martes, 23 de marzo de 2010

Editorial

Demasiados Jaumes Matas y Roldanes

La comparecencia judicial del ex presidente balear y ex ministro Jaume Matas trae una vez más a colación esa grave lacra que mina la salud de nuestro sistema político, que no es otra cosa que la corrupción en sus mil y una variantes.
Si este pasado fin de semana ofendía a la inteligencia la puesta en libertad definitiva de Luis Roldán, que ha saldado con una docena de años entre rejas el saqueo de las arcas públicas –incluida la caja de los huérfanos de la Guardia Civil-, con 14 millones de euros aún “perdidos” y de difícil recuperación, llega la hora en esta ocasión del que fuese presidente de Baleares y sus hazañas, abucheado a la puerta de los juzgados y tildado de “chorizo” y “corrupto”.
Lo malo es que comienza a haber demasiados Matas y demasiados Roldanes para el sufrido estómago y las atormentadas tragaderas de los ciudadanos. Los hay en toda la escalera de puestos del poder o la oposición, como los hay en todas las regiones españolas. Es como si una negra mano hubiese sembrado por aquí y por allá esa copiosa cosecha de estafadores y de ese modo hubiesen crecido como las setas.
Pero lo peor del caso es que tampoco observamos que se adopten medidas para poner freno a esa auténtica pandemia que asquea a la mayoría.
El Estado democrático tiene que dotarse de armas y mecanismos para acabar con esta plaga o será la plaga la que termine con el Estado democrático. Y si los políticos que tenemos no lo entienden y no reaccionan, antes o después habrá alguien que vendrá a “ponerles las pilas en su sitio”, como dicen ahora los jóvenes.
Mantenerse como si tal cosa, dejándose arrastrar por los acontecimientos, es simplemente una actitud suicida para el sistema. Y más en una era de crisis en la que son muchos –por no decir muchísimos- los ciudadanos que las “pasan canutas” mientras unos cuantos “se lo llevan calentito”.
Hay que acabar con los Roldanes, Matas y tantos apellidos que nos son demasiado conocidos, pero también con toda esa legión de anónimos tunantes de segundo orden y listillos de medio pelo que siguen su ejemplo desde cualquier punto de la administración. Pero hay que terminar con ellos ya, sin más dilación. Y si es preciso endurecer las leyes, pues hágase y no se pierda más tiempo.
Porque la ciudadanía, esa de la que sólo se acuerdan para pedirle el voto y para que jalee sus grandes logros, no aguanta y por ahora manifiesta su hastío en los sondeos de opinión, colocando a sus políticos
–a todos sin excepción- como tercer problema más grave de la nación, por delante incluso de los crímenes del terrorismo. Pero llegará un momento en que lo haga de modo más rotundo.
Y que no vengan echando la culpa de ese sentimiento de la buena gente a los medios de comunicación, por hacer su trabajo contando los tejemanejes de los que debieran representarnos con una faz diferente. ¡La culpa es de ellos y de nadie más que de ellos! Porque debieran ser ellos quienes erradiquen de todos los rincones a los saqueadores. Y en vez de hacerlo, miran para otro lado y se dedican a sus juegos florales desde la cúpula del Estado al último de los rincones de la nación.