Toros. Los socialistas deberán votar en el Parlamento catalán y Zapatero no puede mirar hacia otro lado.
En toda España hay muchos detractores de la Fiesta Nacional. Hay también infinidad de aficionados. Como ciudadano, Zapatero puede pensar según le plazca y callar. Como presidente del Gobierno tiene el deber de que se conozca su posición.
“Razones artísticas aparte -escribe Álvaro Ballarín- la decisión del Parlamento catalán cae fuera de sus competencias porque restringe la libertad, y la libertad de elección de los ciudadanos es anterior a cualquier Parlamento, es un derecho preexistente. El derecho a los toros es costumbre, tradición. Es un derecho que está, no se crea. El derecho a disfrutar de los toros, por tanto, no se puede legislar; es un derecho indisponible que los Parlamentos deben reconocer y respetar”.
Muchos intelectuales a los que no gusta la Fiesta Nacional se han manifestado ya en favor de ese respeto que reclama Ballarín. Tiene razón el joven político popular. No se debe, no se puede restringir el derecho que durante siglos han tenido los españoles a ir o no ir a las plazas para contemplar las corridas de toros.
En un interesante artículo publicado en Madridiario, Álvaro Ballarín se extraña de que José Luis Rodríguez Zapatero permanezca ajeno a la polémica levantada por los secesionistas catalanes en torno a la fiesta de los Toros. Los socialistas deberán votar en el Parlamento catalán y Zapatero no puede mirar hacia otro lado.
En toda España hay muchos detractores de la Fiesta Nacional. Hay también infinidad de aficionados. Como ciudadano, Zapatero puede pensar según le plazca y callar. Como presidente del Gobierno tiene el deber de que se conozca su posición.
“Razones artísticas aparte -escribe Álvaro Ballarín- la decisión del Parlamento catalán cae fuera de sus competencias porque restringe la libertad, y la libertad de elección de los ciudadanos es anterior a cualquier Parlamento, es un derecho preexistente. El derecho a los toros es costumbre, tradición. Es un derecho que está, no se crea. El derecho a disfrutar de los toros, por tanto, no se puede legislar; es un derecho indisponible que los Parlamentos deben reconocer y respetar”.
Muchos intelectuales a los que no gusta la Fiesta Nacional se han manifestado ya en favor de ese respeto que reclama Ballarín. Tiene razón el joven político popular. No se debe, no se puede restringir el derecho que durante siglos han tenido los españoles a ir o no ir a las plazas para contemplar las corridas de toros.
(L.M. Anson, de la Real Academia)