domingo, 28 de marzo de 2010

Reportaje - Historia

¿Acabarán cerrando el Valle de los Caídos?

Por L. Jiménez
El Escorial.- A escasos 20 metros de la tumba de Francisco Franco, un recipiente negro de gran tamaño recoge el agua que rezuma de la cúpula. Han pasado 50 años de la inauguración del Valle de los Caídos por el dictador y su mastodóntica obra de granito y piedra se encuentra tan deteriorada que la posibilidad de que se cierre por completo ha dejado de ser un tema tabú.
Patrimonio Nacional, organismo público dependiente del Ministerio de Presidencia que dirige María Teresa Fernández de la Vega, ya había prohibido en los últimos años el acceso a la base de la cruz por culpa de varios desprendimientos, así como el uso del funicular que subía hasta ese punto por falta de mantenimiento. Pero desde el mes de noviembre está adoptando una serie de decisiones que algunos defensores de este polémico lugar temen que sean el principio del fin.
Todo empezó el 23 de noviembre del año pasado, tres días después del siempre controvertido 20-N, cuando Patrimonio anunció en un escueto aviso en su página web que cerraba el interior de la basílica al público. ¿Qué le llevó a adoptar esta decisión? Oficialmente, el objetivo es atajar el problema endémico de las humedades que han ido apareciendo en las últimas décadas en los techos del pasillo central y en las gruesas paredes sobre las que se asienta la cúpula, pero el cierre a cal y canto, silencioso y sine die, no tiene precedentes, si se exceptúan los 15 días que estuvo cerrada en 1999 tras la colocación de una bomba por parte del grupo terrorista GRAPO.
Por eso, Patrimonio se ha cuidado mucho de no enfrentarse a la comunidad benedictina, compuesta por una treintena de monjes y una escolanía de niños cantores que les ayudan en los oficios religiosos. Así que ha hecho una excepción y ha permitido una hora de apertura (a las 11 de la mañana, de martes a domingo) para que los monjes puedan seguir con las misas diarias en compañía de sus voces blancas.
Sin embargo, el acceso al interior de la basílica está plagado de restricciones durante esa hora de misa, tal y como ha podido comprobar el autor de estas líneas. Tras cruzar el claustrofóbico pasillo central y sortear media docena de palanganas con el agua a rebosar de las goteras, uno se debe quedar en los bancos que preceden a la tumba de José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange. El resto de la nave central, así como la zona de los confesionarios y las capillas laterales en las que se encuentran las puertas de acceso a las catacumbas, están vetadas para cualquiera de los visitantes que se acerquen por allí. Y una vez que acaba el oficio religioso, la seguridad privada se emplea a fondo para que los asistentes salgan rápidamente a la fría explanada.
Dos meses y medio después del cierre, no se ven andamios ni signos de trabajo de prevención o conservación dentro de la basílica. Todo sigue en su sitio y no parece que los trabajos vayan a lograr una rehabilitación completa del lugar.
“Las filtraciones son enormes, tremendas y van pasando a mayores. Tienen muy mal arreglo y se puede meter todo el dinero que se quiera, que no se acaba. O se decide invertir una cantidad muy considerable de dinero, o se está abocado a seguir las pequeñas actuaciones de siempre”, confiesan en Patrimonio Nacional, que en la última década ha destinado una media de 400.000 euros al año para la conservación del Valle. Para este año de crisis económica aún no tiene una estimación del dinero que se invertirá, pero no hay que ser muy avispado para intuir que no será mucho.
A esta situación en el interior de la basílica se une el largo invierno de agua, viento y nieve que se ha abatido este año sobre la sierra madrileña y que no ha ayudado en nada al mantenimiento exterior del lugar. Los desprendimientos de fragmentos y lascas de piedra negra de Calatorao de las esculturas de los Evangelistas y las Virtudes se vienen produciendo desde hace bastante tiempo, pero en las últimas semanas los técnicos de conservación han dado la voz de alarma después de toparse con dos pedruscos de gran tamaño en la base de la cruz.
El sábado 20 de febrero se produjo el desprendimiento de una parte del pico del águila de San Juan, con un peso de unos cinco kilos, según explica una portavoz de Patrimonio a esta revista. Un segundo fragmento, de más de siete kilos, se desgajó tres días después de la parte inferior de la escultura de San Marcos, sin que los técnicos puedan hacer mucho contra la meteorización de estas esculturas. La solución de cubrir con mallas las obras de Juan de Ávalos ya se mostró inviable en el pasado, pues se acabaron volando con el viento.
Pero donde el Gobierno ha decidido actuar de inmediato ha sido en la Piedad que preside el pórtico de entrada al mausoleo del anterior jefe del Estado. Esta escultura permanece envuelta en una malla negra desde que en julio de 2008 se desprendió un trozo del brazo del Cristo yacente. El último informe de los técnicos advirtió de los riesgos de que se desprendan nuevos trozos, que la malla no soporte el peso y que los objetos se precipiten sobre la entrada de la basílica, con el consiguiente peligro para la gente que pueda pasar por allí en ese momento: “Hemos encontrado piedras de pequeño tamaño en la malla y consideramos que presenta problemas de estructura”, subraya la citada fuente.
Es por ello que Patrimonio Nacional ha decidido retirar la Piedad “a un sitio cubierto en el propio Valle” para su posterior rehabilitación. Los trabajos empezarán dentro de un mes con la retirada -una a una- de las piezas que De Ávalos ensambló en la década de los sesenta, con toda la carga simbólica que ello supone.
Hay que tener en cuenta que no se trata de una tarea menor. Será la primera vez que una escultura es retirada del conjunto arquitectónico que Franco inauguró en 1959. Por tanto, es una actuación sin precedentes que, por temporal que sea, asusta a los que ven en ello un intento soterrado por parte del Ejecutivo de despolitizar o desacralizar el Valle de los Caídos con una serie de medidas difíciles de revertir en el futuro.
“¿Qué se busca? ¿Excitar los ánimos? Si quieren despolitizar el Valle, lo primero que tienen que hacer es sacar a José Antonio y Franco de allí. Yo defiendo el bien cultural de todos los españoles. Es como si al Guernica de Picasso lo desmontáramos, lo enrollásemos y lo pintásemos de nuevo”, se queja Juan de Ávalos hijo, escultor igual que su padre y que considera una “auténtica locura” el plan de Patrimonio Nacional con la Piedad.
En su opinión, esta escultura de 200 kilos de peso se puede restaurar in situ sin retirarla. “Se puede arreglar superficialmente, no hace falta destruirla. Al estar unida en bloque, tendrán que cortar. Y si ese material es frágil como dice Patrimonio, lo más fácil es que se rompa y no hay ningún modelo sobre el que volver a tomar las medidas”, prosigue De Ávalos después de recibir una llamada telefónica del padre abad, fray Anselmo Álvarez, en la que este último le ha contado “cómo los negros presagios se han hecho realidad”.
Desde Patrimonio Nacional se defienden las actuaciones que están llevando a cabo y las que proyectan para el futuro, aunque en la práctica suponga clausurar el sitio durante un tiempo. “Es un monumento complicado y la propia legislación obliga a cerrarlo. No se puede correr ningún riesgo con la seguridad de los visitantes”, argumentan antes de dejar muy claro que la Piedad volverá a su sitio una vez que quede restaurada.
Sin embargo, da la sensación de que ha empezado a correr una irreversible cuenta atrás para el Valle de los Caídos, un lugar que languidece a pasos agigantados entre pinos y silencios. Pero De Ávalos promete guerra: “El tema se va a poner muy calentito”.