A vueltas con la independencia
Pese al tiempo que llevamos viviendo en democracia y al compromiso formal con los derechos humanos, todavía quedan por ahí muchos que no entienden que la independencia de los medios de comunicación se opone nítidamente a la sumisión al poder o a la política, lo que no impide que pueda existir amistad entre informadores y quienes se dedican a representar a los ciudadanos con mayor o menor acierto. Pero dejando al burro en la linde, como reza el dicho.
Ahora bien, lo que no puede en modo alguno existir es el compadreo, el sometimiento y el servilismo, que es a menudo lo que espera el político del comunicador. Porque la tendencia natural de quienes se dedican a la “rex publica” es creer que información es sinónimo de cántico de alabanzas al que gobierna. Y sintiendo contradecirles, no es eso, ni mucho menos.
Muchos de esos que se consideran “padres de la patria”, aunque no pasen de administradores temporales de una pequeña parcela, no tienen más interés en un periódico o cualquier otro medio que el de que se reflejen las fotos de sus inauguraciones y “éxitos” , y por supuesto que entone encendidas loas a todas sus acciones. Pero resulta que no hay que agradecer aquello para lo que fueron elegidos y para los que les paga el ciudadano.
Es esa una tendencia que parece natural, aunque lo más natural sea lo contrario: el ejercicio de la información con ánimo crítico, que es el mejor modo de servir de acicate para que las cosas se hagan mejor y atendiendo a las cuitas del ciudadano. Al fin y al cabo, la información, con todos sus defectos y errores, no deja de ser un servicio público.
Hay otro capítulo que tampoco es bien comprendido por aquellos que no han alcanzado el necesario punto de madurez democrática. Nos referimos a la circunstancia de que un medio de comunicación es como un barco, en el que el patrón es quien decide el rumbo y determina qué cosas se admiten a bordo y cuáles no. Hay una máxima en periodismo que dice, a colaboración no pedida, rechazo no necesariamente justificado.
Últimamente, han enviado a esta modesta redacción escritos de distinto género, con el ánimo de que fueran publicados, que no han sido aceptados por entender el capitán de la chalupa que no merecían interés y eran más bien el desahogo de la ira o frustración de quienes las habían redactado contra quienes gobiernan, quienes lo hicieron o quienes puede que un día lo hagan. ¡No estamos aquí para eso! Ni para que nos dé consejos desde la sombra algún chupatintas enmascarado detrás de un alias.
Incluso con nombres, apellidos y otros datos que garanticen la autoría, un medio que se precie sólo acepta publicar aquello que estima de interés para sus lectores y no ofensivo para otras personas. A riesgo de equivocarnos esa ha sido, es y será nuestra actitud.
Volvemos a reiterar para quienes aún no lo han entendido: queremos informar y transmitir opinión. Incluso interpretar las noticias para tratar de que se entiendan. La objetividad absoluta, como casi todo lo absoluto, no es más que una entelequia.
Pero no nos prestamos a servir de vehículo a enemistades, rencores o malicias. El que quiere plantarle a otro su mala uva, que lo haga a la cara y sin usarnos de vehículo. Lo que sucede es que lo de dar la cara tiene pocos adeptos. Nosotros tratamos de darla y nos exponemos a que nos la rompan. Ahí radica la diferencia. Y por eso también tratamos de no dar facilidades a los enemigos de la libertad, que son legión. Al menos cuando se trata de la libertad ajena.
Desde esa libertad nuestra que proclamamos una vez más, reivindicamos nuestra independencia para seguir haciéndolo todo lo bien o todo lo mal que venimos haciéndolo.
Por cierto, muchas gracias a esas decenas de lectores –algunos desde lugares muy distantes- que han tenido la gentileza de escribirnos e incluso llamarnos con elogios a los cambios estéticos de El Correo. Seguiremos tratando de hacer lo que ustedes esperan. Vamos a cumplir pronto nuestro primer año de existencia y hemos superado con creces la expectativas de lectura que nos habíamos marcado. Nos quedaremos cerca de los 30.000, cuando no creíamos merecer la atención de muchos más de 20.000. A nosotros nos parece una proeza. Gracias a todos.
El Director