lunes, 29 de marzo de 2010

Opinión

Europa en declive

Por L. Jiménez
Hay demasiados indicios, pero como de costumbre, la generación de políticos “light” que gobiernan nuestras naciones europeas, parecen no enterarse. O no querer hacerlo. La imagen de Europa está en declive y esa impresión va en aumento a medida que se comprueba la ineficacia, cuando no la falta de protagonismo, de la Unión Europea en las grandes cuestiones mundiales, desde la energía al cambio climático, desde la defensa a la ayuda en las catástrofes naturales. Pero sobre todo, ante la salida de la crisis.
Si nos atenemos a lo más evidente e inmediato, la andadura de la UE desde la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, a primeros de año, no hace pensar en un cambio de dirección. Más aún, del giro de 180 grados que Europa necesita si quiere influir de manera decisiva en los asuntos mundiales.
La influencia europea en la cumbre del clima de Copenhague resultó más bien nula y que Barack Obama se niegue a participar en la cumbre Europa-EEUU, ante la ausencia de una agenda que refleje temas concretos a discutir son ejemplos claros de ese declive europeo. Al menos eso indica también el comportamiento de EEUU, China y de naciones emergentes como potencias. Léase India, Brasil o Sudáfrica que empiezan a ningunear a la Europa de los 27.
Con su reconocido pragmatismo y capacidad de analizar los desafíos reales, y como presidente del grupo de reflexión sobre el futuro de la Unión, el ex presidente Felipe González ha expuesto la pasada semana ante la cumbre europea que "la situación de la UE es de emergencia por la dureza de la crisis y sus efectos en nuestra realidad económica y social". Esas advertencias llegaron después de que González lanzara un serio aviso al señalar que España "ya es de los últimos de la clase". Pero ese es otro asunto, pese a formar parte del problema general.
Porque lo que interesa ahora es restituir a la Europa comunitaria el pulso y la influencia en el mundo, acordes con su peso demográfico y su PIB. Y para eso lo primero es renunciar a una serie de vicios adquiridos por quienes deben pilotar la nave europea, incluido en estos momentos el primer ministro español, José Luis Rodríguez Zapatero. Sin el reflotamiento europeo no llegará el español.
Porque la UE se mueve entre quienes se dejan llevar por los acontecimientos y quienes se dedican a pugnar entre sí al amparo de las nuevas estructuras creadas por el caótico Tratado de Lisboa, sobre todo las tres presidencias: en ejercicio, permanente y de la Comisión. O lo que es igual, las de Zapatero, Van Rompuy y Durao Barroso.
Lo más lamentable es que la solución más drástica y quizá más eficaz a los problemas europeos, que sería crear una auténtica federación de Estados, capaz de dar consistencia y vertebrar a Europa, no parece posible de realizar en una UE de los intereses creados y las inercias. Si ponemos como ejemplo a EEUU, nuestra Europa actual se parece más al modelo de la Confederación de 1789, que condujo a la guerra civil, que al federalismo que ha hecho grande a la nación norteamericana.
Porque Europa necesita una armonización a escala de los 27 y ni siquiera es capaz de conseguirla a nivel de los 16 estados que forman la zona euro. Lo hemos visto estos días a propósito del rescate de Grecia y del proyecto de legislación financiera. Hemos visto incluso como el Nobel Paul Krugman, tan admirado sobre el papel por Zapatero, sostenía que la moneda única no debió adoptarse hasta que existiese una verdadera unión política.
Debemos recordar que el federalismo estadounidense funciona bien porque se sustenta en una igualdad representativa de los 50 estados. Pero eso no parece posible en el caso de los Estados nacionales europeos, como Alemania y Francia, con sus sistemas fiscales, sus leyes laborales, sus políticas exteriores y de defensa, y hasta sus sistemas de pensiones.
Dicho de otro modo, California, con 36 millones de habitantes, tiene los mismos senadores que Dakota, con poco mas de medio millón. ¿Alemania aceptaría tener los mismos representantes que Malta? Pero hay mas diferencias. Las constituciones de los 50 Estados norteamericanos exigen a sus ejecutivos un equilibrio presupuestario, un déficit cero. Muchos incumplen, con California a la cabeza. Pero, intentan salir del embrollo por sus medios, sin intentar que otros Estados paguen por su mala gestión. Maryland no tiene por qué subvencionar el despilfarro de Illinois. Una filosofía parecida a la adoptada por Alemania en el caso de Grecia. Porque como decía un funcionario germano, no se puede pedir a los alemanes que deben trabajar hasta los 67 años para jubilarse que ayuden a los griegos que se jubilan a los 61. Y ello no deja de ocultar la insolidaridad de una Europa que se pretendía solidaria.
De ese modo, hoy más que nunca, y ante la mediocridad reinante al frente de los Gobiernos nacionales, Europa necesita un líder capaz de sacar a la UE del marasmo. Y ese líder debiera producirlo Alemania como motor económico. Pero por ahora Angela Merkel no quiere conducir la locomotora europea por razones de política interna. Y ni Europa, ni el mundo están para esperas.
Opinaba Felipe González que "la UE debe actuar" porque algunos países han agotado sus márgenes de maniobra”. Mientras muchos se atrincheraban en los elogios, el presidente de los socialistas europeos, Poul N. Rasmussen, llamaba la atención sobre el hecho de que al ritmo actual, el número de parados europeos pasará de 24 millones a fin de año.  Y cree Rasmussen que, "si seguimos el conservador plan de recuperación de la UE se perderán otros 4,5 millones de empleos hasta 2013". Si eso no supone estar en declive, que venga Dios y lo vea…