Ni de Sonsoles
Por M. Molares
José Luís Rodríguez Zapatero es tan desconfiado que no se fía ni de su mujer, Sonsoles Espinosa, dice quien fue su ministro de Administraciones Públicas entre 2004 y 2007, Jordi Sevilla, economista que iba a enseñarle manejar las finanzas del país en un par de tardes, como le anunció ante un micrófono indiscreto.
Sevilla es brillante, serio, profesional, y a la vez locuaz y sincero.
Y difícil de encajar en un gabinete gubernamental que es como un gallinero histérico con un gallito desconfiado y celoso porque no está seguro de si mismo y cree que cualquiera puede engañarlo.
Necesita que lo halaguen constantemente, como descubre “El Maquiavelo de León” (La Esfera de los Libros), ensayo recién aparecido del periodista pro socialista, director del semanario "El Siglo", José García Abad, que lo presenta como un personaje artero que va dejando moribundos por el camino, sólo para brillar.
Una lectura atenta muestra a un tipo sin ideología. En realidad, un niño bien de León que ha adoptado el abecedario progresí al que obedece sin reflexión ni convicción.
Que no quiere ser descubierto, lo que lo hace desconfiado, trastorno paranoide que encaja en el retrato de Sevilla: no se fía ni de Sonsoles.
Ya no hay hagiógrafos como Suso de Toro que canten las hazañas de este Titán. Ahora son visiones realistas, en todo caso menos feroces de lo que lo es él con los suyos: es tan artificioso que tras cometer errores culpa a otros, como ocurrió con el que fue su ministro de trabajo, Jesús Caldera, al que destituyó “por tu errónea política de inmigración”, cuando este se había limitado a obedecer sus órdenes y planteamiento ideológico hiperprogre, como cuenta García Abad.
Pero este ambicioso, ignorante y desconfiado personaje no es un refinado Maquiavelo, no, es solamente un cazurro, un tipo mucho más rústico, de maldad más aldeana.
Sevilla es brillante, serio, profesional, y a la vez locuaz y sincero.
Y difícil de encajar en un gabinete gubernamental que es como un gallinero histérico con un gallito desconfiado y celoso porque no está seguro de si mismo y cree que cualquiera puede engañarlo.
Necesita que lo halaguen constantemente, como descubre “El Maquiavelo de León” (La Esfera de los Libros), ensayo recién aparecido del periodista pro socialista, director del semanario "El Siglo", José García Abad, que lo presenta como un personaje artero que va dejando moribundos por el camino, sólo para brillar.
Una lectura atenta muestra a un tipo sin ideología. En realidad, un niño bien de León que ha adoptado el abecedario progresí al que obedece sin reflexión ni convicción.
Que no quiere ser descubierto, lo que lo hace desconfiado, trastorno paranoide que encaja en el retrato de Sevilla: no se fía ni de Sonsoles.
Ya no hay hagiógrafos como Suso de Toro que canten las hazañas de este Titán. Ahora son visiones realistas, en todo caso menos feroces de lo que lo es él con los suyos: es tan artificioso que tras cometer errores culpa a otros, como ocurrió con el que fue su ministro de trabajo, Jesús Caldera, al que destituyó “por tu errónea política de inmigración”, cuando este se había limitado a obedecer sus órdenes y planteamiento ideológico hiperprogre, como cuenta García Abad.
Pero este ambicioso, ignorante y desconfiado personaje no es un refinado Maquiavelo, no, es solamente un cazurro, un tipo mucho más rústico, de maldad más aldeana.
(M. Molares es escritor, periodista y marino mercante)